martes, 20 de diciembre de 2016

ALÉGRATE MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA



El Ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María.

El Ángel entró en su casa y la saludó, diciendo:

«¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo».

Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo.

Pero el Ángel le dijo:

«No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin».

María dijo al Ángel:

«¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?»

El Ángel le respondió:

«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».

María dijo entonces:

«Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mí según tu palabra».

Y el Ángel se alejó.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Para que Jesucristo naciera hace 2000 años, Dios necesitó el "si" de una mujer: María. Para que Dios nazca hoy en ti, en tu familia, en tu mundo, Dios necesita tu "si"  

¿Escuchas su propuesta?

Dios quiere nacer y quiere que tú lo des a luz. ¿No te lo crees? ¿Te parece una bobada? ¿Te parece imposible? Recuerda: para Dios nada hay imposible, El Espíritu de Dios vendrá sobre ti...

Haz de nosotros lo que Tú quieras, Señor; que nosotros queremos ser como María. Pero, aunque pretendemos darte un sí, a veces el miedo nos frena, en otras ocasiones estamos inseguros, también nos dejamos llevar por la comodidad o por lo que hace la mayoría y nos escapamos de tu camino.

Pero queremos decirte un sí rotundo: a tu forma de tratar a la gente, a tu sensibilidad para todos, a tu sencillez más total, a tu manera de servir, a intentar ser los últimos, a cuidar a los más frágiles, a levantar a los caídos, a liberar a los angustiados, a poner alegría en los desanimados, a ilusionar a los deprimidos, a curar a nuestros enfermos, a jugar como los niños y a cuidar la amistad contigo.

Señor, de verdad que sí, que queremos ser de los tuyos, que intentamos vivir a tu manera, aunque demasiadas veces se nos olvida.

Llévanos fuerte de tu mano y ayúdanos a sentir la alegría de quienes se dejan amar y guiar por Ti  

Yo te saludo, María, porque el Señor está contigo; en tu casa, en tu calle, en tu pueblo, en tu abrazo, en tu seno.

Yo te saludo, María, porque te turbaste -¿quién no lo haría ante tal noticia?-; más enseguida recobraste paz y ánimo y creíste a un enviado cualquiera.

Yo te saludo, María, porque preguntaste lo que no entendías -aunque fuera mensaje divino-, y no diste un sí ingenuo ni un sí ciego, sino que tuviste diálogo y palabra propia.

Yo te saludo, María, porque concebiste y diste a luz un hijo, Jesús, la vida; y nos enseñaste cuánta vida hay que gestar y cuidar si queremos hacer a Dios presente en esta tierra.

Yo te saludo, María, porque te dejaste guiar por el Espíritu y permaneciste a su sombra, tanto en tormenta como en bonanza, dejando a Dios ser Dios y no renunciando a ser tú misma.

Yo te saludo, María, porque abriste nuevos horizontes a nuestras vidas; fuiste a cuidar a tu prima, compartiste la buena noticia, y no te hiciste antojadiza.

Yo te saludo, María, por ser alegre y agradecida y reconocer que Dios nos mima, aunque nuestra historia sea pequeña y nos olvidemos de sus promesas.

Yo te saludo, María. ¡Hermana peregrina de los pobres de Yahvé, camina con nosotros, llévanos junto a los otros y mantén nuestra fe!

Amén

domingo, 18 de diciembre de 2016

GENEALOGÍA DE JESUCRISTO



Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de éstos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de éste fue Rut. Obed fue padre de Jesé; Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de éste fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Olías. Olías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.

El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


¿Qué nos quiere decir la Palabra de Dios con esta lista de nombres? El Evangelista quiere que caigamos en la cuenta de que el nacimiento de Jesús no ocurre en un momento cualquiera de la historia. Dios ha ido preparando a lo largo de muchos siglos este acontecimiento. Dios fue educando con paciencia el corazón de la humanidad hasta que pudiera acoger a su mismo Hijo. Así nos lo explica la carta a los hebreos: "En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo".

"Señor, gracias por preparar el corazón del mundo para recibir a tu Hijo"

"Enséñanos también a nosotros a acogerlo en esta Navidad"

"Ayúdanos a ser pacientes, como tú eres paciente con nosotros"

Dice el teólogo navarro Cabodebilla: "Los escritores bíblicos no ocultan que Cristo desciende de bastardos". En efecto, en la lista aparece Farés, hijo incestuoso de Judá, y Salomón, hijo adulterino de David. Los evangelistas no ocultan siquiera la presencia de una prostituta. Y en esta historia de virtud y de pecado, Dios permanece fiel en su amor y conduce al mundo a la salvación, es decir, a Jesucristo.    

