sábado, 30 de abril de 2016

EL SERVIDOR NO ES MÁS GRANDE QUE SU SEÑOR



A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:

Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.

Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya.

Pero como no son del mundo, sino que Yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.

Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor.

Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.

Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

¿Qué es el mundo en este evangelio? No se refiere a aquello que está fuera de la religión o de la Iglesia. El mundo es la parte de humanidad, de nosotros mismos que se opone al plan de Dios. Todos somos un poco mundo. Nadie es bueno del todo o malo del todo.

“Señor, danos sabiduría para descubrir el mundo que me rodea”

“A veces también yo estoy en contra de tu proyecto. Perdóname”

Por eso, cuando emprendemos trabajamos por el Reino de Dios, cuando nos comprometemos en favor de los demás, cuando queremos seguir en serio a Jesús, nos tropezamos con dificultades en nuestro propio corazón, en la familia, en la sociedad y hasta en la Iglesia. No nos debe extrañar. Jesús nos lo advierte con claridad: Si a mí me han perseguido, a vosotros también os perseguirán.

“Jesús, enséñame a encajar las dificultades, como tú, dame misericordia para perdonar a los que me persiguen, como tú, concédeme fuerza para ser fiel al Padre y a su Reino, contigo”

Señor: ¡Ahora si que es demasiado, ya no puedo más!

Estoy agotado, consumido de dolor, agobiado de cargas, doblado por el esfuerzo, humillado por mis hermanos, incomprendido por mis amigos.

Siento ganas de huir, de escapar de todo lo que me hace sufrir.

Compréndeme, Señor: He compartido mis conocimientos y me han rechazado con desprecio.

He ofrecido mi ternura y me han respondido con insultos.

He trabajado por la concordia y me han arrinconado sin motivo.

He invertido mi tiempo por mejorar el mundo y muchos sospechan de mis intenciones.

He anunciado tu amor y tu cercanía y me miran como a un bicho raro.

¡Ah, Señor! ¿No es todo demasiado injusto? Señor, ayúdame a comprender mis fracasos, a darme cuenta de que si a ti te han rechazado también a mi me rechazarán.

Ayúdame a reconocer y a pedir perdón  porque también yo hago sufrir a personas buenas.
Señor, Tú me comprendes, porque también Tú fuiste rechazado, tuviste la sensación de que tu entrega era inútil, sufriste la tentación de no beber el cáliz de la pasión y quisiste refugiarte en la casa de los placeres sin compromiso.

Pero Tú seguiste adelante, venciste al fracaso, al miedo, a la comodidad y al egoísmo.

Y ofreciste tu vida sin regateos, lo diste todo, te diste del todo.

Señor, ayúdame a escuchar tu susurro que me dice: "Ánimo. No tengas miedo. Sigue adelante.

Yo he vencido incluso a la muerte.

Y tú también vencerás.

Las semillas que sembraste darán el ciento por uno y yo compartiré contigo mi vida resucitada"

Amén

miércoles, 27 de abril de 2016

LA COSECHA ES MUCHA Y LOS TRABAJADORES POCOS



Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos:

«La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 



Jesús recorría todas las ciudades y las aldeas, enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio. 

Una cosa es predicar y otra es enseñar; aunque estas se parecen mucho, no son iguales, es por esto que la actitud hacia ellas hace una gran diferencia.

Predicar tiene que ver con alguien que habla el mensaje esencial del evangelio, alguien que va a un lugar y habla y no tiene responsabilidad con las personas que escucha, mientras que enseñar toma mas tiempo y es por lo regular mas pausado y mas profundo en el pensamiento pero sobre todo, lo mas esencial de enseñar es que es una actividad habitual a un grupo de personas. Jesús tenía ambas actitudes.  Vemos en estos texto que Jesús tenia la costumbre de recorrer todas las ciudades, barrios, provincias, enseñando y predicando, enseñando en la sinagogas y predicando a las personas comunes, para El era algo normal en su vida. 

Nosotros muchas veces no tenemos este tipo de responsabilidad y mucho menos este tipo de actitud, solo nos enfocamos en la predicación o evangelización cuando tenemos en nuestro horario el tiempo de hacerlo, no nos enfocamos en que hay que hacer ambas cosas, no solo en el ministerio que estas involucrado, sino en todos los lugares donde caminas. Imagínate si nosotros tuviéramos la actitud de Jesús de enseñar y predicar donde quiera que vayamos.

Predicar en nuestros trabajos, escuelas, universidades, actividades recreativas, el metro, autobús, carros públicos, taxi, en todo lugar donde nos encontremos.

