lunes, 22 de diciembre de 2014

MARÍA, MUJER DEL ADVIENTO



María dijo:

Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquéllos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

María es la mujer del Adviento, la mujer que espera a Dios, acoge a Dios, se deja transformar por Dios... Le pedimos que nos ayude a esperar todo de Dios, a acogerlo en todo momento, a dejarnos transformar por sus designios.

María es la mujer que se fía. No sabe cómo será eso que le anuncia el ángel. Tampoco sabe cómo vendrá a ella la fuerza del Altísimo, cómo va a ser la madre del Hijo de Dios. Pero se fía. Dios sabrá. ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Podemos rezar repitiendo las palabras finales de este Evangelio: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Gracias, Señor, porque cuentas con personas pequeñas y humildes, por fijarte y llamar a María, por contar conmigo.

Gracias porque jamás avasallas; propusiste, no impusiste a María la misión de ser Madre de Jesús y esperaste su respuesta.

También a mí me muestras una misión y esperas, a veces muchos años, mi aceptación.
Gracias, Señor, porque tú haces posible lo imposible, en María, en mí y en todas las personas que se fían de ti y cumplen tu voluntad.

Gracias, Señor, por tu Espíritu Santo, el Espíritu creador de vida, en el alma y en el cuerpo de María, en nuestra vida, en la Iglesia y en el mundo.


Gracias, María; por enseñarnos a preguntar a Dios lo que no entendemos; por fiarte de Él; por ayudarnos a decir contigo y como tú: "Hágase en mi según tu palabra".


No hay comentarios:

Publicar un comentario