viernes, 30 de septiembre de 2016

AY DE TI COROZAÍN, AY DE TI BETSAIDA



Jesús dijo:

¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados entre ustedes, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y sentándose sobre ceniza. Por eso Tiro y Sidón, en el día del Juicio, serán tratadas menos rigurosamente que ustedes.

Y tú, Cafarnaúm, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno.

El que los escucha a ustedes me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes me rechaza a mí; y el que me rechaza, rechaza a Aquél que me envió.


Palabra del Señor


Gracias, Señor, por tu amor y por el prodigio que me das, en este momento, al invitarme a dialogar contigo en esta meditación. Confío en Ti, Señor, y humildemente pongo mi mente, mi corazón, mi vida, en tus manos.

Jesús, ayúdame a guardar el silencio necesario para poder escucharte.

Cuando nosotros estamos en tentación, no escuchamos la Palabra de Dios: no escuchamos, no entendemos, porque la tentación nos cierra, nos quita cualquier capacidad de previsión, nos cierra cualquier horizonte, y así nos lleva al pecado. Cuando estamos en tentación, solamente la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar la Palabra que nos abre el horizonte... Él siempre está dispuesto a enseñarnos como salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza.

Esta confianza es una fuerza grande, cuando estamos en tentación: el Señor nos espera, se fía de nosotros así, tentados, pecadores, siempre abre horizontes. Y viceversa, el diablo con la tentación cierra, cierra, cierra. 

¡Ay de ti, que has visto muchos milagros y no te has convertido! Son muy duras las palabras de Cristo contra estas dos ciudades, ciudades que nos pueden representar si no creemos en los milagros que Cristo va cumpliendo cada día de nuestra vida.

¿Qué milagros ha hecho y no he creído? Cada uno en su vida personal puede decir cuántos son los milagros que Dios ha hecho en su propia vida, pero los más comunes son la Eucaristía, la conversión de nuestros corazones, las casualidades que no tienen otro fundamento que el querer de Dios, nuestra propia vida cuando hemos estado en riesgo de morir...

Lo que nos pide Cristo en este evangelio es que reflexionemos sobre todos esos milagros, esas gracias que Dios nos va dado, para que se las agradezcamos como verdaderos hijos, que aman a su Padre. Seamos agradecidos y pidamos la gracia de ver todo lo que Dios nos ha dado.

Poner en mi agenda de actividades, el día en que voy a ir a confesarme.

Señor, hazme darme cuenta que para escuchar y poder responder a tu llamada, debo limpiar mi mente y mi corazón en el sacramento de la confesión. No soy digno de ser tu discípulo misionero, por eso te pido me ayudes a crecer en la sinceridad y en la honestidad, para que sepa aprovechar los medios espirituales que me ofrece tu Iglesia.

Amén

jueves, 29 de septiembre de 2016

VERÁN EL CIELO ABIERTO Y A LOS ÁNGELES DE DIOS SUBIR Y BAJAR SOBRE EL HIJO DEL HOMBRE




En aquel tiempo:

Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Éste es un verdadero israelita, un hombre sin doblez».

«¿De dónde me conoces?, le preguntó Natanael.

Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera».

Natanael le respondió: «Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Rey de Israel».

Jesús continuó: «Porque te dije: "Te vi debajo de la higuera", crees. Verás cosas más grandes todavía».

Y agregó: «Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el, Hijo del hombre».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


La Biblia nos habla de tres arcángeles con nombre propio:

Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

«Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor».

Con un corazón de niño, podemos dirigir a ellos nuestras oraciones:

San Miguel Arcángel, que tu favor nos ampare, tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección, crezcamos cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos acompañe todos los días de nuestra vida.

Arcángel San Gabriel, imploramos tu cercanía para que descubramos cada día las llamadas que Dios nos hace y respondamos con la prontitud y la alegría de la Virgen.

Arcángel San Rafael, que dijiste: «Bendecid a Dios todos los días y proclamad sus beneficios.

Practicad el bien y no tropezaréis en el mal.

Buena es la oración con ayuno, y hacer limosna mejor que atesorar oro», te suplicamos nos acompañes en todos mis caminos y nos alcances fuerza para seguir tus consejos.

Amén




miércoles, 28 de septiembre de 2016

DEJA QUE LOS MUERTOS ENTIERREN A SUS MUERTOS



Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!»

Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».

Y dijo a otro: «Sígueme». Él respondió: «Señor, permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».

Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Ser cristiano no es solamente conocer a Jesús, rezar, cumplir ciertas obligaciones, hacer cosas por los demás... Ser cristiano es fundamentalmente seguir a Jesús, seguir a Jesús por el camino que él nos vaya marcando.

¿Cómo descubrir este camino? A través de la oración, de la reflexión, del acompañamiento espiritual...

¿Estas dispuesto a seguir a Jesús por la senda que te señale? ¿Qué medios pones y podrías poner para escuchar su voz? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza. Seguir a Jesús normalmente pasa por la pobreza, por la austeridad, Vivir en pobreza sólo es posible si confío en él, si tengo a Dios cómo el mejor tesoro.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

La majestad no está en los gestos de orgullo, en la mirada altiva o el ceño fruncido.

No está en la puerta infranqueable o en la adulación cortesana.

Tampoco en la altura de los rascacielos o la privacidad de los accesos exclusivos.
No está en las cenas de gala, la alta costura, la joyería fina o los gastos suntuosos.

La majestad poco tiene que ver con protocolos que encumbran al poderoso y ningunean al débil.

¿Dónde, entonces?

En un rey sin trono, palacio o ejércitos.

Sin cuenta corriente, sin otro techo que el cielo.

Un rey sin más ley que el amor desmedido, sin más cetro que sus manos desnudas, gastadas ya en tanta caricia, en tanta brega, por tanto tirar de los derrumbados.

Sin otra atalaya que la cruz, y en ella, el perdón por bandera, la paz por escudo, y la justicia, inmortal, como apuesta eterna.

Seguir a Jesús es lo más importante, lo más urgente, lo único necesario; más que enterrar a un muerto, o terminar una carrera universitaria, o conseguir un trabajo, o alcanzar cualquier objetivo.

El seguimiento es la brújula que orienta toda nuestra vida (familiar, social, comunitaria, religiosa)

¿Cómo lo vives? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Maestro, te seguiré adonde vayas; Maestro, dedicaré un tiempo cada día a estar contigo;

Maestro, me gustaría comprometerme con una buena causa;

Maestro, voy a compartir una parte de mi dinero;

Maestro, quiero seguir el camino que Tú me señalas:

Maestro, lo que más quiero en esta vida es...

Pero, Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre; déjame terminar primero la carrera o la oposición; déjame criar primero a mis hijos; déjame pagar primero la hipoteca; déjame que antes resuelva todas mis dudas; déjame...

Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas; y tú vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Acompáñame, Señor, en esta jornada, para que sepa aprovechar cada momento, para seguirte, escucharte y hablarte, para comprometerme y compartir; para disfrutar la vida y entregarla del todo. Amén.

Para estar contigo, me libero de la alforja (mis preocupaciones); me quito las gafas (mis visiones); olvido mi agenda (mis negocios); guardo la pluma en el bolsillo (mis planes); arrincono el reloj (mi horario); me despojo de mi ropa (mis ambiciones); me desprendo de mis joyas (mis vanidades); renuncio a mi anillo (mis compromisos); me quito los zapatos (mis ansias de huida); dejo, también, mis llaves (mis seguridades); para estar sólo contigo, el único verdadero Dios.

Y, después de estar contigo...

Tomo las llaves, para poder abrir tus puertas.

Me calzo los zapatos, para andar por tus caminos.

Me coloco el anillo, para comprometerme contigo.

Me adorno con las joyas, para asistir a tu fiesta.

Me visto con mi mejor ropa, para salir a tu amplio mundo.

Recupero mi reloj, para vivir al compás de tu tiempo.

Cojo mi pluma, para escribir tus pensamientos.

Recobro la agenda, para no olvidar tus citas conmigo, -mis citas contigo- a lo largo del día y del camino. Me pongo las gafas, para poder ver el mundo a tu modo.

Y cargo con mi alforja, para llevar y sembrar tus promesas.


Amén

martes, 27 de septiembre de 2016

SEÑOR, ¿QUIERES QUE MANDEMOS CAER FUEGO DEL CIELO?



Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de Él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero Él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Santiago y Juan iban con Jesús, pero ¡cuanto les costaba comprender el nuevo estilo de vida iniciado por el Maestro! No saben de qué espíritu son. Son del espíritu del amor, de la comprensión, de la misericordia; no son hijos del espíritu del rencor y de la venganza.

“Señor danos tu Espíritu de amor, para que curemos el egoísmo con generosidad venzamos la mentira con la verdad, ganemos al orgullo con humildad y superemos la guerra con la paz”

Cristo no ha venido no a perder a nadie, ha venido y sigue viniendo a salvar a todos. 

