miércoles, 24 de diciembre de 2014

QUEDÓ LLENO DEL ESPÍRITU SANTO



Zacarías, el padre de Juan, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente:

Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, como lo había anunciado mucho tiempo antes por boca de sus santos profetas, para salvamos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian.

Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, del juramento que hizo a nuestro padre Abraham de concedemos que, libres de temor, arrancados de las manos de los enemigos, lo sirvamos en santidad y justicia bajo su mirada, durante toda nuestra vida.

Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:



Zacarías da gracias, bendice a Dios... Reza despacio con sus palabras. Dios sigue haciendo hoy las mismas maravillas que relata el padre de Juan Bautista. La Iglesia llama a esta oración de Zacarías "Benedictus".

Sol que naces de lo alto sin querer quedarte arriba.

Luz que brillas en el cielo para hacer crecer la vida.

Vuelve a nuestro mundo soñoliento la paz que le es robada sin saberlo, la sed del que marcha hacia una meta y el hambre insaciable de querer ser más pequeños.

Danos tu amor ingente y encendido para deshacer el hielo del olvido y la ceguera que reinan lejos del pesebre.

Y empezar así, como recién nacidos, a aprenderlo todo, todo de nuevo: las palabras, los silencios, los deseos y los miedos de la gente.

Villancicos que traéis su fiel recuerdo, estrellas que alumbráis en la noche su presencia, enseñadnos el surco profundo y extenso en que la vida de Dios se va forjando libremente: más humana, más cercana, más fraterna.

Y despertad en nosotros el deseo apasionado de acogerla entre los brazos, de glosar sus balbuceos, de alimentar en su mirada nuestros más endebles sueños.

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