miércoles, 30 de noviembre de 2016

SÍGANME, YO LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES



En aquel tiempo:

Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar, porque eran pescadores. Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres».

Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, ya su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó.

Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


En medio de nuestras ocupaciones cotidianas Jesús nos dice «sígueme». San Andrés y los primeros discípulos responden generosamente y dejan las redes. Él mira hoy amorosamente nuestras vidas y nos llama. Él espera tu respuesta. Dios da una vocación a cada persona. La vocación es cómo Dios quiere hacerte feliz. Hay que responder para ser feliz.

¿Cómo saber lo que Dios quiere de mí? Puede que te llame a la vocación matrimonial, a la vida religiosa o sacerdotal... ahí no acaba la cosa. En la oración Dios deja un poso, ahí te dice cómo quiere que le sirvas y te provoca y da fuerzas para que respondas. En tu vida, determinadas personas han sido luz y te han indicado el camino. Dios también habla en los problemas que conmueven tus entrañas: el hambre, las familias rotas, los niños abandonados, los ancianos, los transeúntes... el rostro de Jesús se manifiesta en los hermanos necesitados y te piden una respuesta.

Repasa lentamente algunos de estos momentos en tu vida. ¿A dónde apuntan? ¿Qué giro le pide Dios a tu vida? Pide luz para ver y confianza para responder. Da siempre gracias.
Todo comenzó con un encuentro fortuito un día cualquiera a eso de las cuatro de la tarde, una hora sin programaciones.

Tú pasaste cerca y alguien les dijo quién eras; ellos te siguieron sin decir nada, e, intrigado, les preguntaste: ¿Qué buscáis?; y te respondieron al estilo gallego:

¿Dónde vives, Rabí? Tú seguiste el diálogo diciéndoles: Venid y lo veréis.

Y en un solo día se enamoraron de ti.

Así comenzó a tejerse el tapiz de tus sueños, y el de ellos, y el nuestro, y el de otros que no sabemos...

Los primeros hilos fueron dos amigos y vecinos que compartían inquietudes y maestro, Andrés y Juan Zebedeo; después, el hermano de uno de ellos, Simón Pedro; y a continuación, Felipe, un vecino de todos conocido e inquieto, que se lo contó a su amigo de siempre, Natanael, que era recto y bueno y un poco escéptico, al cual tú ya le habías echado el ojo viéndolo ocioso.

Así, con muchos hilos finos y gruesos, y de colores muy diversos... hasta llegar a nosotros.

Y gracias a este tejer, en red y gratis, tu nombre y buena noticia resuenan todavía en nuestro mundo e historia como algo que merece la pena y da alegría.

Y nosotros vamos aprendiendo a ser discípulos tuyos en esta tierra, día a día, Señor.

Amén

martes, 29 de noviembre de 2016

FELICES LOS OJOS QUE VEN LO QUE USTEDES VEN



Al regresar los setenta y dos discípulos de su misión, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:

«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:

«¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Has escondido a los sabios... has revelado a la gente sencilla. Dios se quiere revelar a todos, pero no todos están abiertos. Sólo podemos vivir el Adviento, sólo podemos ser cristianos desde la sencillez, desde la humildad. Si creemos que lo podemos todo ¿qué vamos a pedir? Si pensamos que lo sabemos todo ¿qué puede enseñarnos Dios? El Adviento nos invita a ser como niños, que no tienen nada propio, que tienen que aprenderlo todo.

Hasta ayer, como quien dice, he jugado intensamente a ganar en todos los campos considerados importantes: la vida, la fe, la verdad, la política, la comunidad, la ideología, el trabajo, la solidaridad, el crear referencias, el ejercicio del poder... y otros que ya ni recuerdo o han cambiado de catálogo.

Y he peleado a fondo en encuentros, asambleas, reuniones y debates; en propuestas, documentos, discernimientos, votaciones y elecciones; con personas, grupos, reglas y costumbres presentes y ausentes.