Nuestra tarea es la misma: salvar, animar, dar alegría, levantar la esperanza.

Pedimos perdón porque a veces condenamos a los hermanos y damos gracias por las personas siguen salvando al mundo con su vida.

Quiero tener una mirada como la tuya, Señor.

A no dejarme llevar por mis juicios, interesados, duros y excesivamente crueles.

A observar, no tanto los aspectos negativos, cuanto la bondad y lo noble de los que me rodean.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.

A no conspirar ni levantar castillos en las ruinas sufrientes de tantos hermanos.

A no señalar defectos e historias pasadas que, entre otras cosas sólo sirven para causar sensación o daño.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.

A ser prudente, como Tú lo fuiste con aquella mujer, que adulterada en su vida,
comenzó otra vida nueva ante tu forma de mirarle y corregirle.

Ayúdame a mirar como Tu, Señor.

A ver el lado bueno de las personas.

A no recrearme con el sufrimiento ajeno.

A no ser altavoz de calumnias y mentiras.

A ser persona y no jugar a ser juez.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.

A no manipular ni airear las cruces de las personas que las soportan.

A no enjuiciar ni condenar los defectos de tantos próximos a mi vida.

A no hacer estandarte ni burla de los que están hundidos en sus miserias.

Ayúdame a mirar como Tú, Señor.

Para que, frente a la mentira, reine la verdad.

Para que, frente a la condena, brille tu misericordia.

Para que, frente a la burla, salga la comprensión.

Para que, frente a la humillación, despunte la bondad.

Amén

sábado, 24 de septiembre de 2016

EL HIJO DEL HOMBRE VA A SER ENTREGADO EN MANOS DE LOS HOMBRES



Mientras todos se admiraban por .las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen bien esto que les digo: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres».

Pero ellos no entendían estas palabras: su sentido les resultaba oscuro, de manera que no podían comprenderlas, y temían interrogar a Jesús acerca de esto.



Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Hay cosas en las que Jesús no se cansa de insistir. Les avisa una y otra vez: ha de ser entregado en manos de los hombres. Pero ellos no entendían. Sabían que Jesús era el Salvador, pero no les cabía en la cabeza que la salvación pasara necesariamente por el sufrimiento. A todos nos cuesta entender el dolor y la muerte.

Sin embargo, si queremos ser fieles a Dios, si queremos hacer presente su amor, en algún momento nos vamos a encontrar con el rechazo de muchos, nos toparemos con la cruz.

“Señor, enséñanos a tomar la cruz de cada día y a seguirte”

“Gracias por las personas que saben amar hasta el final”

“Perdona y cura nuestra cobardía frente al dolor”

Señor, dame la valentía  de arriesgar la vida por ti, el gozo desbordante de gastarme en tu servicio.

Dame, Señor, alas para volar y pies para caminar al paso de los hombres.

Entrega, Señor, entrega para “dar la vida desde la vida, la de cada día.

Infúndenos, Señor, el deseo de darnos y entregarnos, de dejar la vida en el servicio a los débiles.

Señor, haznos constructores de tu vida, propagadores de tu reino, ayúdanos a poner la tienda en medio de los hombres para llevarles el tesoro de tu amor que salva.

Haznos, Señor, dóciles a tu Espíritu para ser conducidos a dar la vida desde la cruz, desde la vida que brota cuando el grano muere en el surco.

Amén

viernes, 23 de septiembre de 2016

DEBO SUFRIR MUCHO, SER CONDENADO A MUERTE Y RESUCITAR AL TERCER DÍA



Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con Él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy Yo?»

Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado».

«Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy Yo?»

Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios».

Y Él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles:

«El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día».


Palabra del Señor


Antes de que nosotros mismos demos respuesta a los requerimientos de Cristo, veamos cómo ha respondido Él mismo a la pregunta de lo que nosotros somos para Él. Su respuesta no la ha dado sólo con palabras cargadas de amor y de ternura; su respuesta la ha dado de un modo vital.

Él se hizo uno de nosotros, sufrió mucho, fue rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; fue entregado a la muerte, clavando en la cruz el documento que nos condenaba, dándonos, así, el perdón de nuestros pecados.

