miércoles, 25 de junio de 2014

APOSTASÍA



APOSTASÍA es la negación, renuncia o abjuración a la fe en una religión. La misma palabra tiene otros significados: es también la salida o abandono irregular de una orden religiosa o instituto; el acto del clérigo que prescinde usualmente de su condición, incumpliendo sus obligaciones clericales; o, de modo más general, el abandono de un partido para entrar en otro, o el cambio de opinión o doctrina.

La palabra apostasía tiene su origen en dos términos griegos: απο (apo), que significa "fuera de", y στασις (stasis), que significa "colocarse". En idioma griego moderno el término equivalente Αποστασία (apostasía) no siempre implica connotaciones religiosas, como puede verse en el caso de la apostasía de 1965 en griego: Αποστασία του 1965, en un uso no religioso.

Hoy en día, la apostasía es reclamada como un derecho por la ciudadanía, como parte integrante del derecho a la libertad de conciencia y a la libertad de culto. Estas personas piden constar como apóstata, o que se elimine todo registro de pertenencia a un determinado grupo de creyentes y dejar de ser contado, a los efectos pertinentes, como miembro del grupo, sobre todo en aquellos casos en que la adscripción se produjo sin contar con la opinión del sujeto.

Desde un punto de vista religioso, las distintas religiones consideran la apostasía un acto de vicio, una corrupción de la virtud de la piedad , en el sentido de que, al fallar ésta, la apostasía es su consecuencia.

Se encuentra una línea general de significados de la palabra "apostasía" en todas las acepciones ofrecidas por la RAE. Frente a la herejía, la apostasía supone un abandono o negación total de la doctrina original. Es decir, en lugar de negar un dogma o idea determinada se niega la doctrina completa. Por otro lado, mientras que el apóstata o el hereje niegan o modifican la doctrina, el pagano es aquel que nunca ha pertenecido formalmente a dicho conjunto doctrinal o a las instituciones que lo representan.

Se pueden encontrar diversas referencias al término apostasía en el Catecismo de la Iglesia Católica, entre las que destaca el número 817, en el que se describe como una ruptura que lesiona la unidad de la Iglesia, junto con la herejía y el cisma. La Iglesia Católica lo considera un pecado de extrema gravedad, pues no rechaza un dogma de fe concreto, como es el caso de la herejía, sino que rechaza voluntariamente la fe cristiana por completo

El propio Catecismo, en el número 2089, incluye la apostasía entre los pecados contra la virtud de la fe: La incredulidad es el menosprecio de la verdad revelada o el rechazo voluntario de prestarle asentimiento. Se llama herejía a la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos.

La definición de apostasía se encuentra en el Código de Derecho Canónico, canon 751: Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana. Como delito, en el canon 1041.2 se establece que la apostasía implica por sí misma la inadecuación para la ordenación sacerdotal.

Es posible la defección de la Iglesia Católica por «un acto formal» cánones 1086 y 1124 del Código de Derecho Canónico. La naturaleza de tal acto está explicada claramente en la carta circular 10279/2006 del Pontificio Consejo para Interpretación de los Textos Legislativos a los Presidentes de las Conferencias Episcopales. El acto debe implicar:

a) la decisión interna de salir de la Iglesia Católica por un acto de apostasía, herejía o cisma;

b) la actuación y manifestación externa de esta decisión;

c) la recepción por la autoridad eclesiástica competente de la decisión.

Sin este acto formal de defección de la Iglesia Católica, nadie queda excluido de ella, ni siquiera por los actos más graves de infidelidad: "la herejía formal o menos aún herejía material, el cisma y la apostasía no constituyen a solas un acto formal de defección, si no son concretizados externamente y si no son manifestados en la debida manera a la autoridad eclesiástica".

Pero la apostasía manifestada debidamente por ese acto formal tampoco constituye una exclusión de la Iglesia. Esa misma comunicación 10279/2006 del Vaticano afirma en su punto 6 que la apostasía será anotada mediante la expresión defectio ab Ecclesia catholica actu formali en el libro de bautismos. En el punto siguiente aclara: Queda claro, en cualquier caso, que el vínculo sacramental de pertenencia a la Iglesia es una unión ontológica permanente y no se pierde con motivo de ningún acto o hecho de defección.

La excomunión, en cambio, es una pena medicinal canon 1312 del Código de Derecho Canónico, una medida que tiene por fin la conversión, no la exclusión. Por eso sólo inhabilita para tomar parte de lleno en las actividades de la comunidad.

Con o sin apostasía o siendo ésta formal o informal, debido al carácter sacramental del bautismo, según la Iglesia católica aún los apóstatas permanecen bautizados y no pueden, en caso de arrepentimiento, ser nuevamente bautizados porque ya lo están. Como efecto del bautismo, son considerados miembros de la Iglesia, aunque en rebeldía; pero no fuera de la Iglesia.

jueves, 19 de junio de 2014

CUANDO TE DIRIJAS A DIOS, DILE...