Ahora ya no. Ahora sólo me preocupa, Señor, Respetar y seguir viviendo; dialogar y, si es posible, entendernos; y convencer de ello a quienes tanto se me parecen. Y si para ello hay que salir de uno mismo e ir hasta los confines del mundo, lo haré con gusto, aunque las amenazas pueblen el horizonte y el presente que nos toca vivir si queremos seguirte.

Quizá así te escuche, quizá así guste tu mensaje y me descubra discípulo tuyo en todas partes.

Nadie conoce al Padre si no aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar. Hasta que llegó Jesús, la humanidad imaginó a Dios de muchas formas: con cara de juez sin misericordia, de relojero que pone en marcha el universo, de ser inmutable sin sentimientos... A partir de Jesús sabemos que la entraña de Dios es el Amor, la Misericordia, el Perdón, la Entrega... Es verdad que nunca conoceremos a Dios completamente, pero el conocimiento que ahora tenemos es mucho más ajustado.

¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Nosotros, aunque no vemos a Jesucristo con los ojos de carne, como los apóstoles, también tenemos motivos para sentirnos dichosos, para dar gracias a Dios. Sabemos y sentimos que Dios nos quiere con todo su corazón. Sabemos y sentimos que Dios nos libera de todo lo que nos hace infelices... Demos gracias a Dios rezando y compartiendo esta experiencia con los que no la tienen.

Haznos saber, Padre compasivo, que nuestra vida es don recibido: gratuidad, misterio y bendición; que somos alianza de amor.

Enséñanos a ser agradecidos como Jesús, que salía del camino y elevaba los ojos a ti.

Haznos conscientes, Padre amoroso, de lo mucho recibido en nuestra existencia cotidiana: de las manos que nos cuidaron, de los hombros que soportaron nuestro peso y nos rescataron de nuestros abismos.

Muéstranos también, Padre de huérfanos y solos, el don que hemos sido para tantos y tantas que acudieron a nosotros en busca de refugio.


Amén

lunes, 28 de noviembre de 2016

SEÑOR, YO NO SOY DIGNO QUE ENTRES EN MI CASA, SOLO DI UNA SOLA PALABRA



Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a sanarlo».

Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace».

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



"No he encontrado en nadie tanta fe". La fe en Jesucristo es la nota que define nuestro ser cristiano. Y en este tiempo de Adviento la Palabra nos invita a crecer en la fe. ¿Cómo podemos acoger a Jesús que viene, si no tenemos fe? ¿Cómo podremos descubrirle presente en el mundo y en nuestro corazón si nuestra confianza en él falla? ¿Cómo rezar 

"Ven Señor Jesús" si no creemos?

 "Creo Señor, pero aumenta mi fe"

Tener fe no es solamente creer que Dios existe, o que Jesús es el Hijo de Dios. Para los cristianos tener fe es creer que Jesús puede curarme, puede salvarme, puede hacerme plenamente feliz. ¿Has sentido alguna vez la alegría de sentirte curado por Jesús? ¿Deseas con todo el corazón revivir esta experiencia o experimentarla por primera vez? Adelante. Ten fe. Reza. Busca a Jesús en la oración, en tus hermanos. Está deseando curarte de eso que tanto te pesa.

Al tocar la luz del día mis ojos, Señor, mi corazón se levanta hacia Ti en busca de tu mirada.

Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta.

Da respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud,

Tú que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío.

A Ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar: de mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones; de mañana, ante tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.

Oye mi voz, Señor, Tú que eres bueno y compasivo y alienta mi vida que busca en Ti luz y calor.

A Ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme.

En ti pongo mi confianza, como un niño en su madre: ayúdame.

A Ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame.

A Ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo.

A Ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame.

Mi corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en Ti.

Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo; como un gran escudo, defiéndeme, sé mi fortaleza.

Que tus alas, Señor, me cobijen y me guarden mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas.

