martes, 30 de junio de 2015

JESÚS CALMA AL MAR Y AL VIENTO



Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. Acercándose a Él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!»


Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?» y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma.


Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



El Evangelio de hoy es un reflejo de nuestra propia vida. ¿Cuántas veces hemos sufrido problemas que nos han turbado y quitado la paz mientras parecía que Dios estaba dormido? No pocas veces hemos gritado a Dios porque creíamos hundirnos. Pero miremos la reacción de Jesús: reprocha nuestra falta de fe. Lo contrario de la fe y del amor no es el odio, sino nuestra cobardía.

“Jesús, tengo fe pero dudo, ayuda a mi pobre fe”

Jesús no nos deja de la mano, pero a veces parece que está dormido. Esto nos hace ser más fuertes, nos provoca para que andemos por nosotros mismos a la luz de la fe. Si no sentimos consuelo en la oración creemos que Dios está lejos de nosotros y nos echamos atrás. Sin embargo, Jesús es nuestro tesoro, y los tesoros están ocultos. Hay que pasar por los desiertos de la sequedad y monotonía en la oración. Hay que ser valientes en esas noches en las que no vemos ni sentimos nada. Muchos se desesperan y se cansan. Los valientes llegan hasta el final y Dios premia sus ansias y su amor, su fidelidad.


¿Me canso en la oración y creo que en vez de caminar hacia Dios estoy retrocediendo? Si es así es que vas en la barca con Jesús, que no tenga que reprochar nuestra cobardía. Da gracias porque viene con nosotros en medio de la tempestad y de la noche.



Señor, tanto si me respondes como si no, quiero seguir invocándote, invocándote sin cesar, bajo las bóvedas de la asidua oración. 

Tanto si vienes como si no vienes, quiero seguir confiando en Ti: sabiendo que entras en mi interior a poco que abra el corazón a ti y al hermano. 

Tanto si me hablas como si no,  no permitas que me canse de invocarte.

Aunque no me des la respuesta que espero, que no dude de que, de un modo u otro, discretamente, te dirigirás a mí. 

En la oscuridad de mis oraciones más profundas, sé que estás cerca, aunque no te sienta. 

En medio de la danza de la vida, de la enfermedad y de la muerte, ayúdame a invocarte sin descanso,  sin caer en la desconfianza por tu aparente silencio,

Dame una fe recia para esperar tu palabra, tu presencia, tu paz.

Amén 

lunes, 29 de junio de 2015

Y USTEDES ¿QUIEN DICEN QUE SOY?



Al llegar a la región de Cesárea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?»


Ellos le respondieron: «Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas».


«Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?» Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo».


Y Jesús le dijo: «Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo».

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Los Evangelios dejan clara la preponderancia de Pedro sobre los demás apóstoles. En el Evangelio de hoy, Pedro confiesa la fe en Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios vivo y es elegido por Jesús como la piedra sobre la que se edificará la Iglesia. No sabemos por qué Jesús elige a Pedro y no a otro, pero lo cierto es que se fija en él para apacentar a su rebaño y confirmar a los hermanos en la fe.


2000 años después, es Francisco el que continúa la misión que Jesús dio a Pedro.

No falte hoy nuestra oración por el Papa y por todas aquellas personas e instituciones que le ayudan en su tarea.


Aunque el Evangelio de hoy no hable de San Pablo, hoy también celebramos su fiesta. San Pablo es el perseguidor convertido en evangelizador, el que lleva el Evangelio a nuevos pueblos, con nuevos lenguajes, el animador de las comunidades que fundaba...


Damos gracias a Dios por Pablo y por todos los evangelizadores que la Iglesia ha tenido y tiene. Pedimos por la Iglesia, para que no pierda pulso misionero, por nosotros mismos, para que seamos capaces de comunicar la fe que hemos recibido a las personas con las que convivimos.


Te doy gracias, Señor, porque cuentas conmigo, a pesar de mi pequeñez y mi pecado.

Cuentas conmigo y me llamas, como llamaste a Pedro, un pescador sencillo, apasionado, bravucón, que se creía más fuerte que sus compañeros.

Cuentas conmigo y me llamas, Como llamaste a Pablo, Un fariseo inteligente, fanático, intransigente, que quería acabar con los que no pensaban como él.


Te doy gracias por Pedro y por todas las personas que son piedra en la que se apoya nuestra vida y nuestra fe.

Te doy gracias por Pablo y por todas las personas que comparten la alegría y la novedad de la fe cristiana.

Te doy gracias porque cambiaste el corazón de Pedro. Gracias a tu perdón, Pedro lloró sus pecados se hizo más humilde y se dejó guiar por ti.


Gracias a tu cercanía, Pablo se cayó del caballo de sus prejuicios y descubrió que tu grandeza se muestra en nuestra debilidad.

También a mí me has cambiado, Señor. Gracias.

Que sepa acercarme cada día a Ti, para que puedas acabar la obra que has comenzado en mí y sepa contagiar la alegría de sentirme amado por Ti.