CUANDO TE DIRIJAS AL PADRE, DILE ASI:

 PADRE NUESTRO… QUE ESTAS EN LOS CIELOS

Para nuestra vida personal y comunitaria es de suma importancia el concepto que tengamos de Dios. A pesar de la íntima familiaridad que supone para los bautizados la aclamación "Abbá" -"Querido Padre"- nunca hemos de perder el respeto que debemos a Dios de gloria y majestad, al Dios que es el dueño de la viña de mi alma, al Dios que me exigirá cuentas de como he administrado los talentos recibidos. Los designios del Padre son inescrutables. Algunos rezan a Dios con un concepto infantil, nunca profundizan, porque su doctrina quedó al nivel de la Primera Comunión. Tal como es el hombre, así es su idea de Dios. Algunos parecen creyentes y no lo son.
Jesús, el único que conoce bien al Padre, nos advierte que hay dos peligros principales para falsificar la imagen del Aquel que está en los cielos. De un lado es el paganismo. No debemos rezar como los paganos, quienes por el esfuerzo de muchas palabras irrespetuosas quieren bajar a Dios del cielo al nivel de su miserable inteligencia egoísta y tratar con él como con un negociante.
De otro lado están los fariseos, que rezan con los labios según las leyes prescritas, pero su corazón está lejos de Dios, a tal grado que crucificaron a Jesús, "porque llamaba a Dios su Padre" Jn 5,18. De ellos dice Jesús: "Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí. Vuestro Padre es el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Este fue homicida desde el principio... es mentiroso y padre de la mentira" Jn 8,44.
Con qué reverencia debemos levantar el corazón al Padre en los cielos nos explica el obispo San Cipriano que murió en Cartago en el 258 como mártir.
Cuando nos ponemos en su presencia para orar, lo llamamos con el nombre de Padre, ninguno de nosotros se hubiera nunca atrevido a pronunciar este nombre en la oración, si él no nos lo hubiese permitido. Por tanto. Hermanos muy amados debemos recordar y saber, que pues llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros...
Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu: hemos comenzado a ser espirituales y celestiales y, por consiguiente, hemos de pensar y obrar cosas espirituales y celestiales.

SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
 Dios mismo es el Arcano, es el Impenetrable. En el "Magníficat", María exclama "Santo es su nombre". El es totalmente diferente a cada criatura. Delante de su gloria y santidad el hombre pecador sólo puede exclamar: "¡Ay de mí, que estoy perdido! Pues soy un hombre de labios impuros'" Ts 6,5.
Oigamos de nuevo una meditación de San Cipriano sobre el Padrenuestro:
¿Por quién podría Dios ser santificado, si es El mismo quien santifica? Más, como sea que El ha dicho: Sed santos, porque yo soy santo, por esto pedimos y rogamos que nosotros, que fuimos 'santificados' en el bautismo, perseveremos en esta santificación inicial. Y esto lo pedimos cada día. Necesitamos, en efecto, de esta santificación cotidiana ya que todos los días delinquimos, y por esto necesitamos ser purificados' mediante esta continua y renovada santificación"  
Cuando Moisés era ya como de cuarenta años, pastor del rebaño de su suegro Jetro, llegó una vez hasta la montaña de Dios, Horeb. Después de la visión de la zarza ardiente recibió del Dios personal, del Dios de Abraham, Isaac y Jacob, la misión de sacar al pueblo de Dios de la esclavitud de los egipcios. Moisés contestó a Dios: Si voy a los hijos de Israel y les digo: "El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros;" cuando me pregunten: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Dijo Dios a Moisés: "YO SOY EL QUE SOY". Así dirás a los hijos de Israel: "YO SOY" me ha enviado a vosotros Ex 3, 14. Es la revelación más importante de Dios en el Antiguo Testamento. Dios no se queda en el anonimato, se compromete con su pueblo, lo libera, lo protege, camina con él, es el Dios de la alianza de la vida, de una amistad fiel.
Pero exige también de nosotros compromiso de fidelidad. En la antigua alianza Dios manifestó: "A vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí. Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; seréis para mi un reino de sacerdotes y una nación santa" Ex 19,4-6
Dios exige a los judíos la santificación. Deben guardar los diez mandamientos, no deben abusar del nombre divino, no deben profanarlo, deben guardar los días sagrados, las fiestas religiosas, los ritos sagrados, deben obedecer al pastor instituido por Dios.
Jesús nos revela que no solo nos llamamos hijos de Dios sino que lo somos realmente.
Por el bautismo hemos sido santificados y llamados a santificar toda nuestra vida, nuestros trabajos, sufrimientos y nuestro tiempo libre con sus alegrías legítimas. Sin la gracia santificante somos malos y no santificamos nada. Profanamos nuestra vida y hasta la vida de otros. Algunos jóvenes alegan, que ya no participan en la Santa Misa porque se aburren, porque no sienten nada atractivo, porque la Misa ya no les da nada.
Lógico, si no pedimos el Espíritu Santo, si no vivimos nuestra consagración bautismal si no captamos que cada uno de nosotros es llamado con un nombre personal a esta alianza de amor, quedamos como los ciegos, los sordos y los mudos.
Cristo nos ha manifestado el nombre del Padre. "Yo les he dado a conocer tu Nombre" Jn 17,26. El es la mano extendida del Padre misericordioso. En el nombre de Jesucristo el Nazareno, el primer Papa, San Pedro realiza el milagro de curar a un hombre tullido e inactivo junto a la puerta Hermosa del Templo. Delante de las Autoridades hostiles hace la confesión solemne: "No hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debemos salvamos" Hech 4, 12.
Celebrando en el nombre de Jesús la Eucaristía nos salvamos y nos santificamos.
"¡Oh Dios!, Señor nuestro, qué glorioso es tu nombre por toda la tierra" Salmo 8,2.



