lunes, 7 de noviembre de 2016

SI TU HERMANO PECA, REPRÉNDELO, Y SI SE ARREPIENTE PERDÓNALO



Jesús dijo a sus discípulos:

«Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. Por lo tanto, ¡tengan cuidado!

Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo, y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", perdónalo».

Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe».

Él respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar", ella les obedecería».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


En muchas ocasiones no valoramos las consecuencias de lo que hacemos y decimos en las personas que nos ven y nos oyen. Nuestra vida influye en las personas que nos rodean positiva o negativamente. Por eso, hemos de tener cuidado, especialmente si estamos delante de "pequeños" en edad, en forma de pensar, en dinero...

"Señor, perdona mi falta de sensibilidad con los hermanos"

"Dame sabiduría y fuerza para hacer y decir lo que más ayude a los hermanos"

¿Qué hacemos cuando alguien nos ofende? ¿le decimos algo o lo criticamos a su espalda? ¿Intentamos corregirle o lo dejamos por imposible a las primeras de cambio? ¿Procuramos que mejore o lo mandamos a paseo? Es menos comprometido pensar: "es mayor, ya sabe lo que se hace" que "todos necesitamos que nos ayuden para crecer".

Y cuando le decimos algo ¿Cómo lo hacemos? ¿Con cariño o con resentimiento? ¿Pensando las cosas o a boca-jarro? ¿Para desahogarme o para ayudarle?

Señor, no nos dejes caer en el "ojo por ojo" o en el "diente por diente"; no permitas que me deje llevar por la rabia o por los deseos de venganza.
Ayúdame a seguir amando a quién se equivoca, a quien me hace daño; Dame sabiduría para convertir el dolor en compasión afectiva y efectiva.

Enséñame a rezar por las personas que me han herido con sus palabras y obras; a corregir sin humillar, por amor, con delicadeza, buscando el bien del otro.

Dame amor para no criticar a la espalda, para corregir a la cara, a solas.

Si no me hace caso, que no me dé por vencido y busque la ayuda de otras personas y de la comunidad.

Y si, ni aún así, no se corrige, dame la paz del que hace todo lo posible para solucionar un problema.

Señor, dame amor para corregir a quién se equivoco y mucha humildad para dejarme corregir cuando me equivoco yo.

Si tuvierais fe... La fe es un don, un regalo, es gratuita. Pero tenemos que abrir de par en par el corazón, la cabeza y las manos para acogerla. Acogemos la fe cuando rezamos, cuando nos formamos para comprender mejor los contenidos que creemos, cuando hacemos lo que Dios nos dice, aunque nos dé miedo

Te he encontrado en muchos sitios, Señor.

He escuchado el latido de tu corazón en la tranquilidad perfecta de los campos, en el sagrario de una catedral vacía, en la unidad de mente y corazón de una asamblea de personas que te quieren.

Te he encontrado en el gozo, donde a menudo te busco.

En el dolor, te encuentro siempre, pues el dolor es como el repique de la campana que me llama a rezar.

Señor, te he encontrado en la terrible magnitud del dolor de los demás.

Te he visto en la sublime aceptación y en la inexplicable alegría de los que sufren.

En cambio, no he logrado encontrarte en mis pequeños males en mis estúpidos disgustos, en contratiempos insignificantes.

En mi cansancio, he dejado pasar inútilmente tu amor, tu entrega y la vitalidad gozosa de tu pascua, que queda sofocada por pensar en mí más que en Ti.

Señor, yo creo. Pero aumenta mi fe.
Amén

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