Pero la realidad es que no es así, tenemos esta actividad segmentada en un tiempo especifico, y solo predicamos o enseñamos cuando tenemos "la ropa" de predicar, o sea; hoy tengo actividades en la iglesia o en ministerio, entonces hoy me pongo "la ropa" de enseñar y predicar.


Amén

martes, 26 de abril de 2016

ME VOY Y VOLVERÉ CON USTEDES



A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo.

¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: «Me voy y volveré a ustedes».

Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que Yo.

Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean.

Ya no hablaré mucho más con ustedes, porque está por llegar el Príncipe de este mundo: él nada puede hacer contra mí, pero es necesario que el mundo sepa que Yo amo al Padre y obro como Él me ha ordenado.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


La Paz es un don de la Pascua, de Jesús resucitado. No nos la da como la da el mundo a cambio de injusticias y sometimientos. La Paz de Jesús es gratis. Jesús nos ofrece la Paz con Dios, la Paz con los hermanos, con la creación, con nosotros mismos.

“En mi corazón Señor hay mucha violencia, dame tu Paz”

“A veces me cuesta aceptarme, perdonarme; dame tu Paz”

“Gracias Señor por el don de la Paz”

Los apóstoles están tristes porque el Maestro les anuncia su marcha. Y Jesús les dice: “Si me amaráis, os alegraríais”. A todos nos cuesta ver cómo se alejan las personas amadas. Pero no tenemos en propiedad a los amigos, ni a la familia. Tampoco pertenecemos a nadie, sólo a Dios. Y Dios respeta nuestra libertad; es más, la multiplica. Tú y yo, y cada persona tiene el derecho y el deber de seguir su camino, de cumplir su vocación.

“Danos Señor un amor limpio, que no provoque dependencias”

“Ayúdanos a encontrar y seguir el camino que nos conduce a Ti”

“Perdona Señor nuestros intentos de dominar, de quitar libertad”

“Gracias por habernos creado libres, por querernos siempre”

“Cura el pecado que hiere y mata la libertad y la felicidad"

Pedimos la Paz del resucitado con esta oración del Obispo Pedro Casaldáliga:

Danos, Señor, aquella Paz extraña que brota en plena lucha como una flor de fuego; que rompe en plena noche como un canto escondido; que llega en plena muerte como el beso esperado.

Danos la Paz de los que andan siempre, desnudos de ventajas, vestidos por el viento de una esperanza núbil.

Aquella Paz del pobre que ya ha vencido el miedo.

Aquella Paz del libre que se aferra a la vida. La Paz que se comparte en igualdad fraterna como el agua y la Hostia.”

Amén


lunes, 25 de abril de 2016

EL QUE CREA Y SE BAUTICE, SE SALVARÁ



Jesús resucitado se apareció a los Once y les dijo:

«Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que no crea se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán».

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


San Marcos se dejo seducir por Cristo. El amor de Dios llenaba su corazón de alegría, una alegría que tenía que compartir. Entendió enseguida que ser cristiano es ser anunciador de una Buena Noticia: escribió con sencillez su Evangelio y lo anunció con todas las fuerzas de su alma. ¿Evangelizas? ¿Cómo lo haces? ¿Con qué palabras y con qué gestos? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

El que crea y se bautice se salvará, será más feliz, su vida tendrá sentido, su esperanza será más fuerte, tendrá más fuerza para amar, para perdonar, para entregar su vida…

“Gracias Señor por el don de la fe y del bautismo”

Echarán demonios: mentiras, injusticias, guerras, discordias… Hablarán lenguas nuevas: el testimonio, la entrega, la dulzura…. Cogerán serpientes y beberán venenos: incomprensiones, rechazos, insultos… y no les hará daño.

Es fácil amar lo amable, rozar lo bello, admirar brillos y fachadas, agujero negro de miradas distraídas; aplaudir lo exitoso, jalear lo apuesto, empujar aún más alto lo que no toca techo.

Difícil es adentrarse en el caos oculto tras el rostro cordial.

Deambular por las estancias pobladas por demonios de dentro, las memorias que encadenan nuestro vuelo a derrotas pasadas, los amores difíciles, las batallas perdidas, los gritos que, sin darlos, martillean en cada rincón.

Difícil, pero posible.

Todos necesitamos, alguna vez, alguien que toque, con ternura, nuestras cicatrices.

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». Con estas palabras, Jesús, te diriges a cada uno de nosotros. Quieres que contagiemos la alegría de encontrarte, el gozo de la fe, de sentirnos amados por ti; para que todos te conozcan, te amen y sean más felices. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte.

¿Dónde nos envías, Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envías a todos. El evangelio es para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. También para quien parece más lejano, más indiferente. Tú buscas a todos, quieres que todos sientan el calor de tu misericordia y de tu amor.