VENGA TU REINO



VENGA TU REINO

El Padrenuestro se compone de pocas palabras. En la versión de San Lucas encontramos aun menos palabras que en San Mateo. Cada palabra es substancial y contiene riqueza divina.
Jamás debemos rezar la Oración del Señor de prisa y en rutina superficial si aun se hace. Rezando bien la Oración del Señor podría iniciarse nuestra conversión. Si no aprendemos a rezar bien, jamás nos vamos a convertir. Jesús inicia su predicación en Galilea con las palabras: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva". Mc 1, 14.
Al explicar la parábola del sembrador dice Jesús a los Doce: " A vosotros se ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas" Mc 4, 11. Sigue la advertencia de Cristo, que el sólo mirar y oír no basta para entender los misterios de la fe. Ciertamente vale esto también para el misterio de fe, que es la Eucaristía.
El Señor exige radicalmente "que se conviertan y se les perdone" Mc 4, 12. Sólo así entramos en el Reino de los cielos. Es el centro de la predicación de Jesús. Pedro recibe las llaves del Reino de los cielos Mt 16, 19, que desde entonces, por la Iglesia y sus sacramentos, está siempre abierto a los pecadores arrepentidos. El príncipe de este mundo será echado abajo Jn. 12,32, Jesús quiere atraer a todos, hacia sí. Sin embargo el Evangelio puede estar velado... "para los incrédulos, cuyas inteligencias cargó el dios de este mundo" 11 Cor 4,4.
Con expulsar a los demonios Cristo da el testimonio definitivo de que ha llegado el Reino de Dios Lc 11, 20. La Biblia enseña múltiples significaciones del concepto dinámico "Reino de Dios", que está presente entre nosotros por Cristo mismo, que ya ganó la batalla decisiva contra las fuerzas adversas del reino. Pero que tendremos su victoria final cuando "Dios sea todo en todo" 1 Cor 15,40. Cristo exige a sus discípulos, que no pongan su corazón en las cosas materiales de este mundo, como los gentiles, sino que busquen primero el Reino de Dios y el Padre les dará por añadidura todo lo que necesitan Lc 12, 31.
Los fariseos podían entender bien tanto por las enseñanzas como por las obras de Jesús, que él era el Mesías-Rey, anunciado por importantes textos del Antiguo Testamento. Sabían, que Jesús no vino como revolucionario político para sublevar a la gente. Sin embargo de esto lo acusaron delante de Pilatos, porque -como ya hemos leído- el padre de la mentira, el diablo, obraba en ellos.
Jesús declara solemnemente delante de Pilatos: "Mi Reino no es de este mundo... no es de aquí" Jn. 19, 38. Pero su Reino de verdad... de santidad... de justicia, de amor y de paz tiene que levantarse dentro de este mundo, dentro de nuestros corazones y también en las estructuras comunitarias de la vida social de los hombres.
Podemos encontrar un buen comentario moderno sobre este aspecto de la petición "Venga tu Reino" en algunos párrafos de la "Instrucción sobre Libertad cristiana y Liberación", publicada el 22 de marzo de 1986 por la Santa Sede y firmada por el Papa.
El Reino de Dios debe ante todo desarrollarse dentro de nos- otros. El Evangelio es fuerza de vida eterna, engendra hombres nuevos, que producirán frutos de justicia y paz en su ambiente familiar, profesional y social. El capítulo IV habla de la misión liberadora de la Iglesia, iniciada por Cristo, diciendo: "Las Bienaventuranzas proclamadas por Jesús expresan la perfección del amor evangélico; ellas no han dejado de ser vividas a lo largo de toda la historia de la Iglesia por numerosos bautizados y, de una manera eminente, por los santos... Jesús, el nuevo Moisés, comenta en ellas el Decálogo, la Ley de la Alianza, dándole su sentido definitivo y pleno. Las Bienaventuranzas leídas e interpretadas en todo su contexto, expresan el espíritu del Reino de Dios que viene... Las Bienaventuranzas preservan de la idolatría de los bienes terrenos y de las injusticias que entrañan su búsqueda desenfrenada. Ellas apartan de la búsqueda utópica y destructiva de un mundo perfecto, pues "pasa la apariencia de este mundo" 1 Cor 7, 31
La misión esencial de la Iglesia, siguiendo la de Cristo, es una misión evangelizadora y salvífica... En esta misión, la Iglesia enseña el camino que el hombre debe seguir en este mundo para entrar en el Reino de Dios. Su doctrina abarca, por consiguiente, todo el orden moral y, particularmente, la justicia, que debe regular las relaciones humanas... La Iglesia es también fiel a su misión cuando denuncia las desviaciones, las servidumbres y las opresiones de las que los hombres son víctimas. Es fiel a su misión cuando se opone a los intentos de instaurar una forma de vida social de la que Dios esté ausente..."  
Los textos enseñan claramente que Cristo debe vivir y reinar, no sólo en los corazones de los fieles según el espíritu de las bienaventuranzas, sino que Cristo debe vivir y reinar también por los mismos fieles en la vida pública. Cada hombre puede y debe en su patria, Influir, para que por su voto lleguen al poder aquellos hombres, que den la mejor garantía de una vida social, de la cual Dios no esté ausente, Cuando en una dictadura se falsifican las elecciones y se defrauda a los ciudadanos en el resultado de sus votos, todo el pueblo tiene el derecho de unirse para buscar por medios legítimos, hasta por resistencia pasiva, su libertad y liberación.
Pero aún suponiendo que los mejores hombres gobiernan a los pueblos con verdadera justicia y responsabilidad, queda pendiente la petición siempre urgente: "Venga tu Reino", Este Reino no es obra de hombres. Es don divino, hay que recibirlo con la humildad y gratitud de un niño Mc 10,15, es herencia eterna, preparada para los hombres que reconocieron a Cristo en los hermanos más pobres Mt 25, 34. Es banquete escatológico, anunciado por Cristo durante la cena pascual con las palabras: " A partir de este momento no beberé del producto de la vid hasta que llegue el Reino de Dios" Lc 22, 18. El Reino es el tesoro escondido y la perla preciosa, la comunión eterna con Dios, el único valor absoluto por el cual debemos renunciar con alegría a todo lo provisional y relativo.
Cuando en algún país como en Cuba por la discriminación de los creyentes y por la oficial propaganda atea entre los jóvenes se reúnen sólo algunos niños y ancianos en la Misa del domingo debemos recordar las palabras del Señor: "No temáis, pequeño rebaño, por- que a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el Reino" Lc 12, 32.
El Reino de Dios es también tema importante de la Exhortación Apostólica "Para anunciar el Evangelio"
...Este reino y esta salvación pueden ser recibidos por todo hombre, como gracia y misericordia; pero a la vez cada uno debe conquistarlos con la fuerza con la fatiga y el sufrimiento. con una vida conforme al Evangelio, con la renuncia y la cruz, con el espíritu de las bienaventuranzas.
Pero ante todo cada uno los consigue mediante un total cambio interior, que el Evangelio designa con el nombre de metanoia, una conversión radical. una transformación profunda de la mente y del corazón...



HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO



HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


La voluntad de Dios es ante todo, su propia gloria y glorificación. Esta petición está básicamente encerrada en la anterior: "Venga tu Reino".

En el cielo se ejecuta perfectamente la voluntad de Dios. Toda la miseria del mundo tiene su raíz en que esta misma voluntad no se cumple en la tierra. 'La "Instrucción sobre Libertad cristiana y Liberación" habla varias veces del pecado del hombre en la siguiente forma:

...El pecado es desprecio de Dios. Conlleva la voluntad de escapar a la relación de  dependencia del servidor respecto a su Señor; o, más aún, del hijo respecto a su Padre. El hombre, al pecar, pretende liberarse de Dios. En realidad, se convierte  en esclavo.... El hombre pecador, habiendo hecho de sí su propio centro, busca riquezas, poder, placeres, despreciando a los demás hombres a los que despoja injustamente y trata como objetos o instrumentos.

En muchos lugares la Biblia habla del "Príncipe de este mundo" Jn 12,31-14,30-16, 11 que organiza y mueve en mafias secretas, anónimas, las fuerzas anti divinas, particularmente en el campo de la legislación y de la educación. Al acercarse el fin del mundo serán definitivamente vencidas estas fuerzas oscuras: el diablo con sus ayudantes aquí en la tierra. Entonces se hará la voluntad del Padre perfectamente en toda la creación, tal como ahora se realiza en el cielo.

¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros? Después del sermón que hizo el primer Papa, lleno del Espíritu Santo, en Pentecostés, la gente preguntó a Pedro y los apóstoles: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno se haga bautizar... salvaos de esta generación perversa" Hechos 2, 37-41.

La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento perfecto de la verdad 1 Tim 2,4. "Se cumple verdaderamente el designio del Creador, al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando todos los que participan en la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan decir: "Padre nuestro". 

La voluntad del Padre es que el hijo pródigo no perezca lejos de la comunión familiar.

La voluntad de Dios es que cumplamos nuestras promesas bautismales y nos santifiquemos cada día más 1 Tes 4,3.

Hay que entregarse a esta santa voluntad, que dirige nuestra vida para mayor felicidad nuestra. Las palabras no bastan Mt 7,21. Hermanos y hermanas de Jesús son quienes cumplen la voluntad de Dios Mc 3,35. Este cumplir exige una doble entrega: primera- mente, permanecer en el amor de Jesús Jn 15, 10, seguir a Cristo, perdiendo la propia vida egoísta, orgullosa, floja y vanidosa. Con la muerte del ídolo presuntuoso, que mora en nosotros, con el esfuerzo de caminar por el camino estrecho Lc 13,25-27 nos abrimos a la voluntad de Dios.

Pero hace falta otra actitud: es la total fidelidad a la Iglesia y sus enseñanzas. "Quien os escucha a vosotros, me escucha a Mí" Lc 10, 16. A Pedro y a sus sucesores Cristo entregó solemnemente sus ovejas, que son todos los hombres. Por esto es contrario a la voluntad de Dios la división entre los cristianos bautizados y más aún la desobediencia de los católicos a sus legítimos pastores ya sus claras enseñanzas. Sin embargo, no sobre todas las cuestiones complicadas de nuestra vida la Iglesia puede emanar instrucciones y juicios. Por la oración y formación se ilumina la conciencia que es "el dictamen,... que orienta a cada sujeto humano hacia una norma moral objetiva,  que encuentra su expresión en el respeto de la persona del otro y en el principio de no hacerle lo que no queremos que se nos haga". En la época de la juventud puede llegar a los jóvenes la voz de Cristo "Sígueme" en el sentido de una vocación religiosa

El sígueme de Cristo, precisamente en este sentido excepcional y carismático, se hace sentir, la mayoría de las veces, ya en la época de la "juventud y, a veces, se advierte incluso en la niñez. Esta es la razón por la que deseo decir a todos vosotros, jóvenes, en esta importante fase del desarrollo de vuestra personalidad masculina o femenina, que si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración y la fidelidad a los mandamientos.

