miércoles, 21 de octubre de 2015

AL QUE SE LE DIO MUCHO, SE LE PEDIRÁ MUCHO



Jesús dijo a sus discípulos: «Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada».

Pedro preguntó entonces: «Señor, ¿esta parábola la dices para nosotros o para todos?»

El Señor le dijo: «¿Cuál es el administrador fiel y previsor, a quien el Señor pondrá al frente de su personal para distribuirle la ración de trigo en el momento oportuno? ¡Feliz aquél a quien su señor, al llegar, encuentra ocupado en este trabajo! Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.

Pero si este servidor piensa: "Mi señor tardará en llegar", y se dedica a golpear a los servidores y a las sirvientas, y se pone a comer, a beber y a emborracharse, su señor llegará el día y la hora menos pensada, lo castigará y le hará correr la misma suerte que los infieles.

El servidor que, conociendo la voluntad de su señor, no tuvo las cosas preparadas y no obró conforme a lo que él había dispuesto recibirá un castigo severo. Pero aquél que, sin saberlo, se hizo también culpable será castigado menos severamente.

Al que se le dio mucho se le pedirá mucho; y al que se le confió mucho se le reclamará mucho más».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


¡Cuánto cuesta a los discípulos creer en la resurrección del Maestro! Los que caminaban a Emaús cuentan al resto lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Sin embargo, se aparece Jesús y ellos, llenos de miedo, creían ver un fantasma, no acababan de creerlo.

“Nos cuesta creer en la resurrección. Danos fe, Señor”

¡Paz a vosotros! Es el saludo del Resucitado. Es el don que Dios nos hace en Pascua: paz para nuestro corazón, paz para las familias, los pueblos, el mundo entero, un don que tenemos que pedir y acoger.

“Señor, resucítanos de toda forma de injusticia y violencia”

“Entra Señor en nuestra vida. Haznos pacíficos y pacificadores”

Les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras. Las Escrituras hablan de la pasión y muerte de Jesús, hablan también de nuestra vida, de nuestros sufrimientos y alegrías.

“Señor, ábrenos la mente para comprender tu Palabra, para ver la vida a la luz de tu Palabra para que afrontemos la cruz con esperanza y compartamos la alegría de la Pascua”

Dios Padre, danos entendimiento para comprender lo que dicen las Escrituras de nuestra vida.

Cuando sufrimos, la Escritura nos recuerda que compartes nuestro dolor y nos das tu consuelo.

Cuando no sabemos qué hacer, la Escritura nos dice que Jesús es el camino, la verdad y la vida.

Cuando nuestro corazón se llena de alegría, la Escritura nos recuerda que Tú ríes con nosotros.

Cuando nos cansamos de trabajar, de hacer el bien, la Escritura nos anima a seguir, apoyados en Ti.

Cuando nos equivocamos y pecamos, la Escritura disipa nuestro orgullo y nos ayuda a pedir y a recibir tu perdón.

Cuando no vemos el fruto de nuestro esfuerzo, la Escritura nos recuerda todas las semillas algún día darán el treinta, el sesenta o el ciento por uno.

Cuando nos sentimos satisfechos de lo realizado,  la Escritura nos recuerda que hemos hecho lo que debíamos hacer.

Cuando nos creemos mejores que los demás, la Escritura nos recuerda que, si estamos libres de pecado, tiremos la primera piedra.

Cuando nos sentimos solos y despreciados, la Escritura nos recuerda que somos preciosos a tus ojos y que, aunque nuestra madre nos olvide, Tú jamás nos olvidarás.

Cuando nos faltan los ánimos, la Escritura nos recuerda que hemos recibido al Espíritu Santo. Él es nuestra fuerza, nuestro defensor, nuestro guía.

Cuando vivimos encerrados en nuestro egoísmo, la Escritura nos dice que Tú nos esperas en los enfermos, los pobres, los pequeños, los indefensos.

Cuando nos critican por buscar la verdad y la justicia, la Escritura nos recuerda que lo mismo les ocurrió a los verdaderos profetas y a Jesús.

Cuando la cruz y la muerte nos acechen, la Escritura nos recuerda que tu amor es más fuerte que el sufrimiento y que nos preparas una vida eternamente feliz en tu casa del cielo.

Amén

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