sábado, 30 de mayo de 2015

TAMPOCO LES DIRÉ CON QUÉ AUTORIDAD HAGO ESTO



Después de haber expulsado a los vendedores del Templo, Jesús volvió otra vez a Jerusalén. Mientras caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a Él y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?»


Jesús les respondió: «Yo también quiero hacerles una pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan Bautista, ¿venía del cielo o de los hombres?»


Ellos se hacían este razonamiento: «Si contestamos: "Del cielo", Él nos dirá: "¿Por qué no creyeron en El?" ¿Diremos entonces: "De los hombres"?» Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: «No sabemos».


Y Él les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas».


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor? 

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



Ante la pregunta de los sacerdotes y ancianos, Jesús responde con otra pregunta. Si leemos con atención el Evangelio, nos daremos cuenta de que a veces Jesús no responde las preguntas que le hacen. Normalmente Jesús no responde a las personas que no preguntan para saber, sino para atacar, para reírse. Sin embargo, Jesús siempre responde a los que preguntan con buena intención.

"Dame Señor sabiduría para responder y para callar"

"Perdona y cura mi mala intención cuando hablo"



Los sumos sacerdotes y los ancianos no están abiertos a la verdad de Jesús. No estaban abiertos a Dios. Creían que Dios estaba con ellos y bendecía todas sus acciones. A veces nosotros tampoco estamos abiertos. Continuamente podemos encerrarnos en nuestras ideas, en nuestros errores. Es necesario estar siempre abiertos para que el Señor nos conduzca cada día a una verdad más plena, a una vida más auténtica, a una fe más purificada.

"No permitas Señor que nuestra vida se estanque"

"Ábrenos Señor el corazón a tu Palabra"

"Guía Jesús nuestros pasos"

Amén

viernes, 29 de mayo de 2015

HAN CONVERTIDO MI CASA, EN UNA CUEVA DE LADRONES



Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era tarde, salió con los Doce hacia Betania.


Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre. Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba algún fruto, pero no había más que hojas, porque no era la época de los higos. Dirigiéndose a la higuera, le dijo: «Que nadie más coma de tus frutos». y sus discípulos lo oyeron.


Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas, y prohibió que transportaran cargas por el Templo. Y les enseñaba: «¿Acaso no está escrito: "Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las naciones"? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones».


Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su enseñanza.


Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad. A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de raíz. Pedro, acordándose, dijo a Jesús: «Maestro, la higuera que has maldecido se ha secado».


Jesús le respondió: «Tengan fe en Dios. Porque Yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: "Retírate de ahí y arrójate al mar", sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice, lo conseguirá. Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo conseguirán.


Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas».


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



“Mi casa se llama Casa de oración”. Nosotros no tenemos en nuestras iglesias palomas, bueyes y cambistas y traficantes. Pero a veces nuestra oración tiene más de acuerdo comercial que de trato amoroso. Confiamos poco en Dios. Le ofrecemos para que nos dé, en vez de para mostrarlo nuestra gratitud por lo que nos ha dado. ¿Cómo es tu oración? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?



“Tened fe en Dios”. ¿Rezamos con fe? Dios nos concede siempre lo que pedimos, si nos conviene. Si no nos concede lo que hemos pedido, preparémonos para recibir algo mejor, algo que nos hará más humanos, más cristianos. En todo caso cada vez que rezamos, Dios nos regala la fuerza de su Espíritu. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Amén

jueves, 28 de mayo de 2015

HIJO DE DAVID, TEN PIEDAD DE MÍ, QUE YO PUEDA VER



Cuando Jesús salía de Jericó, acompañado de sus discípulos de una gran multitud, el hijo de Timeo-Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!» Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!»


Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo».


Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Ánimo, levántate! Él te llama».


Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia Él. Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?»


Él le respondió: «Maestro, que yo pueda ver».


Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Jesús cura al ciego Bartimeo. Es un relato muy sencillo, pero lleno de detalles, y un símbolo claro de la ceguera humana espiritual, que también puede ser curada. Esta vez Marcos dice el nombre del ciego: se ve que tenía testimonios de primera mano, o que el buen hombre, que «recobró la vista y le seguía por el camino», se convirtió luego tal vez en un discípulo conocido.

La gente primero reacciona perdiendo la paciencia con el pobre que grita. Jesús sí le atiende y manda que se lo traigan. El ciego, soltando el manto, de un salto se acerca a Jesús, que después de un breve diálogo en que constata su fe, le devuelve la vista.

La ceguera de este hombre es en el evangelio de Marcos el símbolo de otra ceguera espiritual e intelectual más grave. Sobre todo porque sitúa el episodio en medio de escenas en que aparece subrayada la incredulidad de los judíos y la torpeza de entendederas de los apóstoles.

Como cuando vamos al oculista a hacernos un chequeo de nuestra vista, hoy podemos reflexionar sobre cómo va nuestra vista espiritual. ¿No se podría decir de nosotros que estamos ciegos, porque no acabamos de ver lo que Dios quiere que veamos, o que nos conformemos con caminar por la vida entre penumbras, cuando tenemos cerca al médico, Jesús, la Luz del mundo? Hagamos nuestra la oración de Bartimeo: «Maestro, que pueda ver». Soltemos el manto y demos un salto hacia él: será buen símbolo de la ruptura con el pasado y de la acogida de la luz nueva que es él.