Para emprender el camino de la vocación matrimonial el Papa Juan Pablo 11 exhorta a los jóvenes a buscar el amor verdadero:

Hoy los principios de la moral cristiana matrimonial son presentados de modo desfigurado en muchos ambientes. El ser humano, y sobre todo quizá la mujer, es transformado de sujeto en objeto y todo el gran contenido del amor es reducido a mero placer, el cual, aunque toque a ambas partes, no deja de ser egoísta en su esencia. Finalmente, el niño. Que es fruto y encarnación nueva del amor de los dos, se convierte cada vez más en una añadidura fastidiosa. La civilización materialista y consumista penetra en este maravilloso conjunto del amor conyugal -paterno y materno-, y lo despoja de aquel contenido profundamente humano, que, desde el principio, llevó una señal y un reflejo divino. 

Estas últimas explicaciones nos hacen sugerir la pregunta:

¿Cómo podemos cumplir en situaciones difíciles con la voluntad de Dios? El Señor afirma: "Sin mi no podéis hacer nada" Cumpliremos por medio de Cristo, el nuevo Adán, que reparó la desobediencia original y fue obediente hasta la muerte Fil 2,8. "El en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo". Los brazos y el corazón abierto de Jesús nos hacen capaces de cumplir con la voluntad de Dios. Por los sacramentos de la Iglesia y particularmente por la Eucaristía, que es el pan milagroso, que nos sostiene en el camino de nuestra peregrinación, trazado por la voluntad de Dios. Cristo, presente en la Eucaristía, nos comunica la fuerza de pronunciar en las horas más difíciles de nuestra vida, las mismas palabras que él usó suplicando en el jardín de Getsemaní: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" Lc 22,42.

La Eucaristía es el viático sagrado que nos hace capaces en el último momento de nuestra vida de aceptar la voluntad de Dios. Unidos con Cristo podemos decir: "Ahora, Señor, puedes... dejar que tu siervo se vaya en paz" Lc 2,29.

La misma voluntad de Dios nos regaló otra ayuda poderosa para vencer todas las dificultades: la devoción a María Santísima. Como segunda Eva cooperó a nuestra salvación y nos dio el ejemplo de cómo debemos aceptar la voluntad de Dios -no pasiva- mente, en una actitud fatalista o pesimista,- sino entregándonos como ella con generosidad, y hasta con gozo interior, al plan salvífico de Dios en nuestra vida. ... María de Nazaret, aún habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue algo del todo distinto a una mujer pasiva que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderoso del mundo Lc 1, 51-53.” Paulo VI



DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA



DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA
Las primeras tres peticiones del Padrenuestro se pueden sintetizar con la palabra del latín "ADVENIAT” "Venga tu Reino ". Las siguientes cuatro peticiones con la palabra "MISEREOR" "Tengo Compasión". Es el Corazón compasivo de Jesús, que nos enseña a pedir por nuestras necesidades corporales y espirituales.
Después del ayuno de cuarenta días y cuarenta noches dijo el tentador a Jesús: "Si eres Hijo de Dios, di que éstas piedras se conviertan en panes". Conocemos la contestación de Jesús: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" Mt. 4,3-4. Por esto empieza la Oración del Señor con las peticiones que imploran la venida del Reino de Dios. Los ateos quieren construir un nuevo paraíso sin Dios con sus propios esfuerzos. Con las invenciones de la técnica se pueden conseguir fabulosos progresos -y sin embargo nunca hubo más hambre en el mundo que en este siglo, en el cual casi cada segundo muere algún ser humano directa o indirectamente a causa del hambre-.
Dios quiere que sus criaturas imploren a él cada día con humildad. Si nosotros, que somos malos, no damos una piedra al que pide pan, cuánto más nuestro Padre celestial "dará cosas buenas a los que se las piden" Mt 7,9-11. En la vida de los judíos piadosos era y es obligación dar gracias a Dios por los dones de su creación "Comerás, hasta hartarte, y bendecirás a Yahvé tu Dios en esta espléndida tierra que te ha dado" Dt 8,10. Gran parte del hambre en el mundo viene por culpa de los mismos hombres, que han destrozado esta espléndida tierra y la han convertido en desierto.
Aun así, toda la humanidad puede ser nutrida gracias a los últimos logros de la técnica, particularmente por la observación e investigación de la tierra por medio de satélites. ¡Hay tantos víveres que algunos países capitalistas han llegado a destrozar parte de su producción para no perder ganancias financieras!
Cada grano de trigo, su crecimiento, su multiplicación, es un milagro de Dios. Si el Padre celestial no hiciera salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos Mt 5,45, la situación del mundo sería catastrófica. Debemos dar gracias siempre y en todo lugar, ante todo, cuando tomamos los alimentos en la mesa.
"Guárdate de olvidar  Yahvé tu Dios... no sea que cuando comas y quedes harto... tu corazón se engría y olvides a Yahvé tu Dios, que te sacó del país de Egipto" Dt 8,11-14.
En los hogares católicos había antes un rincón, donde se adornaba un crucifijo y una imagen de la Virgen Santísima. Toda la familia se reunía allí para la oración común. Hoy, hasta en la casa de la gente humilde, se encuentra a veces en este lugar el televisor. Ya se reza muy poco. En algunos lugares ya no dan gracias durante la semana y a veces ni siquiera en la Eucaristía del Domingo.
Pero, aparte de esta cuestión, cada bautizado debe rezar el Padre- nuestro con una verdadera "opción por los pobres" sintiendo como Jesús tiene compasión de aquellos que no tienen pan Mt 6,34 y abriendo los ojos para ver al pobre de Lázaro extenuado delante de muchas puertas de nuestras casas y viéndolo particularmente en las zonas indígenas de la patria. Si hacemos esta petición sin la voluntad de distribuir y compartir, nos dice el apóstol Santiago: "Pedís y no recibís porque pedís mal, con la intención de malgastarlo en vuestras pasiones". El tema "Jesús y los pobres" ya se trata en muchos documentos.
Jesús no trajo solamente la gracia y la paz de Dios; él curó también numerosas enfermedades; tuvo compasión de la muchedumbre que no tenía de que comer ni alimentarse. junto con los discípulos que le seguían practicó la limosna. La Bienaventuranza de la pobreza proclamada por Jesús no significa en manera alguna que los cristianos puedan desinteresarse de los pobres que carecen de lo necesario para la vida humana en este mundo. Como fruto y consecuencia del pecado de los hombres y de su fragilidad natural. Ésta miseria es un mal de que. en la medida de lo posible. Hay que liberar a los seres humanos...

