miércoles, 11 de marzo de 2015

PADRE NUESTRO...



Jesús dijo a sus discípulos:

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre de ustedes que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Ustedes oren de esta manera:

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido.

No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:

¡Padre! ¡Padre nuestro!, Padre nuestro por nuestra unión a Cristo, su Hijo único. Unión que nos lleva a santificarlo, pues Él nos ha santificado. Santificar el Nombre de Dios entre las naciones por nuestras buenas obras nacidas del amor, que Él ha infundido en nosotros.

Trabajar por su Reino a brazo partido queriendo alcanzar un mundo más justo, más fraterno y más en paz.

Puestos a los pies del Señor para escucharlo, para contemplar la manera en que nos amó hasta el extremo, para que sigamos sus huellas, pues ésta es la forma en que haremos su voluntad.

Entonces, hechos uno con Él no pasaremos de largo ante la pobreza, ante el dolor, ante la desnudez, ante el hambre, ante la sed, ante la enfermedad y ante la injusticia que padecen muchos hermanos nuestros, pues estaremos dispuestos a compartir con ellos no sólo nuestro pan y los bienes materiales que Dios puso en nuestras manos, sino nuestra vida misma.

Entonces sabremos aceptar nuestra fragilidad y la fragilidad de todos nuestros hermanos; y estaremos dispuestos a perdonarnos mutuamente, pues somos un signo del amor, de la misericordia y del perdón de Dios, y no signo de condenación.

Que Dios nos conceda serle siempre fieles y no dejarnos dominar por las tentaciones ni vencidos por el mal. Si somos hijos de Dios confiemos en Él y dejemos que su Espíritu nos conduzca por el camino del bien.

Amén

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