jueves, 4 de junio de 2015

AMARÁS A DIOS, CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA, CON TODO TU ESPÍRITU Y CON TODAS TUS FUERZAS



Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les había respondido bien. Se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»


Jesús respondió: «El primero es: "Escucha. Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos».


El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».


Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».


Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.



Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Para responder a la pregunta de aquel escriba, Jesús une dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma primero unas palabras del Deuteronomio 6,4-5: “Amarás a Dios tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une un fragmento de Levítico 19,18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad de amar a Dios.

Dice Benedicto XVI: "Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero". Rezamos:

Padre, ¿cómo podemos amarte sin haberte visto jamás? ¿Cómo amarte más que a nada y más que a nadie? ¿No pides demasiado, Señor?

Sólo podremos amarte así cuando descubrimos tu amor, Tú nos has amado primero y sigues amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor.

No nos amas porque te amamos y nos entregamos a Ti.

Te amamos, porque Tú, antes, nos has amado hasta el extremo.

Gracias, Padre, por ese amor tuyo, gratuito y fiel, que hace posible nuestro amor a Ti y al prójimo.

Ayúdanos a reconocer y agradecer tu amor, en los pobres y en las personas, en tu Palabra, en los Sacramentos, en la oración y en la comunidad viva de los creyentes, en cualquier momento de nuestra vida cotidiana.

Señor Jesús, ayúdanos a mirar con amor a las personas, a amigos y enemigos, a paisanos y extranjeros.

Ayúdanos a entregarnos a todos, contigo y como Tú.

Que nunca olvide que estás especialmente presente en los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los desnudos, enfermos o encarcelados; que siempre tenga presente que te amo y te ayudo a ti cada vez que amo y ayudo a uno de estos hermanos,

Gracias, Jesús, porque cada vez que sirvo a las personas se abren más mis ojos para reconocer lo que Tú haces por mí y lo mucho que me amas.

Amén

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