El pan cotidiano que pedimos es para los cristianos también como una figura del pan eucarístico. De este pan divino y de la fuerza que nos regala como fruto del sacrificio de la cruz, debemos tener hambre y sed. "Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, que os da el Hijo del hombre" Jn 6,27.

Por el banquete eucarístico recibimos la verdadera vida inmortal. Por la Eucaristía "signo de unidad" y "vínculo de caridad" 1 Cor 10,17 "no sólo conocemos el amor, sino nosotros mismos comenzamos a amar. Entramos, por así decirlo, en la vía del amor y progresamos en este camino. El amor que nace en nosotros de la Eucaristía, se desarrolla gracias a ella, se profundiza, se refuerza" 

Los que se nutren diariamente con el pan eucarístico deben lanzarse con Jesús a la gran aventura de buscar primero el Reino de Dios, sin preocupación miedosa de la vida, del comer, beber, vestirse etc. "No estéis inquietos, que por todas estas cosas se afanan los gentiles del mundo; y ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de ellas" Lc. 12,29-30.





PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN



PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

 


El pan necesario para cada día nos preserva de la muerte física. El perdón del Señor nos saca de la muerte eterna. Cada día de nuevo necesitamos también este perdón. Nuestra deuda delante de Dios es impagable. Ningún hombre la puede jamás pagar por "su justicia ". "No entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente, Salmo 143,2. La misma situación del hombre pecador describen las páginas del Nuevo Testamento: "Si decimos": 'No tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros" 1 Ju 1,8. No se trata de una u otra ofensa en lo particular, sino que el hombre pecador está en camino hacia el juicio, con la inmensa carga de sus ofensas pasadas y presentes, entre los cuales tienen un lugar importante los pecados de omisión.

Para los paganos de su tiempo y para los hombres neopaganos de nuestro mundo secularizado, que no quieren reconocer el pecado y la responsabilidad personal y social que tenemos delante de Dios, San Pablo compuso un pequeño espejo de citas bíblicas:

No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo.
No hay un sensato,
No hay quien busque a Dios...
Sepulcro abierto es su garganta,
Con su lengua urden engaños.
Veneno de áspides bajo sus labios...
Ruina y miseria son sus caminos.
El camino de la paz no lo conocieron,
No hay temor de Dios ante sus ojos.
Rom 3, 10...

A la gente superficial; que no se quiere convertir dice Jesús: "Generación malvada y adúltera" Mt 12,39. Dios quiere celebrar alianza de fidelidad con su pueblo. La infidelidad a esta alianza es la raíz del pecado. ¿Celebramos la alianza del Nuevo y Eterno Testamento siempre con tal fidelidad?

Únicamente por los méritos de esta preciosísima sangre del Nuevo Testamento, derramada por nosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados, tenemos acceso al Padre, podemos atrevernos a decir: "Perdona nuestras ofensas". La justicia divina exige: "¡Paga lo que debes!" Pero el Hijo Unigénito "canceló la nota de cargo que había contra nosotros... y la suprimió clavándola en la cruz Col 2,14.

Habéis sido comprados por un precio muy alto I Cor 6,20; 7,23, por la sangre del Cordero sin mancha 1 Pe 1,19.
         
Por el sacrificio de la cruz, sacrificio propiciatorio perpetuado en cada Santa Misa, se nos abre el cielo y podemos ver al Padre, rico en misericordia y dispuesto siempre a perdonar. "Movido a compasión el Señor... le perdonó la deuda" (Mt 18,27).

Por su infinito amor con el hijo pródigo, el padre puso algunas condiciones, para que la vuelta del hijo perdido fuera efectiva y duradera.

Primera condición: la contrición

El acto esencial de la penitencia, por parte del penitente, es la contrición, o sea, un rechazo claro y decidido del pecado cometido, junto con el propósito de no volver a cometerlo, por el amor que se tiene a Dios y que renace con el arrepentimiento. La contrición, entendida así, es', pues, el principio y el alma de la conversión, de la metanoia evangélica que vuelve al hombre a Dios', como el hijo pródigo que vuelve al padre, y que tiene en el sacramento de la Penitencia su signo visible, perfeccionador de la misma atrición. Por ello, "de ésta contrición del corazón dependen la verdad de la penitencia".
  