"Dame Señor verdad para reconocer la bondad y la maldad de mí mismo"

"Gracias Señor porque respondes con fidelidad a nuestras infidelidades"

"Danos luz para descubrir tu presencia en las sombras del mundo"

Señor, te damos gracias porque, al hacerte humano, asumiste la historia de tu pueblo, la historia de la humanidad, una historia cuajada de nombres, nombres de héroes y villanos, de prostitutas y de santos, de gente mediocre como yo.

Gracias por amarnos, con nuestras luces y sombras, con nuestras coherencias y contradicciones. Gracias por dar la vida por personas que no lo merecemos.

Jesús, tú nos enseñas el camino de la Encarnación. Contigo podemos amar historias heridas, la historia de nuestro pueblo y de nuestra iglesia, la historia de nuestra familia y de nuestro grupo de fe.

Señor, haznos generosos para servir a todos, también a los pecadores, a los desagradecidos. Danos tu Espíritu para encarnarnos, amar, servir, entregarnos y morir, a fin de que nuestra historia se acerque más a Ti, a la corriente de amor y perdón que brota de tu corazón. Amén,

A partir de hoy la preparación del Adviento se intensifica, porque dentro de una semana nace Jesús. Y en la liturgia se rezan las antífonas O, llamadas así porque comienzan la exclamación "Oh". Pueden ser útiles para nuestra oración. Ésta es la de hoy: Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín y ordenándolo todo con firmeza y suavidad, ¡ven y muéstranos el camino de la salvación!

Amén

viernes, 16 de diciembre de 2016

JUAN ES LA LÁMPARA QUE ARDE Y RESPLANDECE



Jesús dijo a los judíos:

Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan el Bautista, y él ha dado testimonio de la verdad.

No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes.

Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que Yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que Yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Ni siquiera Jesús, el Hijo de Dios, da testimonio de sí mismo. Jesús da testimonio del Padre, realiza las obras del Padre. La Iglesia tampoco debe dar testimonio de sí misma. Los cristianos tampoco debemos dar testimonio de nosotros mismos. Nuestras palabras y nuestras vidas tienen que dar testimonio del amor, de la ternura, de la fuerza de Dios. Lo que dices y lo que haces ¿es para manifestar la gloria de Dios, o para exhibir tus capacidades, buscando el reconocimiento de los demás? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Sabemos que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Sabemos que Él es Enviado por el Padre para traernos la paz. Sin embargo, no acabamos ir a Él con decisión, nuestra fe en Él es débil, no lo recibimos en lo más profundo de nuestro corazón. ¿Qué podríamos hacer acogerle con más decisión y alegría en esta “recta final” del adviento? ¿Qué le dices a Dios? ¿Qué le dices?

Te damos gracias, Padre, por Jesucristo, tu Hijo.

Te damos gracias, Padre, por Juan Bautista.

Juan es el amigo, Cristo es el Esposo.

Juan es la voz, Cristo es la Palabra.

Juan es la lámpara, Cristo es la Luz.

Juan es el precursor, Cristo es el Mesías.

Juan es el mensajero, Cristo es el Mensaje.

Juan anuncia la necesidad de allanar el camino, Cristo es el Camino.

Juan bautiza con agua, Cristo bautiza con Espíritu Santo y fuego.

Te damos gracias, Padre, porque cuentas con nosotros, para continuar la misión de Juan Bautista.

Que nuestra vida y nuestra voz griten que Tú estás cerca, en el desierto de aldeas, pueblos y ciudades, en el desierto del vacío interior de muchas personas.

Que con nuestro compromiso, Señor, Tú allanes los senderos, eleves los valles de depresión, la desilusión y la desconfianza, rebajes montes de orgullo y colinas de injusticia, y endereces deseos y sentimientos torcidos.

Padre nuestro, danos la fuerza de tu Espíritu, para seguir el estilo de vida de Juan Bautista, para abrazar su pobreza y su austeridad, para defender la verdad con palabras directas y certeras, para ser humildes y no pretendamos grandezas humanas, para que nunca queramos ser salvadores de nada y de nadie, para que en nuestro corazón el pecado mengüe y Cristo crezca.

Amén

miércoles, 14 de diciembre de 2016

¿ERES TÚ EL QUE HA DE VENIR O DEBEMOS DE ESPERAR A OTRO



Juan el Bautista, llamando a dos de sus discípulos, los envió a decir al Señor: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro ?»

Cuando se presentaron ante Jesús, le dijeron: «Juan el Bautista nos envía a preguntarte: "¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?"»

