martes, 14 de octubre de 2014

TODOS LLEVAMOS UN FARISEO DENTRO



Un fariseo invitó a Jesús a cenar a su casa. Jesús entró y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que no se lavara antes de comer.

Pero el Señor le dijo: «¡Así son ustedes, los fariseos! Purifican por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de voracidad y perfidia. ¡Insensatos! El que hizo lo de afuera, ¿no hizo también lo de adentro? Den más bien como limosna lo que tienen y todo será puro».

Palabra del Señor.

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Así dice Jesús a los fariseos y al fariseo que todos llevamos dentro. Generalmente cuidamos más la belleza exterior que la interior, nos importa más el aplauso de las personas que el reconocimiento de Dios, nos gusta destacar más nuestras buenas obras que las de los demás.

Jesús nos llama a la coherencia, a la humildad, a la verdad.

Señor, también yo vivo preocupado por la apariencia y no me ocupo del cuidado del corazón.

Dedico más tiempo a maquillarme que a mejorarme, a aparentar bondad que a ser bueno, a cuidar más las ramas que las raíces, a vivir más de cara afuera que de cara adentro.

Hazme comprender, Señor, que no desperdicio el tiempo cuando me dedico a reflexionar y a pensar, a sopesar las consecuencias de lo que hago y de lo que no hago; cuando procuro espacios de silencio y de quietud, para poder escuchar, escucharme y escucharte.

Ayúdame, Señor, a cuidar y a alimentar mi espíritu, leyendo buenas lecturas, viendo bellos paisajes, acercándome a las personas que me pueden motivar y a todas aquellas a las que puedo ayudar, dejando que tu amor me purifique y me dé vida. Amén.

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