También podemos dejarnos interpelar por la escena del evangelio en el sentido de cómo tratamos a los ciegos que están a la vera del camino, buscando, gritando su deseo de ver. Jóvenes y mayores, muchas personas que no ven, que no encuentran sentido a la vida, pueden dirigirse a nosotros, los cristianos, por si les podemos dar una respuesta a sus preguntas. ¿Perdemos la paciencia como los discípulos, porque siempre resulta incómodo el que pide o formula preguntas? ¿O nos acercamos al ciego y le conducimos a Jesús, diciéndole amablemente: «ánimo, levántate, que te llama»?

Cristo es la Luz del mundo. Pero también nos encargó a nosotros que seamos luz y que la lámpara está para alumbrar a otros, para que no tropiecen y vean el camino. ¿A cuántos hemos ayudado a ver, a cuántos hemos podido decir en nuestra vida: «ánimo, levántate, que te llama»?

Amén

miércoles, 27 de mayo de 2015

EL HIJO DEL HOMBRE SERÁ ENTREGADO A LOS SUMOS SACERDOTES



Mientras iban de camino para subir a Jerusalén, Jesús se adelantaba a sus discípulos; ellos estaban asombrados y los que lo seguían tenían miedo. Entonces reunió nuevamente a los Doce y comenzó a decirles lo que le iba a suceder:


«Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de Él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará».


Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir».


Él les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?»


Ellos le dijeron: «Concédenos sentamos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».


Jesús les dijo: «¡No saben lo que piden! ¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?»


«Podemos», le respondieron.


Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que Yo beberé y recibirán el mismo bautismo que Yo. En cuanto a sentar- se a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados».


Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquéllos a quienes se considera gobernantes dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Somos cristianos, queremos seguir a Jesús, sin embargo a veces estamos tan lejos de sus pensamientos y proyectos como los Zebedeos. Sabemos que tenemos que tomar la cruz, pero buscamos triunfar al estilo del mundo. Hemos oído hablar mil veces de las excelencias del servicio, sin embargo, buscamos privilegios, puestos de honor, que se nos enaltezca entre nuestros compañeros de trabajo, entre nuestros amigos, en la familia.

“Señor, convierte nuestro corazón a ti”

“Contágianos tu modo de sentir, de pensar, de vivir”.


Los otros diez apóstoles se indignaron al escuchar a los Zebedeos. También están lejos de los pensamientos del maestro. Ante los errores de las personas, Jesús siente compasión, y nosotros nos indignamos.

“Señor, que nuestros pecados y fallos nos ayuden a comprender al que se equivoca”


El que quiera ser grande, que sea el servidor de todos. Es fácil de entender, pero hay que plantearse cómo vamos a ser servidores. Y pedir la ayuda de Dios para serlo de verdad.

Amén

martes, 26 de mayo de 2015

MUCHOS DE LOS PRIMEROS SERÁN LOS ÚLTIMOS Y LOS ÚLTIMOS SERÁN LOS PRIMEROS



Pedro le dijo a Jesús: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».


Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.


Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros».


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Dejarlo todo es signo de nuestra entrega al Señor, pero antes que eso es un don de Dios. Él nos da la posibilidad de dejarlo todo. Es un don que tenemos que pedir y vivir en lo más pequeño de cada día.

“Señor, danos el don de la pobreza y la disponibilidad”

Dios no se deja ganar en generosidad. ”El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.

¿Cuál es tu experiencia?

¿Qué te ha dado Dios cuando has sido generoso con Él?

¿Que te dice Dios?

¿Qué le dices?

Podría seguir así, ir tirando más o menos… ¿Por qué complicarme la vida?

Tampoco es para tomárselo tan en serio, ¿no?

Pero tengo sed de Ti, Señor.

Quisiera no tener que elegir no tener que tomar una decisión, preferiría no hacer una opción.

¿Para qué tanta exigencia? Tampoco es para ponerse tan radical, ¿no?

Pero tengo sed de Ti, Señor.

Hasta aquí he llegado, y aquí me paro.

A mí que no me despierten, estoy cansado. Ya está bien, ¿no?, total… ¿para qué?
Pero tengo sed de Ti, Señor.

No quisiera renunciar a nada.

¿No sería mejor apuntarse a todo? Sin decidirse por nada, sin arriesgar nada.

Pero tengo sed de Ti, Señor.

Soy bastante religioso a mi manera. Ni soy un santo de altar ni una mala persona, creo yo.
Vamos, como todos, un tanto rutinario y no muy cumplidor, es verdad.

Pero tengo sed de Ti, Señor.

Señor, que la sed no me deje acomodarme y me impulse a dejarlo todo, con confianza, y a darlo todo por Ti, con gratitud. Tú no te dejas ganar en generosidad y nos pagas por anticipado el ciento por uno.