Segunda condición:

La Iglesia fue constituida por Cristo signo e instrumento de salvación. En íntima conexión con Cristo tiene la Iglesia la tarea central de la reconciliación del hombre: con Dios, consigo mismo, con los hermanos, con todo lo creado.

La carta del Papa Juan Pablo II "La Reconciliación y Penitencia" publicada en Adviento del 1984, dice: "Nada puede perdonar la Iglesia sin Cristo y Cristo no quiere nada perdonar sin la Iglesia. Nada puede perdonar la Iglesia sino a quien es penitente, es decir a quien Cristo ha tocado con su gracia; Cristo nada quiere considerar como perdonado a quien desprecia a la Iglesia" Sermón del Beato Isaac de la Estrella.      

Tercera condición:

Como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

Con ninguna petición del Padrenuestro hay tanto peligro de pronunciarla con labios mentirosos. El que no quiere cumplir al pie de la letra con lo que Cristo nos dejó como su testamento y como condición de poder participar en el banquete eucarístico, tiene que oír la advertencia: "Si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas" Mt 6, 15.

Cristo no sólo enseñó el Padrenuestro, él es el primero que lo ha vivido. Cuando sus peores enemigos habían logrado su asesinato como "criminal", su total destrucción física y moral, y estaban en una actitud verdaderamente diabólica burlándose del Señor en su agonía, una de las últimas palabras de Cristo es: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" Lc 23, 34.

Empezando por San Esteban, muchísimos mártires de la Iglesia acabaron su vida con igual acto de perdón a sus enemigos y asesinos. Cuando llevaron al Padre Miguel Pro, S.J. al patíbulo, sus asesinos sabían que era inocente -el detective Quintana le dice al oído: "Padre, perdóneme Usted". El sacerdote mártir contesta: "No sólo te perdono, hermano, sino que te lo agradezco". Sabemos también de otros sacerdotes, sacrificados inocentes durante la persecución religiosa del 1926 al 1929 que murieron en la misma imitación del Señor crucificado.

Para nuestra propia debilidad queda un consuelo. Hasta Pedro, el primer Papa, necesitó cierto tiempo para su radical conversión en este punto. "¿Señor, cuantas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? "Dícele Jesús:

"No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" quiere decir siempre sin límites Mt 18,21-22.

Como médico Cristo nos invita al banquete eucarístico. Somos pecadores y como tales nos reúne en su mesa sagrada. Pero si nos reunimos con el Señor como miembros de su familia, rescatados y nutridos con su sangre, debemos, precisamente por el poder de este manjar sagrado, amar como Cristo amó, debemos sentir la alegría del perdón recibido, como aquella Magdalena, que besó en el banquete los pies de Jesús y ungió su cabeza con aceite Lc 7,36-50. "Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" Mt 5,20.

Debemos producir "dignos frutos de conversión" Lc 3,8 y el perdón a los hermanos y hasta a los enemigos es la condición y el fruto más indispensable para recibir diariamente de nuevo el perdón del Padre Misericordioso.

El fruto más precioso del perdón obtenido en el sacramento de la penitencia consiste en la reconciliación con Dios, la cual tiene lugar en la intimidad del corazón del hijo pródigo, que es cada penitente. Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado: el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su propio ser,... se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún modo; se reconcilia con la Iglesia; se reconcilia con toda la creación.


NO NOS DEJES DE CAER EN TENTACIÓN



NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN


Nuestra vida cristiana es una continua lucha. Debemos pasar por muchos peligros y pruebas. Nuestra amistad con Dios tiene que ser probada y purificada. La anterior petición pedía perdón por todas las infidelidades al amor de Dios en el pasado y en el presente. Ahora pedimos que Dios no permita la caída, la traición en el futuro.

Nuestra obediencia de fe debe ser acrisolada. Por esto Dios permite que todos sus elegidos pasen por momentos de muy dura prueba. En la anáfora núm. uno se menciona a Abraham como "Padre de nuestra fe". En lugar de Eva, que cayó por su culpa en la tentación que Dios había permitido, María prestó como segunda Eva, la inquebrantable y total obediencia a Dios desde el inicio hasta el fin de su vida. "Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que junto a la tentación preparará la salida, para que podáis sobrellevarla" 

¿Cuál es entonces el peligro de las tentaciones? ¿Porqué dice el Señor: "Velad y orad, para que no caigáis en tentación',? Los mismos apóstoles dormidos en el Huerto de los Olivos, nos dan la respuesta. Con sinceridad después de la última cena habían expresado de varias maneras su deseo de fidelidad. Ahora, cuando el Señor necesitaba más su presencia, lo dejaron solo. Se quedaron dormidos y después huyeron. De verdad: "El espíritu está pronto, pero la carne es débil"

Tentación no sólo es prueba, sino que incluye el peligro de la caída y de la traición. El mismo Jueves Santo, en el banquete sagrado nos dice la escritura, mencionando a Judas: "Tras el bocado entró en el Satanás". Esta caída total no vino de golpe. Se preparó por la misma culpa de Judas, que ya desde la multiplicación de los panes era de aquellos que perdieron la fe, que se escandalizaron de Jesús, porque no correspondía a la imagen del Mesías, que ellos mismos se habían fabricado. La debilidad de la carne tiene muchas variedades. El apóstol San Juan habla de la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas.