Señor, no tengo ninguna preparación especial y a veces soy una calamidad. Como Jeremías, yo también te digo: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». Y tú me dices lo mismo que dijiste a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte». «No tengáis miedo», nos dices. Cuando vamos a anunciarte, Tú mismo vas por delante y nos guías. Nunca nos deja solos, nunca dejas solo a nadie. Nos acompañas siempre.

Jesús, no nos has dicho: «Ve», sino «Id». Nos envías juntos, en grupo, en comunidad, en iglesia. Juntos hacemos frente a los desafíos. Juntos somos fuertes. Juntos descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos.

Nos envías para servir. Evangelizar no son sólo palabras, es dejar que nuestra vida se identifique con la tuya, es tener tus sentimientos, tus pensamientos, tus acciones. Y tu vida, Jesús, es una vida para los demás, es una vida de servicio. Ayúdanos a superar nuestros egoísmos, para servir, inclinándonos para lavar los pies de nuestros hermanos, como tú hiciste, como tú haces, Jesús.

Danos un corazón que sepa acoger la fuerza que nos ofreces para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo. Gracias, Jesús, porque, a pesar de nuestras miserias, cuentas con nosotros, cuentas conmigo.

Amén

sábado, 23 de abril de 2016

YO ESTOY EN EL PADRE Y EL PADRE ESTÉ EN MÍ



A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:

«Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».

Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».

Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?

El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo dices: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?

Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras.

Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que Yo hago, y aún mayores, porque Yo me voy al Padre.

Y Yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si ustedes me piden algo en mi Nombre, Yo lo haré».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


“Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre”. Nunca acabamos de conocer a Jesús, nunca acabaremos de conocerlo. Su grandeza no cabe en nuestra pequeña cabeza, pero podemos conocerlo cada día mejor.

Eres otra cosa, Jesús.

Eres otra cosa. ¿Quién ha dicho que Tú eres triste, serio, aguafiestas y exigente?

¿Quién ha dicho que el Evangelio está reñido con la alegría y la fiesta?

¿Quién ha dicho que la fe es una carga inútil de normas y leyes que ya no rigen?

¿Quién ha dicho que tu mensaje es una cadena con manto de rosas y promesas huecas?

Tanto tiempo contigo, trabajando en tu viña, hablando de nuestras vidas, y no te entendemos.

Tenemos que cambiar de pies a cabeza nuestras glándulas resecas, nuestros miembros sin juego, nuestras arterias rotas, nuestra mente cerrada, nuestro corazón viejo.

Beber vino nuevo y exponemos al viento de tu Espíritu sólo con el manto que Tú nos has tejido. Romper esquemas, y adquirir estilo, forma y mentalidad nueva para entenderte y gozarte.

Tanto tiempo contigo, oyendo tus risas, compartiendo tus fatigas, y no te entendemos, porque seguimos siendo fariseos, ayunando de tu Evangelio, y no nos atrevemos a emborrachamos contigo.

Eres otra cosa, Jesús. Eres otra cosa.

“Yo estoy en el Padre y el Padre en mi”. Dios es un misterio de comunión, de amor. El Padre está en corazón del Hijo y del Espíritu. El Hijo está en el corazón del Padre y del Espíritu. El Espíritu está en el corazón del Padre del Hijo. Nuestras palabras se quedan muy cortas para describir el misterio de Dios.

Pero lo más importante no es tratar de tratar de comprender desde fuera este misterio, lo más importante es aceptar la invitación de Jesús nos a entrar dentro de este misterio de comunión, de amor. También podemos decir a nuestro modo: “yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”.

“Gracias Señor por abrirnos las puertas de tu intimidad”

“Gracias porque en tu corazón, yo estoy también presente”

“Señor, quiero acogerte en mí como tú me acoges”

“Señor, danos tu Espíritu para que en nuestro corazón haya sitio para todos"

Quien te ve a ti, Jesús, ha visto a Dios Padre.

Tus palabras son las palabras creadoras del Padre.

Tus milagros reflejan el poder salvador del Padre.

Tus lágrimas brotan de los ojos compasivos del Padre.

Tu perdón nace del corazón misericordioso del Padre.

Tu muerte en la cruz revela el amor generoso del Padre, que no se reserva lo más querido, que se entrega del todo.

Tu resurrección es un soplo de la vida del Padre, que renueva a cada persona y al universo entero.

Gracias, Jesús, por derribar nuestras ideas de Dios, tan cortas como nuestros miedos y deseos.

Gracias por revelarnos el verdadero rostro de Dios.

Gracias por salvarnos del miedo a Dios y al futuro.

“Señor, transforma mis sentimientos, pensamientos y comportamientos; a fin de que, unido a ti, mi vida sea también transparencia de las palabras, la fuerza, el perdón y el amor del Padre”

Amén