lunes, 11 de julio de 2016

EL QUE LOS RECIBE A USTEDES, ME RECIBE A MÍ



Jesús dijo a sus apóstoles:

«No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa.

El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí.

El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí.

El que encuentre su vida la perderá; y el que pierda su vida por mí la encontrará.

El que los recibe a ustedes me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquél que me envió.

El que recibe a un profeta por ser profeta tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo tendrá la recompensa de un justo.

Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo no quedará sin recompensa».

Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.


Palabra del Señor
                                                                                                     

¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Dejarlo todo es signo de nuestra entrega al Señor, pero antes que eso es un don de Dios. 

Él nos da la posibilidad de dejarlo todo. Es un don que tenemos que pedir y vivir en lo más pequeño de cada día.

“Señor, danos el don de la pobreza y la disponibilidad”

Dios no se deja ganar en generosidad. ”El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre y madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna”.

¿Cuál es tu experiencia? ¿Qué te ha dado Dios cuando has sido generoso con Él? ¿Que te dice Dios? ¿Qué le dices?

San Benito hizo vida este Evangelio. Lo dejó todo para seguir a Jesús. Hoy rezamos por la familia benedictina, pedimos por Europa, para que fortalezca sus raíces cristianas.

Señor, ¿Merece la pena decir la verdad? ¿Trae cuenta renunciar a caprichos?

¿Tiene sentido ser generoso y compartir? ¿Qué voy a recibir por ser buen cristiano? ¿Qué me vas a dar por seguirte?

A veces siento, Señor, que no merece la pena, que... es mejor buscar únicamente mi interés dejar de sentir los problemas de los demás y vivir la vida alegremente, sin renunciar a nada.

Así lo siento... y no me gusta esta sensación.

Sé qué tú das el ciento o el mil por uno, incluso el cien por cero o el mil por nada, que tú pagas sin saber si vas a recibir algo; pero a veces no lo siento así, Señor, y te pido que me ayudes a experimentarlo.

Señor, ayúdame a comprender y a sentir que amar y servir a los demás es un regalo, que vivir en la verdad es una gracia tuya, que Tú haces posible mi esfuerzo y mi renuncia, que seguirte y estar a tu lado es el mejor don.

Amén

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