domingo, 21 de septiembre de 2014

QUIERO SER TIERRA BUENA



Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, Él les dijo, valiéndose de una parábola: «El sembrador salió a sembrar su semilla. Al sembrar, una parte de la semilla cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y se la comieron los pájaros del cielo. Otra parte cayó sobre .las piedras y, al brotar, se secó por falta de humedad. Otra cayó entre las espinas, y éstas, brotando al mismo tiempo, la ahogaron. Otra parte cayó en tierra fértil, brotó y produjo fruto al ciento por uno».

Y una vez que dijo esto, exclamó: «¡El que tenga oídos para oír, que oiga!»

Sus discípulos le preguntaron qué significaba esta parábola, y Jesús les dijo: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás, en cambio, se les habla en parábolas, para que miren sin ver y oigan sin comprender.

La parábola quiere decir esto: La semilla es la Palabra de Dios. Los que están al borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y arrebata la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.

Los que están sobre las piedras son los que reciben la Palabra con alegría, apenas la oyen; pero no tienen raíces: creen por un tiempo, y en el momento de la tentación se vuelven atrás.

Lo que cayó entre espinas son los que escuchan, pero con las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, se van dejando ahogar poco a poco, y no llegan a madurar. Lo que cayó en tierra fértil son los que escuchan la Palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen, y dan fruto gracias a su constancia»,

Palabra del Señor.



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

También el Sembrador sale hoy a sembrar, pero ¿soy yo tierra buena en la que la semilla de la Palabra da sus frutos? ¿En qué aspectos he sido un pedregal y me sigo resistiendo a comprometerme, a llevar una economía más solidaria o a perdonar a esa persona que me hizo daño? ¿En qué aspectos sigo sin quitar las zarzas que impiden que el Evangelio crezca en mi vida? Recuerda que la tierra que acepta la semilla de la Palabra da siempre frutos.

Jesús me invita a sembrar con él. El tiempo de sembrar es el tiempo de la Iglesia, de la misión de todos los cristianos. ¿Soy consciente de que en la educación de mis hijos, en mi trabajo, en mi compromiso parroquial, en el trato con los vecinos debo sembrar la Palabra?

Señor, Jesús, Tú eres el sembrador. Y yo la tierra en la que esparces la semilla de tu Palabra.

Gracias, Señor, por “perder tu tiempo” conmigo; gracias por darme la oportunidad de acoger tu semilla, de ser feliz, dando fruto abundante.

No permitas que mi corazón se endurezca, como un camino, no dejes que la vida me petrifique, Señor. Que no me gane la partida la desconfianza y el escepticismo.

Señor, en ocasiones soy como terreno pedregoso, acojo con ilusión tu Palabra, pero no soy constante.

Me gusta probarlo todo, pero no doy la vida por nada. Ayúdame a sacar las piedras de mi corazón, para ser tierra buena, con hondura, que dé fruto.

Señor, te doy gracias, por ser tierra buena, tierra que sería fecunda... si no estuviera llena de espinas.

Acojo la semilla de tu Palabra en un rincón del corazón, pero a veces recibo y dedico más tiempo a otras plantas que asfixian los brotes que nacen de tu semilla.

Señor, dame valor para renunciar a todo lo que me separe de Ti.

Señor, gracias por todas las personas que son buena tierra, en las que tu palabra crece y fructifica, ahonda y se multiplica.

Gracias por los santos, que producen el ciento por uno.

Gracias porque también yo, con tu ayuda, doy fruto abundante, frutos de ternura y solidaridad, de justicia y paz.

Señor, gracias por elegirme para ser sembrador.

Gracias por enseñarme que, a pesar de los obstáculos, todas las semillas, tarde o temprano, producen su fruto.

Ayúdame a sembrar con una mano y ayudar, con la otra, a que las tierras se conviertan en fecundas.

Dame generosidad para ser como el grano de trigo, dispuesto a enterrarse y a morir para que la tierra del mundo dé los mejores frutos. Amén.

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