La fe no nos encierra, nos hace abiertos, solidarios. Aquel centurión no pidió para él, pidió para un criado, intercedió por él. Interceder es rezar por el otro, trabajar por el otro, dar la cara por el otro, dar voz a los que no tienen voz. Hay mucha gente que ha intercedido, que intercede por ti. Hay muchas personas que necesitan tu intercesión.

"Gracias Señor por las personas que interceden por mi"

"Gracias Padre por las personas que interceden por los más pobres"

"No dejes nunca Señor que me ahogue en mis problemas"

"Te pido Señor por... y dame fuerza para trabajar por él"

Adviento. Tiempo de espera cierta.

Esperar bien despiertos, pero no desvelados.

Esperar caminando, pero no adelantándonos.

Esperar embarazados, pero no adueñándonos.

Esperar expuestos, pero no a cualquier viento.

Esperar sedientos, pero no yermos.

Esperar entre niebla, pero no perdidos en esta tierra.

Esperar con velas encendidas, pero no consumidos.

Esperar ofreciéndonos, pero no vendiéndonos.

Esperar preparando tu camino, pero no encorvándonos.

Esperar en silencio, pero cantando al Verbo encarnado.

Esperar gestando, no abortando.

Esperar acogiendo, no reteniendo.

Esperar dándonos, no reclamando.

Esperar en silencio, no alborotando.

Esperar compartiendo y disfrutando.

Esperar aunque sea de noche y no veamos signos en el horizonte.

Esperar a cualquier hora del día aunque nos quedemos solos y se rían.

Esperar en soledad... ¡y en compañía!

Esperar con mucha paz, pero pellizcados por los hermanos.

Esperar anhelando, pero mecidos en su regazo.

Esperar mirando a lo alto, pero con los pies asentados.

Esperar refrescándonos en tus manantiales vivos y claros.

Esperar encarnados y ya naciendo a tu Reino.

Esperar en este tiempo de crisis y recortes.

Esperar con el Evangelio en la mano.

Esperar con los que vienen y con los que se van.

Esperar disfrutando lo que se nos ha dado.

Esperar viviendo y amándonos.

Esperar como Isaías, viviendo y profetizando.

O como Jeremías, sufriendo, pero enamorados.

O como Juan Bautista, pregonando lo que nos has dado.

Esperar, para que no pases de largo.

Esperar, aunque no entendamos a tu Espíritu Santo.


Amén

sábado, 26 de noviembre de 2016

TENGAN CUIDADO DE NO DEJARSE ATURDIR POR LOS EXCESOS Y LA EMBRIAGUEZ



Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.



Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


"No se os embote la mente". La advertencia de Jesús es quizá en nuestro mundo todavía más necesaria que en la Palestina del Siglo I. Hay muchos intereses que quieren que no funcione nuestra mente. Se invierte mucho dinero para que pensemos lo que conviene a los que pagan. Y muchas veces consiguen sus propósitos: no nos llama la atención que cada día mueran miles de niños por hambre, por el aborto...  Parece normal que empleemos más dinero en colonias, deportes, espectáculos que en solidaridad. Podríamos poner mil ejemplos. ¿Qué embota mi cabeza?

Pedimos a Dios que nos ayude a descubrir y a superar las trampas que continuamente se tienden a nuestro paso.

"Estad despiertos". No os traguéis cualquier cosa. Pensad ¿qué se dice? ¿Quién lo dice? ¿Para qué lo dice? ¿A quién beneficia? Rezad ¿qué me dices tú, Señor? La Palabra de Dios no tiene intereses en esta tierra, mejor dicho, tiene un sólo interés: la felicidad de todos. Pensar y rezar son los mejores medicamentos para combatir la enfermedad del sueño.