El Documento de Puebla habla de los ídolos del poder, del placer y de las riquezas. Quienes se entregan a esta idolatría caen necesariamente. "Los que quieren enriquecerse caen en la tentación, en el lazo y en muchas codicias insensatas y perniciosas que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición"

Católicos valientes con un corazón indiviso, que saben resistir a las tentaciones del secularismo, de la manipulación masiva, a la fascinación de las diversiones, no surgen de hoya mañana. Surgen de hogares católicos, donde los padres de familia dan ejemplo de austeridad y abnegación por amor de Cristo, donde se educa a los hijos a la lucha cristiana, a la "vida en el espíritu" como dice San Pablo.

Si falta este espíritu, surgen sólo unos flojos, que caerán en las primeras grandes tentaciones de la vida. Los que nunca tomaron decisiones... sobre ellos deciden otros.

Una tentación peligrosa es la entrega a la desesperación y hasta al suicidio. La total desconfianza de Dios, de su amor misericordioso. Judas cayó en esta trampa mortal.

Si uno, durante muchos años de vida, oyó sólo la voz del seductor: "Para ti todo está permitido", el día que despierta de su maldad fácilmente oye otra voz, que le dice ahora: "Para ti ya no hay ¡perdón". Una profunda mirada a la Cruz del Señor, un beso a esa señal siempre eficaz de misericordia, un solo grito sincero: "¡Jesús, misericordia!" salva de esta desesperación.

¿Cuáles son los remedios que el Señor nos regaló para no caer en la tentación?

Por propio esfuerzo nadie vence las tentaciones graves de la vida. Cristo "compartió en todo, nuestra condición humana, menos en el pecado" Por nosotros los hombres y por nuestra salvación aceptó también las tentaciones del diablo. No sólo en el desierto, no sólo en el Huerto de los Olivos sino hasta en su agonía se oye la voz del tentador, que quiere desviar a Cristo de la voluntad del Padre: "Baja ahora de la cruz para que veamos y creamos"

En previsión de su victoria en la Cruz el Señor dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo". El mismo que quiso provocar la caída de Cristo y quiere influir en nuestras caídas, cayó para siempre. Sobre los que son de Cristo Jesús, ya no tiene dominio. Por la victoria de Cristo el poder del diablo es relativo y por poco tiempo. 

Quien es fiel a Cristo y a la Iglesia se reviste de las armas de Dios y puede resistir a las asechanzas del diablo. La confesión sacramental es un "tomar las armas de Dios", pero también en cada Santa Misa, somos fortalecidos por Jesús, nuestro sumo Sacerdote compasivo, quien "con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que obedecen".

La tentación puede tener su hora especial, su momento, su día. Ninguno tiene certeza de ser fiel hasta la muerte y recibir la corona de la vida. Debemos vigilar mucho y huir de las ocasiones de pecado, como dice San Pablo al joven Timoteo: "Tú, hombre de Dios, huye de estas cosas". Para San Agustín, el diablo es como un perro encadenado. Puede morder sólo a quien se acerca con premeditación, a quien busca la ocasión de pecado. Quienes en contra de su voluntad son tentados tienen la promesa: "¡Feliz el hombre que soporta la prueba! Superada la prueba, recibirá la corona de la vida que ha prometido el Señor a los que aman".

"Estad en vela, pues, orando en todo tiempo, para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir". Esta oración "en todo tiempo" debe dirigirse en forma especial a María Santísima. Un verdadero siervo de María no perecerá en las tentaciones. "Con su amor materno cuida a los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz".

Tentaciones que amenazan a los jóvenes. 

Ser verdaderamente libres no significa de modo alguno hacer todo aquello que me gusta o tengo ganas de hacer. La libertad contiene en sí el criterio de la verdad, la disciplina de la verdad. Ser verdaderamente libres significa usar la propia libertad para lo que es un bien verdadero. Continuando, pues, hay que decir que ser verdaderamente libres significa ser hombres de conciencia recta, ser responsable, ser un hombre "para los demás"...

...Quiero aludir a la tentación del criticismo exasperado que pretende discutir y revisar todo; o del escepticismo respecto de los valores tradicionales de donde fácil mente se puede desembocar en una especie de cinismo desaprensivo cuando se trata de afrontar los problemas del trabajo, de la carrera o del mismo matrimonio. Y ¿cómo callar ante la tentación que representa el difundirse -sobre todo en los países más prósperos- de un mercado de la diversión que aparta de un compromiso serio en la vida y educa a la pasividad, al egoísmo y al aislamiento? Os amenaza. amadísimos jóvenes, el mal uso de las técnicas publicitarias. que estimula la inclinación natural a eludir el esfuerzo, prometiendo la satisfacción inmediata de todo deseo. mientras que el consumismo, unido a ellas, sugiere que el hombre busque realizar a sí mismo sobre todo en el disfrute de los bienes materiales.

Algunos de vosotros podéis sentiros tentados a huir de vuestra responsabilidad; en lo:;' ilusorios mundos del alcohol y de la droga en efímeras relaciones sexuales sin compromiso matrimonial o familiar, en la indiferencia, el cinismo y hasta la violencia. Estad alerta contra el fraude de un mundo que quiere explotar o dirigir mal vuestra energía y ansiosa búsqueda de felicidad y orientación.