sábado, 9 de julio de 2016

NO TEMAN A LOS QUE MATAN EL CUERPO, PERO NO PUEDEN MATAR EL ALMA



Jesús dijo a sus apóstoles:

El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que Yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.

No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno.

¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.

Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, Yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero Yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquél que reniegue de mí ante los hombres.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Conocemos bien la historia de Jesús. Hemos leído muchas veces el Evangelio. Ya no nos sorprende  que a Jesús lo llamaran Belcebú por expulsar demonios, y que a cambio de una vida entregada a los demás le dieran una cruz, tres clavos y una muerte cruel.

Sin embargo, nos sorprende mucho que cuando nos decidimos a hacer algo por la parroquia, por los pobres, por la comunidad de vecinos...  comenzamos a recibir críticas injustas, malas caras, desprecios. Jesús nos advierte de esta realidad, para que no nos coja desprevenidos.

Pero, sobre todo, nos llama a la confianza. Dios cuida de nosotros, nos ama con todo el corazón. Ni siquiera se cae un cabello de nuestra cabeza sin que Dios lo permita. Es nuestro mejor seguro. Nunca nos fallará

¿Cómo te sientes cuando pagan tu compromiso con desprecios?

Pedimos a Dios que nos conceda ser fieles a la misión en esos momentos.

Damos gracias a Dios porque está siempre pendiente de nosotros.

Pedimos perdón por nuestra falta de confianza.

Puede que un día, el fichero de mis amistades esté vacío, lleno de tachaduras o sin nombres dignos de confianza. Puede que un día, todos los teléfonos de mi agenda se encuentren comunicando y nadie responda a mis llamadas.

Puede que se hayan borrado las memorias en los bancos de datos, donde se escribieron las promesas en las que un día confié.

Puede que mi propia calculadora personal deje de funcionar y no encuentre un técnico del amor y la alegría capaz de arreglar sus entresijos...

Puede que todo esté negro y oscuro, y que yo ande a la deriva, con la inseguridad a flor de piel, nadando en la incertidumbre y sin recuerdos de Tí.

Pero si entonces, o ahora, o cualquier día, olvido tu número de teléfono y te necesito, estoy seguro que, aún sin marcar las cifras, sonará tu respuesta, Señor, porque TÚ ERES FIEL.

Gracias por poner luz en ese ángulo siempre oscuro de mi mirada y de mi amor.

Por la invitación, ¡siempre extraña!, a que en mi vida entren todos, los buenos y los que todavía no saben que lo son.

Con el paso del tiempo voy aprendiendo que el verdadero amor, a menudo, es un sendero donde el camino se corta.

Pero hoy, es por ahí, por donde quiero buscarte, y hacerlo sin miedo a que después de intentarlo tenga que darme la vuelta y ver que, de nuevo, pudo en mí más el miedo al otro que la confianza en Ti.

¡Arráncame ese miedo, Señor!

Esconde mi cabeza en tu regazo hasta aprender a amar con tus entrañas.

Clávame en esa cruz de perdón y de vida en la que, hasta el ladrón, puede encontrar su paraíso.

Amén

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