Las advertencias de Jesús son importantes. No es lo mismo estar despiertos o dormidos, con mente embotada o clara. Nos jugamos mucho. Nos jugamos la salvación. Es decir, nos jugamos que nuestra vida tenga sentido o no. Nos jugamos ser felices o no. Nos jugamos que otras personas vivan felices o no.
Señor, nos quieres en vela, despiertos, atentos, sin perdernos una, con los ojos fijos en ti y en el mundo en el que vivimos, en las personas que gozan y sufren a nuestro lado; porque Tú estás presente en todo lo que sucede y nos hablas desde cada acontecimiento.

Señor, nos quieres en vela, siempre en camino, siempre en pie, siempre superando etapas y afrontando nuevas rutas, siempre discriminando lo que más conviene, siempre preparados para lo que haga falta.

Señor, líbranos del vicio y la bebida, de la preocupación del dinero, del activismo, los agobios y prisas, de las obsesiones, la comodidad y la pereza, de todo lo que nos anestesia de todo lo que nos impide verte.

Señor, danos la fe necesaria para que, desde la caridad, nos encuentres siempre en vela para verte, y con el corazón abierto, para acogerte; para disfrutar de la paz y la alegría que sólo Tú nos puedes dar.

Amén

viernes, 25 de noviembre de 2016

EL CIELO Y LA TIERRA PASARÁN, PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN



Jesús, hablando a sus discípulos acerca de su venida, les hizo esta comparación:

Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol, Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano, Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.

Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto., El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasaran.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Fijaos en la higuera... fíjate en la vida, en tu vida, en la vida de las personas cercanas... fíjate en tu grupo de fe, en tu parroquia, en la iglesia... fíjate en tu familia, en tu pueblo o ciudad, en el mundo. Jesús era un gran observador.  Ver, mirar, fijarse, contemplar... ¡qué fácil es y qué poco lo hacemos! ¿nos enteramos de las cosas que suceden en nuestro mundo y en nosotros mismos? Podemos pedir a Dios que nos conceda ser personas con vista, con una mirada profunda.

La mirada de Jesús no se detenía únicamente en el cielo, mas bien sabía ver el cielo en la tierra. Descubría al Padre en la historia de su pueblo, en el corazón de las personas...

Señor Jesús, Tú nos invitas a observar  la Naturaleza, a aprender de su belleza y sus ritmos, del devenir de las estaciones, el germinar de las semillas y el crecimiento de las plantas.

Señor Jesús, ayúdame a descubrir todo lo que está despuntando en mi corazón: nuevos sueños, nuevas ilusiones para proyectos comenzados hace tiempo, nuevos deseos de amar, de servir a los pequeños, de entregarme a Ti. Agradezco todos los brotes de vida que van germinando y creciendo en mí, para ser yo misma, para ser más feliz, para dar más fruto.

Señor Jesús, limpia mi mirada, para que, a pesar de todas las corrupciones y todos los escándalos, sepa ver los brotes de vida que crecen en la higuera seca de nuestra sociedad, en la higuera seca de nuestra iglesia: personas mayores que comparten todo su tiempo y su sabiduría con los demás; jóvenes que van contracorriente, se acercan a Dios y dedican tiempo a los demás; niños que no pasan de largo ante las lágrimas de un compañero, enfermos que animan a sus familias, personas que en su trabajo no se conforman con cumplir… ¡Cuántos signos de vida, Señor!

Señor Jesús, ayúdame a confiar en tus palabras, que no pasan nunca, que me emocionan cada vez que las escucho, que impulsan mi vida, que construyen tu Reino de justicia y paz, de gracia y amor; que fortalecen mi esperanza en Ti, en mí, en la gente que me rodea, en la Iglesia y en el mundo. Tú estás a nuestro lado y tus palabras nos aseguran el final más feliz. Gracias, Jesús.

Tenemos que aprender a mirar al estilo de Dios. Dios, que es bueno, que es Amor, mira todo con bondad y amor. En la Creación, el libro del Génesis repite: "y vio Dios que era bueno". Y el Evangelio nos cuenta que Jesús  "fijando en él (joven rico) su mirada, le amó". Si no miramos con amor, no descubriremos al Dios-Amor en la vida, en la historia.

