jueves, 19 de junio de 2014

HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO



HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO


La voluntad de Dios es ante todo, su propia gloria y glorificación. Esta petición está básicamente encerrada en la anterior: "Venga tu Reino".

En el cielo se ejecuta perfectamente la voluntad de Dios. Toda la miseria del mundo tiene su raíz en que esta misma voluntad no se cumple en la tierra. 'La "Instrucción sobre Libertad cristiana y Liberación" habla varias veces del pecado del hombre en la siguiente forma:

...El pecado es desprecio de Dios. Conlleva la voluntad de escapar a la relación de  dependencia del servidor respecto a su Señor; o, más aún, del hijo respecto a su Padre. El hombre, al pecar, pretende liberarse de Dios. En realidad, se convierte  en esclavo.... El hombre pecador, habiendo hecho de sí su propio centro, busca riquezas, poder, placeres, despreciando a los demás hombres a los que despoja injustamente y trata como objetos o instrumentos.

En muchos lugares la Biblia habla del "Príncipe de este mundo" Jn 12,31-14,30-16, 11 que organiza y mueve en mafias secretas, anónimas, las fuerzas anti divinas, particularmente en el campo de la legislación y de la educación. Al acercarse el fin del mundo serán definitivamente vencidas estas fuerzas oscuras: el diablo con sus ayudantes aquí en la tierra. Entonces se hará la voluntad del Padre perfectamente en toda la creación, tal como ahora se realiza en el cielo.

¿Cuál es la voluntad de Dios para nosotros? Después del sermón que hizo el primer Papa, lleno del Espíritu Santo, en Pentecostés, la gente preguntó a Pedro y los apóstoles: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?" Pedro les contestó: "Convertíos y que cada uno se haga bautizar... salvaos de esta generación perversa" Hechos 2, 37-41.

La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento perfecto de la verdad 1 Tim 2,4. "Se cumple verdaderamente el designio del Creador, al hacer al hombre a su imagen y semejanza, cuando todos los que participan en la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan decir: "Padre nuestro". 

La voluntad del Padre es que el hijo pródigo no perezca lejos de la comunión familiar.

La voluntad de Dios es que cumplamos nuestras promesas bautismales y nos santifiquemos cada día más 1 Tes 4,3.

Hay que entregarse a esta santa voluntad, que dirige nuestra vida para mayor felicidad nuestra. Las palabras no bastan Mt 7,21. Hermanos y hermanas de Jesús son quienes cumplen la voluntad de Dios Mc 3,35. Este cumplir exige una doble entrega: primera- mente, permanecer en el amor de Jesús Jn 15, 10, seguir a Cristo, perdiendo la propia vida egoísta, orgullosa, floja y vanidosa. Con la muerte del ídolo presuntuoso, que mora en nosotros, con el esfuerzo de caminar por el camino estrecho Lc 13,25-27 nos abrimos a la voluntad de Dios.

Pero hace falta otra actitud: es la total fidelidad a la Iglesia y sus enseñanzas. "Quien os escucha a vosotros, me escucha a Mí" Lc 10, 16. A Pedro y a sus sucesores Cristo entregó solemnemente sus ovejas, que son todos los hombres. Por esto es contrario a la voluntad de Dios la división entre los cristianos bautizados y más aún la desobediencia de los católicos a sus legítimos pastores ya sus claras enseñanzas. Sin embargo, no sobre todas las cuestiones complicadas de nuestra vida la Iglesia puede emanar instrucciones y juicios. Por la oración y formación se ilumina la conciencia que es "el dictamen,... que orienta a cada sujeto humano hacia una norma moral objetiva,  que encuentra su expresión en el respeto de la persona del otro y en el principio de no hacerle lo que no queremos que se nos haga". En la época de la juventud puede llegar a los jóvenes la voz de Cristo "Sígueme" en el sentido de una vocación religiosa

El sígueme de Cristo, precisamente en este sentido excepcional y carismático, se hace sentir, la mayoría de las veces, ya en la época de la "juventud y, a veces, se advierte incluso en la niñez. Esta es la razón por la que deseo decir a todos vosotros, jóvenes, en esta importante fase del desarrollo de vuestra personalidad masculina o femenina, que si tal llamada llega a tu corazón, no la acalles. Deja que se desarrolle hasta la madurez de una vocación. Colabora con esa llamada a través de la oración y la fidelidad a los mandamientos.

Para emprender el camino de la vocación matrimonial el Papa Juan Pablo 11 exhorta a los jóvenes a buscar el amor verdadero:

Hoy los principios de la moral cristiana matrimonial son presentados de modo desfigurado en muchos ambientes. El ser humano, y sobre todo quizá la mujer, es transformado de sujeto en objeto y todo el gran contenido del amor es reducido a mero placer, el cual, aunque toque a ambas partes, no deja de ser egoísta en su esencia. Finalmente, el niño. Que es fruto y encarnación nueva del amor de los dos, se convierte cada vez más en una añadidura fastidiosa. La civilización materialista y consumista penetra en este maravilloso conjunto del amor conyugal -paterno y materno-, y lo despoja de aquel contenido profundamente humano, que, desde el principio, llevó una señal y un reflejo divino. 

Estas últimas explicaciones nos hacen sugerir la pregunta:

¿Cómo podemos cumplir en situaciones difíciles con la voluntad de Dios? El Señor afirma: "Sin mi no podéis hacer nada" Cumpliremos por medio de Cristo, el nuevo Adán, que reparó la desobediencia original y fue obediente hasta la muerte Fil 2,8. "El en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección extendió sus brazos en la cruz, y así adquirió para ti un pueblo santo". Los brazos y el corazón abierto de Jesús nos hacen capaces de cumplir con la voluntad de Dios. Por los sacramentos de la Iglesia y particularmente por la Eucaristía, que es el pan milagroso, que nos sostiene en el camino de nuestra peregrinación, trazado por la voluntad de Dios. Cristo, presente en la Eucaristía, nos comunica la fuerza de pronunciar en las horas más difíciles de nuestra vida, las mismas palabras que él usó suplicando en el jardín de Getsemaní: "Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" Lc 22,42.

La Eucaristía es el viático sagrado que nos hace capaces en el último momento de nuestra vida de aceptar la voluntad de Dios. Unidos con Cristo podemos decir: "Ahora, Señor, puedes... dejar que tu siervo se vaya en paz" Lc 2,29.

La misma voluntad de Dios nos regaló otra ayuda poderosa para vencer todas las dificultades: la devoción a María Santísima. Como segunda Eva cooperó a nuestra salvación y nos dio el ejemplo de cómo debemos aceptar la voluntad de Dios -no pasiva- mente, en una actitud fatalista o pesimista,- sino entregándonos como ella con generosidad, y hasta con gozo interior, al plan salvífico de Dios en nuestra vida. ... María de Nazaret, aún habiéndose abandonado a la voluntad del Señor, fue algo del todo distinto a una mujer pasiva que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderoso del mundo Lc 1, 51-53.” Paulo VI



No hay comentarios:

Publicar un comentario