Señor, que la sed me conduzca a Ti, a todas las personas que me necesitan, y a la paz que busca mi alma.

Amén

lunes, 25 de mayo de 2015

ES MÁS FÁCIL QUE UN CAMELLO PASE POR EL OJO DE UNA AGUJA



Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia Él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?»


Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».


El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».


Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo, Después, ven y sígueme».


Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.


Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!»


Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».


Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?»


Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Él todo es posible».


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Qué quieres que yo haga?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



Poco sabemos de aquel que se acercó a Jesús. Pero se acercó a Jesús con la mejor intención. Le pregunta que tiene qué hacer para heredar la vida eterna, para vivir de verdad, para vivir plenamente. Estaba buscando y reconoce que Jesús es un maestro que puede ayudarle a encontrar lo que buscaba.

En este día, también nosotros decimos: ¿qué tenemos que hacer, Jesús?

Él nos dará la mejor respuesta.

Cumplía los mandamientos. No es poco. Sin embargo, no acaba de encontrarse satisfecho; busca algo más. Jesús le propone: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme”. Pero no fue capaz de dar este paso decisivo.

Se va triste. Ha descubierto cuál es el camino de la Vida y no tiene fuerzas para seguirlo. Le atan demasiadas riquezas. También a nosotros nos pasa: en ocasiones vemos claro el camino, pero nos flaquea la voluntad.

Como al joven rico, te has acercado, me has mirado a los ojos y me has dicho:

"Anda, vende todo lo que tengas y sígueme”.

En estos momentos mi deseo más profundo es decirte, como María, que se haga tu voluntad.

En estos momentos veo claro que mi opción eres tú.

Señor, mi primera respuesta es seguir tu llamada.

Pero sé que soy débil y muchas cosas me atan: confío más en las cosas y en el dinero que en ti, dedico más tiempo al móvil o al ordenador que a ti, a veces soy un esclavo del trabajo o de mis aficiones. Sólo te sigo cuando no tengo que renunciar a nada.

Ayúdame a caminar sin mirar atrás.

Yo sé, Señor, que mi fuerza eres tú. Que contigo de compañero en el camino todo es posible.

Hasta el camino se hace más fácil y llevadero. Padre, acoge mi vida, transfórmala según tu proyecto, según tu voluntad. quiero ser como arcilla en tus manos.
Moldéame, como barro en manos del alfarero.

Haz de mí, Señor, una persona entregada, generosa, amigable; una persona alegre, que transmita alegría; una persona disponible, sincera, abierta.

Señor, pongo mi corazón en tus manos, porque sé que sólo así mi propósito por cambiar de vida tendrá éxito, sólo con tu ayuda podré seguirte y ser plenamente feliz.

Amén

domingo, 24 de mayo de 2015

SEÑOR, ¿QUIEN ES EL QUE TE VA A ENTREGAR?



Jesús resucitado había anunciado con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios.

Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»

Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús«Señor, ¿y qué será de éste?»

Jesús le respondió: «Si Yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa? Tú sígueme».

Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «Él no morirá», sino: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?»

Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.

Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relatara detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

Muchas veces, cuando descubrimos que alguien sigue un camino distinto al nuestro, vacilamos, nos quejamos... Y Jesús nos tiene que repetir: ¿a ti qué? Tú sígueme.

A cada uno el Señor nos marca un camino. No hay ninguno igual, tampoco hay uno más importante que otro. Sólo es más importante el camino que se recorre con más amor.

“Señor, enséñame a vivir mi vocación con alegría”

“Perdona y cura mis envidias, quejas y vacilaciones”

“Me has llamado Señor. Seguiré el camino que me señalas”

El Evangelio ha sido escrito para dar testimonio del amor de Dios Padre que se ha manifestado en la vida, muerte y resurrección de Jesús, con el don del Espíritu Santo.

Nuestra vida ha de ser como un libro abierto donde todos puedan leer que tenemos un Padre con un corazón lleno de amor, un Hermano que nos ha mostrado con su cruz y resurrección el camino de la vida y una Fuerza para superar los obstáculos y avanzar hacia el Padre.

“Señor, gracias por ser buena noticia para mí”

“Ayúdanos a ser buena noticia para todos”

“Señor, escribe recto con los torcidos renglones de mi vida”


ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven Espíritu de Gracia, quebranta el corazón endurecido, derriba las barreras de mi alma, destierra las tormentas al olvido.

Desata los nudos que en mi vida encadenan mis horas al pasado, libera las sonrisas escondidas y arranca de mi carne su pecado.

Suelta mi lengua para la alabanza, extiende mi mente a tu memoria, ensancha el corazón para que abra las puertas de mi ser para tu Gloria.

Abre mis oídos a tu canto, unge mis manos y mi frente, fortalece mis piernas, Fuego Santo para correr al lugar donde tu quieres.

¡Impúlsame! torbellino y arrebato huracanado con tus siete dones al mundo que adolece de tu encanto y desata los carismas que en mi escondes.

Muéleme en el fragor de tu tormenta e ilumina mis ojos por las noches; toma en tus llamas mi vida toda entera y quémala en el mar de tus fulgores.

Amén