"Cura Señor mi mirada, tantas veces fría y egoísta"

"Gracias, Señor, por las personas que miran con amor"

"Ayúdame a descubrirte y a disfrutar de tu presencia"


Amén

jueves, 24 de noviembre de 2016

HABRÁ SEÑALES EN EL SOL, EN LA LUNA Y EN LAS ESTRELAS



Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:

Cuando vean a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sepan que su ruina está próxima. Los que estén en Judea que se refugien en las montañas; los que estén dentro de la ciudad que se alejen; y los que estén en los campos que no vuelvan a ella. Porque serán días de escarmiento, en que todo lo que está escrito deberá cumplirse.

¡Ay de las que estén embarazadas o tengan niños de pecho en aquellos días! Será grande la desgracia de este país y la ira de Dios pesará sobre este pueblo. Caerán al filo de la espada, serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los paganos, hasta que el tiempo de los paganos llegue a su cumplimiento.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán.

Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Otra vez Jesús utiliza un lenguaje simbólico, difícil de comprender para nosotros. El panorama que dibuja es desolador: destrucción, venganza, signos en los astros... Sin embargo, a pesar de todo, las últimas palabras de Jesús son esperanzadoras: "levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación". Aunque a veces no lo parezca, hasta en las situaciones más dolorosas, Dios está presente y busca nuestra liberación, nuestra felicidad.
Podemos pensar en situaciones difíciles que hemos vivido. Y recordar cómo a pesar de todas las apariencias negativas, Dios se ha hecho paso y nos ha ido salvando poco a poco. Damos gracias. Si no hemos descubierto la presencia de Dios en los momentos dolorosos de la vida, le pedimos que nos conceda luz para saber descubrirlo.

Dios nos pone a veces en camino de personas que sufren mucho, que no tienen un futuro esperanzador. Y nos pide que les ayudemos a levantarse, a caminar, a disfrutar de la salvación, del amor de Dios y de los hermanos.

Se suprimirá el diálogo en nombre de la verdad; después se suprimirá la verdad.

Se suprimirá la libertad en nombre de la responsabilidad; después se suprimirá la responsabilidad.

Se suprimirá la caridad en nombre de la justicia; después se suprimirá la justicia.

Se suprimirá la honradez en nombre de la eficacia; después se suprimirá la eficacia.

Se suprimirá la democracia en nombre del bien común; después se suprimirá el bien común.

Se suprimirá la fe en nombre de la ciencia, después se suprimirá la ciencia.

Se suprimirá la conciencia en nombre de la razón; después se suprimirá la razón.

Se suprimirá el derecho en nombre del orden; después se suprimirá el orden.

Se suprimirá la paz en nombre de la revolución; después se suprimirá la revolución.

Se suprimirá la utopía en nombre de los proyectos; después se suprimirán los proyectos.

Se suprimirá el espíritu crítico en nombre del respeto; después se suprimirá el respeto.

Se suprimirá el amor en nombre de la dignidad, después se suprimirá la dignidad.

Se suprimirá la ética en nombre de la estética; después se suprimirá la estética.

Se suprimirá la tolerancia en nombre de la ciudadanía, después se suprimirá la ciudadanía.

Se suprimirá al profeta en nombre de la estabilidad; después se suprimirá la estabilidad.

Se suprimirá el estado de bienestar para hacer posible una sociedad mejor que no llegará...

Y en nombre de nada se suprimirá al ser humano –al niño, al vecino, al ciudadano,
al emigrante, al débil y a nosotros mismos–, y un océano de violencia anegará nuestro mundo, nuestros pueblos, nuestras casas, nuestras entrañas...

Pero sobre el caos aleteará nuevamente tu Espíritu, y tu palabra creadora y liberadora nos llenará de esperanza.

Amén