lunes, 18 de abril de 2016

YO SOY EL BUEN PASTOR, CONOZCO A MIS OVEJAS Y MIS OVEJAS ME CONOCEN A MÍ




 Jesús dijo a los fariseos:

Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas.

Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor.

El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


“Yo soy la puerta”. A través de Cristo-puerta, el Dios invisible y omnipotente, se hace cercano y amoroso par ti. A través de Cristo-puerta nos encontramos con Dios.

Señor, todos queremos ser felices, plenamente felices. Tú has puesto en nuestro corazón el deseo de una felicidad infinita. Pero no siempre acertamos a entrar por la puerta que conduce a esa felicidad, a esa salvación. Y, a veces, llegamos a pensar que no existe esa puerta, que nunca podremos disfrutar una felicidad a la medida de nuestro corazón.

Pero tú, Jesús, nos dices que existe una puerta que nos hace entrar en la familia del Padre, en el calor de su casa.

Tú, Jesús, eres la puerta, el paso hacia la salvación, hacia la felicidad que colmará todos nuestros deseos. Eres la puerta que nunca está cerrada, ni tiene aduanas que está abierta siempre y a todos, sin exclusiones, sin privilegios; puerta abierta para entrar y para salir. No quieres que tus hijos te amemos a la fuerza.

Tú eres una puerta abierta, también y de forma especial a los que nos sentimos pecadores.

Tú nos esperas para abrazarnos, para perdonarnos, para curarnos, para transformar y renovar nuestra vida, para llenarla de alegría plena y duradera.

Entrar por Cristo-puerta significa hacerse como él, adquirir sus modos de actuar, sus sentimientos, sus actitudes; es dejarse transformar por Cristo: cristificarse. San Pablo lo expresó así: “no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”  ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Para ser pastor del hermano, hemos de entrar por la puerta, por Jesús, tenemos que amar con él, con generosidad, gratuitamente, con cercanía, estando dispuestos a entregar la vida. Pedimos al Señor por los que de una manera especial están llamados a ser pastores de los demás, por los gobernantes de todos los pueblos, por los Obispos y los sacerdotes, pastores del Pueblo de Dios.

Nos llamas por nuestro nombre y nos reconoces por mil gestos y detalles que llevas grabados en tus pupilas.

Dispuesto a dar la cara y la vida por nosotros, a pesar de nuestras tonterías,
tus palabras son nuestra seguridad.

Tú eres el buen pastor.

Pastor enérgico que nos sacas del aprisco y nos pones en camino contigo en búsqueda de otros pastos y fuentes. Nos haces repudiar las doctrinas enlatadas, los ritos repetidos y sin sentido; y nos dices: Id donde el corazón os lleve.

Tú eres el buen pastor.

Andábamos despistados por ahí, cada uno en su casa, para sí y a lo suyo, cuando Tú nos llamaste a tu comunidad. En tu compañía, al caminar juntos, hemos abierto los ojos y el corazón a nuevos y refrescantes horizontes. Tú eres el buen pastor.

Contigo pasamos de la sumisión a la fe gozosa y personal, del gregarismo a la comunión, del miedo a la libertad, del individualismo a la solidaridad, del temor a la filiación.

Tú eres el buen pastor.

Contigo hemos roto el silencio y nos atrevemos a levantar la voz, a la denuncia y a la contestación; y también al canto y a la alabanza porque bulle la vida en nuestras entrañas y late de esperanza nuestro corazón.

Tú eres el buen pastor.

Amén

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