martes, 2 de diciembre de 2014

FELICES LOS OJOS QUE VEN



Al regresar los setenta y dos discípulos de su misión, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:

«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:

«¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:


Has escondido a los sabios... has revelado a la gente sencilla. Dios se quiere revelar a todos, pero no todos están abiertos. Sólo podemos vivir el Adviento, sólo podemos ser cristianos desde la sencillez, desde la humildad. Si creemos que lo podemos todo ¿Qué vamos a pedir? Si pensamos que lo sabemos todo ¿Qué puede enseñarnos Dios? El Adviento nos invita a ser como niños, que no tienen nada propio, que tienen que aprenderlo todo.


Te doy gracias, Padre, de todo corazón por los pobres que nada tienen y aún reparten, por las personas que pasan sed y agua nos dan, por los débiles que a sus hermanos fortalecen, por los que sufren y comparten su consuelo, por los que esperan y contagian su esperanza, por los que aman, aunque el odio les rodee, por los que se conmueven ante un amanecer, ante un recién nacido, ante un gesto de amor.



Te doy gracias, Padre, de todo corazón, por los humildes que piden y acogen tu perdón, por los que se estremecen al escuchar tu Palabra, por los viven con gratitud la posibilidad de dar la vida, por los que se alimentan en el pan de la Eucaristía, por los que saben apoyarse en sus hermanos, por tus hijos que se emocionan al llamarte Padre.


Ayúdanos a crecer en sencillez y humildad, a acoger agradecidos tu Palabra y tu amor.


Nadie conoce al Padre si no aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar. Hasta que llegó Jesús, la humanidad imaginó a Dios de muchas formas: con cara de juez sin misericordia, de relojero que pone en marcha el universo, de ser inmutable sin sentimientos... A partir de Jesús sabemos que la entraña de Dios es el Amor, la Misericordia, el Perdón, la Entrega... Es verdad que nunca conoceremos a Dios completamente, pero el conocimiento que ahora tenemos es mucho más ajustado.

"Gracias Padre por darte a conocer"

"Espíritu Santo, ayúdame a conocer cada día mejor al Padre"

"Borra, Jesús, las falsas imágenes que todavía tengo de Dios"


¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Nosotros, aunque no vemos a Jesucristo con los ojos de carne, como los apóstoles, también tenemos motivos para sentirnos dichosos, para dar gracias a Dios. Sabemos y sentimos que Dios nos quiere con todo su corazón. Sabemos y sentimos que Dios nos libera de todo lo que nos hace infelices... Demos gracias a Dios rezando y compartiendo esta experiencia con los que no la tienen.

"Gracias Señor por el don de la fe"

"Cura Padre nuestras tristezas y quejas"

"Hazme testigo de tu amor en el mundo"

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