lunes, 21 de septiembre de 2015

EL QUE QUIERE SER PRIMERO DEBE DE HACERSE EL ÚLTIMO



Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará». Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.

Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?» Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.

Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: «El que recibe a uno de estos pequeños en ni Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe no es a mí al que recibe sino a Aquél que me ha enviado».

Palabra del Señor

Como a los discípulos del Evangelio, a nosotros, discípulos de hoy, Jesús nos instruye sobre el misterio de su presencia en nuestro mundo, el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección.

Discípulo significa seguidor, aprendiz; pero en el Evangelio a menudo los discípulos no entienden nada, y hoy, además tienen miedo a preguntar, les falta una fe sólida, necesitan profundizar más.

No es Jesús el que aleja a los discípulos de la realidad, son ellos los que miran hacia otro lado, los que se preocupan por quien es el más importante. Frente al orgullo y al afán de poder, Jesús nos llama al servicio y nos invita a ser acogedores.

¿Experimento cada día que soy importante, en la medida que soy más servicial? ¿Descubro la presencia de Dios en los que se acercan a mí, sobre todo en los más indefensos, necesitados y desvalidos? ¿Acojo a los demás como si acogiera al Padre?
Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.

Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.

Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.

Sé el que apartó la piedra del camino, el odio entre los corazones y las dificultades del problema.

Hay la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la tan inmensa alegría de servir.
¡
Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que emprender!

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles. ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!

Pero no caigas en el error de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.
Aquél es el que critica, éste es el que destruye, tú sé el que sirve.

El servir no es faena de seres inferiores. 
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.

Pudiera llamársele así: «El que sirve».

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día:

«¿Serviste hoy? ¿A quién? ¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?»

Amén

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