En esa ocasión, Jesús sanó mucha gente de sus enfermedades, de sus dolencias y de los malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados:

«Vayan a contar a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son purificados y los sordos oyen, los muertos resucitan, la Buena Noticia es anunciada a los pobres. ¡Y feliz aquél para quien Yo no sea motivo de tropiezo!»


Palabra del Señor


No podemos encontrarnos con Dios sino en el desierto; en la soledad y en el silencio sonoro, donde nos encontraremos a solas con Él.

Sólo así podremos conocerlo, conocer su voluntad y decidirnos a vivir conforme a su Palabra, fortalecidos con la presencia en nosotros, de su Espíritu Santo, que viene en nuestra ayuda, no sólo para que invoquemos a Dios como Padre, sino para que lo tengamos por Padre en verdad.

A veces podría impresionarnos más aquel que vive entre lujos y atrapado en el poder no como el que sirve, sino como el que oprime a los demás.

La Iglesia de Cristo no puede aspirar a impresionar a los demás con el fasto externo. El Señor nos ha enviado a proclamarle al mundo entero la Buena Nueva de salvación; y hemos de cumplir con nuestra misión de testigos con la debilidad de la cruz, con el seguimiento fiel y totalmente comprometido tras las huellas de Cristo.

Solamente así estaremos colaborando en la salvación de nuestros hermanos; pues cuando, por el contrario, llegamos a ellos aplastándolos con nuestra autoridad, o impresionándolos con nuestros lujos, lo único que estaremos propiciando será la admiración o el miedo hacia nosotros, pero no el amor hacia Cristo; y entonces estaríamos, desgraciadamente, frustrando el Plan de Dios en nosotros y en los demás.

En estos tiempos no es necesario ir al desierto para encontrarnos con los profetas, pues la Iglesia de Cristo ha sido constituida en portadora de la Buena Noticia de Salvación para el mundo entero; pero ¿Realmente somos los más pequeños, los que se han hecho nada, con tal de ganar a todos para Cristo?, pues si esto no es así difícilmente podremos proclamar con toda verdad el Evangelio de la Gracia, del amor, de la misericordia y de la Paz que se nos ha confiado.

El Señor nos reúne en torno a Él en este Celebración Eucarística.

El quiere seguir sembrando en nosotros su Vida para que brote en nosotros y produzca abundantes frutos de salvación.

Él sabe que muchas veces hemos sido como una caña sacudida por cualquier viento de doctrina, de moda, de maldad o de vicio, y que nos hemos hecho estériles en la realización del bien, pero tal vez muy fecundos en obras de maldad y de muerte.

Sin embargo a pesar de nuestras grandes miserias, Él sigue amándonos, y hoy quiere hacernos partícipes de su Pan de vida, para que en Él tengamos vida en abundancia.

A nosotros sólo corresponde decirle como el profeta: Habla, Señor, tu siervo escucha. Y lo escuchamos porque queremos poner en práctica su Palabra.

Por eso no sólo hemos de tratar de comprender la Palabra de Dios para anunciarla de tal forma que también ellos lleguen a reconocer a Dios como Señor en su Vida, sino que nosotros mismos hemos de ser los primeros beneficiados del amor y de la salvación que Dios ofrece a todos.

Entremos, pues, en comunión de Vida con el Señor para que en adelante toda nuestra existencia se convierta en una continua glorificación de su Santo Nombre.

En estos tiempos Dios nos envía a nosotros que somos la Iglesia, Esposa de su Hijo, para que seamos un signo profético de su amor en el mundo entero.

No podemos reducir esa acción al sólo anuncio hecho con palabras, tal vez muy precisas y eruditas, pues si a nuestras palabras no les acompañan nuestras buenas obras no tendremos la suficiente autoridad moral para colaborar en la salvación de quienes no sólo nos escuchen, sino que contemplan nuestra propia vida.

Revestir a los demás de Cristo es una labor que debemos ir realizando día a día, como una buena siembra de la que se esperan grandes frutos de salvación.

Aquel que anuncie a Cristo no puede sentirse satisfecho porque vea que se le llenan grandes espacios sagrados, que incluso parecen ser cada vez más insuficientes para escucharlo hablar de Cristo; su satisfacción será verdadera únicamente cuando vea que esas multitudes van iniciando una nueva forma de vivir, de colaborar en el bien de los demás, de ser más justas, más fraternas y más constructoras de paz, de dejar de odiar o despreciar a su prójimo a causa de su cultura, de su religión, de su condición social, pues el Señor ha venido a unirnos a todos como hermanos, libres de cualquier barrera que nos impida cumplir con ese deseo de Cristo.