Amén

sábado, 27 de junio de 2015

SEÑOR, NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI CASA, PERO SOLO BASTA UNA PALABRA



Al entrar en Cafarnaúm, se acercó a Jesús un centurión, rogándole: «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». Jesús le dijo: «Yo mismo iré a sanarlo».


Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: "Ve", él va, y a otro: "Ven", él viene; y cuando digo a mi sirviente: "Tienes que hacer esto", él lo hace».


Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes». Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído». Y el sirviente se sanó en ese mismo momento.


Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de éste en cama con fiebre. Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.


Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y Él, con su palabra, expulsó a los espíritus y sanó a todos los que estaban enfermos, para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:


"Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades".

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Sorprendió a Jesús la fe la fe del centurión. Quedó admirado: “En Israel no he encontrado en nadie tanta fe”. Relee el texto, imagina la escena, ponte en el lugar del centurión. Es impresionante.

La fe es la puerta por la que Dios se adentra en nuestras vidas, es la ventana por la que entra en el alma la luz y el calor del amor de Dios, es el permiso que Dios nos pide para poder hacer maravillas en nuestro corazón.

La fe es don de Dios. Un don que debemos pedir con insistencia.

La fe es un talento, un regalo que Dios ha puesto en nuestras manos para que pueda crecer con nuestro cuidado. La fe se alimenta en la comunidad cristiana, crece con la oración y la formación. Y sobre todo, la fe se desarrolla cuando nos la jugamos por Jesús y tenemos la experiencia de que Él nunca falla.

Aquel centurión no pedía para sí mismo, pedía para su criado. La fe es invencible cuando se une a la generosidad.

He oído hablar de Ti, Señor, y ando tras tus pasos hace tiempo porque me seducen tus caminos; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.

Te admiro en secreto, te escucho a distancia, te creo como a nadie he creído; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.

Ya sé que no hay castas ni clases, que todos somos hermanos a pesar de la cultura, de la etnia y el talle; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.

Sé que lo puedes hacer, pues tu poder es más grande que mí querer.

Sabes que anhelo abrazarte y conocerte; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.

Agradezco que vengas a verme, que quieras compartir techo, costumbres, esperanzas y preocupaciones; pero yo no soy quién para que entres en mi casa.

Amén

jueves, 25 de junio de 2015

SEÑOR, SEÑOR, ¿ACASO NO PREOFETIZAMOS EN TU NOMBRE?



Jesús dijo a sus discípulos:


«No son los que me dicen: "Señor, Señor", los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.


Muchos me dirán en aquel día: "Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?"


Entonces Yo les manifestaré: "Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal".


Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.


Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande».


Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, porque Él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



Hoy el Evangelio nos recuerda que ser cristiano es vivir de acuerdo con la Palabra de Dios, es cumplir la voluntad de Dios en cada momento del día. Sin embargo, muchas veces nos conformamos con rezar, con ir a misa...  Olvidamos ser cristianos en la familia, en el lugar de estudio o trabajo, con los amigos... En definitiva, somos cristianos a ratos, cuando nos resulta más sencillo y menos arriesgado. Y ponemos mil excusas para justificarnos.


A veces nos asusta "cumplir la voluntad de Dios". Parece que vamos a perder nuestra libertad. Tenemos miedo de escuchar a Dios, no vaya a ser que nos pida hacer lo que no nos apetece. La experiencia de los que se fían de Dios y cumplen su palabra nos dice más bien lo contrario. Aunque parezca incomprensible para la razón, la experiencia nos enseña que cuanto más obedeces a Dios, más libre eres. ¿Ha habido alguien más obediente al Padre que Jesús? No. ¿Ha habido alguna persona más libre que Jesús? Nadie. ¿Queremos seguir su ejemplo? Pedimos al Espíritu que nos ayude a avanzar por este camino.


Siguiendo la voluntad de Dios, no estamos a salvo de vientos, lluvias y ríos desbordados. Los problemas llegan a todos. Es más, en ocasiones las dificultades vendrán precisamente por vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. Entonces surgen las dudas y crecen las ganas de seguir otros caminos más fáciles... ¿Qué hacer? Confiar en Jesús: él está con nosotros y nuestra casa, nuestra vida no se hundirá.



Cantar tu nombre, Señor, con palabras, pero sobre todo con vida.


Contar tu historia, Señor, con relatos, pero sobre todo con vida.


Repetir tu enseñanza, Señor, con historias, pero sobre todo con vida.


Traer tu esperanza, Señor, con promesas, pero sobre todo con vida.


Construir tu Reino, Señor, con proyectos, pero ante todo con vida.


Porque una vida que te canta y que te cuenta, que te anuncia y te acerca, es una vida plena.

Amén

miércoles, 24 de junio de 2015

ISABEL DIJO: "NO,DEBE DE LLAMARSE JUAN"



Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.


A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan».


Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre».


Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Éste pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan».


Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.


Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.


El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor? 

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



Leyendo el Evangelio del Nacimiento de Juan Bautista llama la atención la importancia que se da al nombre del recién nacido.

Juan procede del hebreo Yo-hasnam, con el significado de "Dios es misericordioso". Otra etimología muy cercana es la de Jo-hanan o Jo-hannes, que significa "Dios está a mi favor".

Juan era el nombre que mejor reflejaba lo que significaba el nacimiento de aquel niño para sus padres. Dios ha cumplido su palabra: Isabel había tenido un hijo en su ancianidad. Sentían que el nacimiento de Juan era una bendición de Dios para ellos y para todo el pueblo.

Dios también bendice tu vida, es misericordioso contigo, con la humanidad. ¿Qué dices a Dios?



El mismo Jesús atestigua la importancia de San Juan Bautista: “Entre los nacidos de mujer, nadie más grande que Juan el Bautista". Por otra parte, es el único santo del que se celebra el nacimiento, coincidiendo con el solsticio de verano, cuando los días son más largos y las noches más cortas.

Recordemos algunos rasgos de su vida:

  Juan llama a la conversión: Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos...        Dad, pues, fruto digno de conversión.

   No busca protagonismos: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él. El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. Es preciso que él crezca y que yo disminuya.

   Anuncia la venida del Mesías y señala su presencia: Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de  llevarle las sandalias. He ahí el Cordero de Dios. He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.

  No tiene miedo: Herodes había prendido a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel, por causa de Herodías, la mujer  de su hermano Filipo. Porque Juan le decía: «No te es lícito tenerla.»

  Vivió la pobreza y la austeridad: Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre.

¿Qué te dice Dios a través de la vida de Juan Bautista? ¿Qué le dices?



Señor, Tú eres Dios compasivo y misericordioso.

Estás a nuestro lado. Siempre, sin apartarte jamás.

Estás de nuestra parte. Siempre, pase lo que pase.

Estás al lado de cada persona, de todas las personas.



Tu gloria es que todos tus hijos seamos felices, viviendo como hermanos que aman y se ayudan, como hijos tuyos, que se dejan cuidar por ti, que siembran justicia, paz y verdad en el mundo.



Gracias, Señor, por Juan y por todas las personas que, con su presencia, su cariño y su palabra, me recuerdan que Tú eres favorable y estás de mi parte.

Gracias por… (Recuerdo sus nombres).



Señor, Tú me has llamado, como a Juan, para que, a pesar de mi pequeñez y mis pecados, yo sea una bendición para mi familia y mis amigos, para mi comunidad cristiana y para el mundo.



Tu mano acompañaba a Juan y me acompaña a mí.

Tus manos de alfarero me formaron de barro y espíritu.

Tus manos de madre me acarician y protegen.

Tus manos de pastor me conducen a la vida eterna.

Amén

martes, 23 de junio de 2015

ENTREN POR LA PUERTA ESTRECHA



Jesús dijo a sus discípulos:

No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.

Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.

Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas a los cerdos. ¡Qué duras son las palabras de Jesús! Son tan duras como verdaderas. A veces ofrecemos lo mejor de nosotros mismos, los tesoros de nuestra fe, las perlas de nuestra intimidad a personas que, con culpa o sin ella, no están  capacitadas para comprender, para acoger con respeto, para valorar el don que se les ofrece.
No nos quiere decir Jesús esas personas no merezcan nuestro amor. El amor debe ser generoso, pero no puede ser ciego, ha de ser inteligente. Un amor ciego no ayuda ni al amante ni al amado.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Para actuar así hay que ponerse en la piel del otro, descubrir las necesidades profundas y tratar de responder a esas necesidades. No significa simplemente dar a cada uno lo que pide. A veces necesitamos ánimo, otras veces freno; en algunas ocasiones precisamos comprensión, en otras crítica; hay momentos en los que nos hace bien un pellizco y en otros un caricia...

Tratad a los demás como queréis que ellos os traten.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Entrad por la puerta estrecha y avanzad por el camino angosto. Entrad porque conducen a la Vida.

¿Cómo son las puertas y el camino de tu vida? ¿A dónde conducen? ¿Qué le dices a Dios?

Mi equipaje será ligero, para poder avanzar rápido.

Tendré que dejar tras de mí la carga inútil: las dudas que paralizan y no me dejan moverme.

Los temores que me impiden saltar al vacío contigo.

Las cosas que me encadenan y me aseguran. Tendré que dejar tras de mí el espejo de mí mismo, el “yo” como únicas gafas, mi palabra ruidosa.

Y llevaré todo aquello que no pesa: Muchos nombres con su historia, mil rostros en el recuerdo, la vida en el horizonte, proyectos para el camino.

Valor si tú me lo das, amor que cura y no exige. Tú como guía y maestro, y una oración que te haga presente:

“A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío, no me dejes. Enséñame tu camino, mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas. Ilumina mi vida, porque espero en ti".

Amén