Y resucitó al tercer día para darnos nueva vida y poder presentarnos santos, como Él es Santo, ante su Padre Dios, para que sea nuestra la Gloria que, como a Hijo unigénito del Padre, le corresponde. Eso es lo que nosotros somos para Cristo. ¿Qué respuesta daremos, cada uno de nosotros, cuando nos está preguntando sobre lo que Él es para nosotros?

Ojalá y no nos quedemos dando una respuesta nacida de lo aprendido en el Catecismo, o en la profundización de materias que nos hablan de Dios. Ojalá y nuestra respuesta se dé desde nuestra propia vida, en la que el Señor sea el centro de nuestro amor y Aquel por quien realizamos todo, escuchando su Palabra, haciendo en todo su voluntad y dejándonos conducir por su Espíritu, para poder llegar a poseer los bienes eternos.

Hoy el Señor nos reúne en torno a Él, para que seamos testigos del gran amor que nos tiene. La Celebración del Memorial de su Misterio Pascual nos introduce en una experiencia personal del amor de Dios, que nos pone en camino para encontrarnos definitivamente con Él.

Por eso este momento debe ser el más significativo de nuestro día. No venimos al Señor sólo por una tradición heredada de nuestros padres; ni sólo por lo que otros nos han dicho del Señor.

Somos nosotros los que nos involucramos en el Misterio de Salvación que Cristo nos ofrece. Hechos uno con Él hemos de manifestar lo que realmente significa Él para nosotros: Nuestro amor, centrado en Él de tal manera que nos dejamos transformar en una imagen suya, lo más perfecta posible en nuestro mundo. Démosle a Cristo plena libertad en nosotros para que, desde nosotros, Él continúe su obra salvadora entre nosotros.

El Señor nos ha hecho suyos y nos ha comunicado todos sus bienes. Los que en verdad hemos aceptado su vida en nosotros debemos vivir, firmemente afianzados en la tierra, cumpliendo con todo aquello que se nos ha encomendado, no destruyendo, sino potenciando más la vida, sin perder de vista los bienes eternos, no como una conquista al final de nuestra vida, sino como algo que ya desde ahora vamos haciendo realidad entre nosotros, de tal forma que día a día vamos gozando de más amor fraterno, de más paz, de más bondad, de más misericordia, de más justicia, y de más alegría, que son dones que proceden de Dios para que los hagamos nuestros.

Tratemos siempre de ser hombres de esperanza. No vivamos bajo el signo de la cobardía, pues no hemos sido bautizados en el espíritu del temor, sino en el Espíritu Santo, que dinamiza a la Iglesia y la pone en camino para ir conquistando, ya desde ahora, el Reino de Dios entre nosotros siendo testigo vivo del amor de Dios en medio del mundo.


Amén

martes, 20 de septiembre de 2016

MI MADRE Y MIS HERMANOS SON LOS QUE ESCUCHAN LA PALABRA DE DIOS



La madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le anunciaron a Jesús: «Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte».

Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


También yo estoy en ese grupo de personas que escuchaban a Jesús. Él me mira y me dice: ¿Quienes son mi madre y mis hermanos? Todo el que hace la voluntad de Dios.

Yo soy de la familia de Jesús, no soy ajeno a él. Para Jesús soy alguien entrañable, de la familia. Escucho con el corazón estas palabras de Jesús ¿qué siento? ¿Qué le digo?

¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? ¿Hasta donde llega nuestro amor? ¿se cierra en los muros de la familia, de los amigos, de los que son y piensan como yo?

"Dame Señor una mirada y un corazón abiertos"

"No permitas que me encierre en mi, en los míos"

No es suficiente con ser de la familia de sangre de Jesús, tampoco se trata sólo de pertenecer al grupo que lo acompaña. Se trata de cumplir la voluntad de Dios. Por eso, podemos decir que María es madre de Jesús por doble motivo: porque lo dio a luz y porque ninguna criatura cumplió la voluntad de Dios como ella.

"María enséñanos a cumplir la voluntad de Dios".

Señor, has dicho: "Mi madre y mis hermanos son éstos: los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen por obra".

Gracias por considerarnos miembros de tu familia, porque quieres ser nuestro hermano, por darnos a María como madre.

Gracias por ser de la familia de San Francisco, Santa Teresa, la madre Teresa de Calcuta...

Gracias por ser de la familia de todas las personas que hoy han comenzado a trabajar por sus hijos, por su barrio, por su comunidad, por la gente más necesitada.

Dame unos oídos bien abiertos para escuchar tu palabra en la Biblia, en la conciencia, en el corazón, en los pobres... y una voluntad decidida para ponerla por obra.

Amén