lunes, 2 de marzo de 2015

SEAN MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE



Jesús dijo a sus discípulos:

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados.

Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

Dios es compasivo. Es compasión, es perdón, es generosidad... Nos lo asegura Jesús en el Evangelio. Y si necesitamos más pruebas, acudamos a nuestra experiencia y las dudas se desvanecerán.

“Señor, has sido compasivo conmigo, con tu pueblo”

“Te doy gracias por poder sentir tu perdón”

Pero en ocasiones, los nubarrones cubren nuestro cielo, el sufrimiento vence a la esperanza, la fe se tambalea por el viento recio de la duda. Y nos parece que Dios nos se ha olvidado, que su compasión se ha acabado, y su amor generoso es tan solo un invento nuestro. Si ahora te sientes así, no tires la toalla. Espera. Dios te está preparando para bendecirte copiosamente.

“Señor, dame fuerza para buscarte en la oscuridad para rezarte sin sentirte, para amarte sin experimentar tu cercanía”

Sientas más o menos la compasión de Dios, Él nos llama a ser compasivos, a no juzgar, a perdonar, a ser generosos... ¿Cómo vas a vivir este evangelio, a qué personas tienes que acercarte? ¿Qué le dices a Dios?

Sobre buenos y malos, Padre, haces salir el sol y mandas la lluvia.

A todos sostienes, a todos ofreces tu regazo y susurras palabras de vida y ternura,
independientemente de sus méritos, de su dignidad, de su bondad o malicia, de su credo, de su autoestima.

Amas a todos, mas no eres neutral.

Amas al injusto, pero detestas la injusticia.

Amas al pobre, pero aborreces la pobreza.

Amas al engreído, pero te hastía el orgullo.

Amas al pecador, pero odias toda maldad.

Graba en nosotros las claves de tu corazón, y da a nuestras entrañas los ritmos de tu querer para respetar a los que son diferentes, ser tolerantes con los que no coinciden, dialogar con los disidentes, acoger a los extranjeros, prestar sin esperar recompensa, defender a los débiles, saludar a los caminantes, y amar a todos por encima de nuestros gustos y preferencias.

Enséñanos, Padre, a ser como Tú.

Que todos puedan decir: Son hijas e hijos dignos de tal Padre.

Amén

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