martes, 2 de junio de 2015

DALE AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR Y A DIOS LO QUE ES DE DIOS



Le enviaron a Jesús unos fariseos y herodianos para sorprenderlo en alguna de sus afirmaciones. Ellos fueron y le dijeron: «Maestro, sabemos que eres sincero y no tienes en cuenta la condición de las personas, porque no te fijas en la categoría de nadie, sino que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios. ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no? ¿Debemos pagarlo o no?»


Pero Él, conociendo su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tienden una trampa? Muéstrenme un denario».


Cuando se lo mostraron, preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?».


Respondieron: «Del César».


Entonces Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».


Y ellos quedaron sorprendidos por la respuesta.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



Querían cazar a Jesús y comienzan la conversación echándole piropos. ¡Que peligrosas son las palabras cuando no responden a los sentimientos del corazón!

“Transforma nuestro corazón de piedra en un corazón de carne”

“Señor, cura y perdona nuestra mentira”

“Gracias porque tú no has venido a cazarnos, sino a salvarnos”


Dice un autor: “Grave error: di al Cesar lo que es de Dios y a Dios lo que es del Cesar”. Tenemos que reconocer que muchas veces caemos en esta equivocación. Ofrecemos a las cosas y a las personas el corazón entero, toda la vida. Y sin embargo a Dios le damos unas migajas.

Sólo Dios merece nuestro corazón. En el corazón está grabada su imagen mucho más profundamente que lo está la imagen del César en un denario.


También nosotros sabemos, Jesús, que Tú eres sincero, que enseñas el camino que nos lleva a Dios, el camino verdadero que nos da paz y felicidad.

Queremos escucharte hoy con un corazón atento, con una voluntad decidida para recorrer tu camino.

Tú no nos engañas, Tú hablas con claridad.

Nos adviertes del peligro de construir mal nuestra vida de ofrecer al César (a cualquier ídolo) lo de Dios y a Dios lo que les corresponde a las cosas y a las personas.


Sin embargo, a veces nos engañamos, nos equivocamos: te queremos contentar con unas monedas, una oración, una reunión o un compromiso; para que nos dejes tranquilos y no nos pidas más.

Y damos nuestro trabajo y nuestra vida a otros "dioses": a las aficiones, a los caprichos, al placer, al dinero, a la fama, a la moda o al poder; diosecillos que nos exigen mucho y no dan nada bueno.


Para ser felices, hemos de agradecerte la vida que nos has dado y corresponder al inmenso amor con que nos cuidas.

Por eso, queremos ofrecerte con amor la vida entera: el tiempo de trabajo y de diversión, el tiempo compartido con la pareja y con las amistades, el tiempo que pasamos en el barrio y en la familia.


Y lo grande es que dándotelo todo, no perdemos nada, ganamos todos, nosotros mismos y cuantos nos rodean.

Danos tu Espíritu para dar al César lo que es del César y a Dios, nuestro Padre, la vida entera.

Amén

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