Sólo entonces el éxito será el de la Victoria de Cristo, que con su poder salvador nos habrá liberado de la esclavitud a nuestros diversos males y nos verá como aquellos que, habiendo sido unos malvados, arrepentidos y vueltos a Él, nos hayamos adelantado en la consecución de los bienes definitivos, caminando juntos a la Casa del Padre, como hermanos unidos por un mismo amor y un mismo Espíritu.

Trabajemos, pues, por el Evangelio; y no nos engañemos pensando que tenemos por Padre a Dios sólo porque lo invocamos como Señor pero sin hacer su voluntad.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir realmente unidos a Él, de tal forma que, de acuerdo a esa nuestra experiencia personal de fe en Cristo, podamos anunciarlo como verdaderos profetas y como auténticos testigos suyos. 


Amén

martes, 13 de diciembre de 2016

EL QUE ESCUCHA MI PALABRA ES UN HOMBRE SENSATO QUE CONSTRUYE SU CASA SOBRE ROCA



Jesús dijo a sus discípulos:

No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca.

Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Hoy el Evangelio nos recuerda que ser cristiano es vivir de acuerdo con la Palabra de Dios, es cumplir la voluntad de Dios en cada momento del día. Sin embargo, muchas veces nos conformamos con rezar, con ir a misa...  Olvidamos ser cristianos en la familia, en el lugar de estudio o trabajo, con los amigos... En definitiva, somos cristianos a ratos, cuando nos resulta más sencillo y menos arriesgado. Y ponemos mil excusas para justificarnos.

A veces nos asusta "cumplir la voluntad de Dios". Parece que vamos a perder nuestra libertad. Tenemos miedo de escuchar a Dios, no vaya a ser que nos pida hacer lo que no nos apetece. La experiencia de los que se fían de Dios y cumplen sus palabras nos dice más bien lo contrario. Aunque parezca incomprensible para la razón, la experiencia nos enseña que cuanto más obedeces a Dios, más libre eres. ¿Ha habido alguien más obediente al Padre que Jesús? No. ¿Ha habido alguna persona más libre que Jesús? Nadie. ¿Queremos seguir su ejemplo? Pedimos al Espíritu que nos ayude a avanzar por este camino.

Siguiendo la voluntad de Dios, no estamos a salvo de vientos, lluvias y ríos desbordados. Los problemas llegan a todos. Es más, en ocasiones las dificultades vendrán precisamente por vivir de acuerdo con la Palabra de Dios. Entonces surgen las dudas y crecen las ganas de seguir otros caminos más fáciles... ¿Qué hacer? Confiar en Jesús: él está con nosotros y nuestra casa, nuestra vida no se hundirá.

Son de arena los suelos donde nada echa raíz. De roca la base donde plantamos,
firmes, buenos cimientos.

De arena, los besos sin memoria, las lágrimas de cocodrilo, las promesas fugaces.

De roca, los gestos sinceros, las palabras ciertas, la compasión arremangada.

De arena, la cháchara hueca, la puerta cerrada, la pasión de un día.

De roca el clamor de justicia, la casa sin llaves, el amor perpetuo.

De arena, el credo sin preguntas, la Palabra muda, el Dios sin misterio.

De roca la fe que se encarna, compartir la mesa, perseguir lo eterno.

Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón; el que, sin cometer iniquidad, anda por sus senderos.

Te alabaré con sincero corazón cuando aprenda tus justos mandamientos.

Quiero guardar tus leyes exactamente, tú, no me abandones.

Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandamientos.

En mi corazón escondo tus consignas, así no pecaré contra ti.

Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes.

Medito tus decretos, y me fijo en tus sendas; tu voluntad es mi delicia, no olvidaré tus palabras.

Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré puntualmente; enséñame a cumplir tu voluntad, porque ella es mi gozo.

Inclina mi corazón a tus preceptos, y no al interés; aparta mis ojos de las vanidades, dame vida con tu palabra; cumple a tu siervo la promesa que hiciste a tus fieles.

¡Cuánto amo tu voluntad!: todo el día la estoy meditando; tu mandato me hace más sabio que mis enemigos, siempre me acompaña; soy más docto que todos mis maestros, porque medito tus preceptos.

¡Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca!

Considero tus decretos y odio el camino de la mentira.

Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.

Mi lengua canta tu fidelidad, porque todos tus preceptos son justos; que tu mano me auxilie, ya que prefiero tus decretos; ansío tu salvación, Señor; tu voluntad es mi delicia.

Amén