martes, 25 de octubre de 2016

EL REINO DE DIOS SE PARECE A UN GRANO DE MOSTAZA



Jesús dijo:

«¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció, se convirtió en un arbusto y los pájaros del cielo se cobijaron en sus ramas».

Dijo también: «¿Con qué podré comparar el Reino de Dios? Se parece a un poco de levadura que una mujer mezcló con gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Jesús nos enseña la importancia de lo pequeño. Hay que ser fieles en lo poco. En lo cotidiano estamos haciendo crecer la dinámica del amor que es el Reino de Dios. Nadie conoce las buenas consecuencias de una sonrisa, de una palabra de aliento, de un compromiso cuidado y constante. Se siembra una semilla pequeña, pero queda ahí y crece. ¿Qué siembro yo, inconstancias y discordias o ilusión por Jesucristo?

Tenemos la experiencia contraria: una mentira tiene repercusiones que quedan y crecen cada día sin que sepamos cómo. En cambio nos falta confianza en esta Palabra: el bien es difusivo, imparable.

También nosotros somos pequeños, como el grano de mostaza. Si te dejas cuidar y provocar por Dios, si dejas que él pruebe tu amor en la fragua de su Amor, entonces serás como un árbol frondoso en el que todos encontremos sombra, frescura, aliento y descanso.
Quien siembra, siembra con esperanza, aunque el terreno no sea el mejor y tenga piedras, zarzas, calveros, lugares yermos, pisados caminos y aves en el cielo al acecho.

Quien siembra, siembra con esperanza, aunque no sea dueño del tiempo, de las lluvias de las heladas, de los vientos, de las sequías, ni de los calores que secan el terreno.

Quien siembra, siembra con esperanza, aunque no distinga la semilla, ni entienda
los procesos de germinación, ni los milagros encerrados en la simiente que lanza a la tierra.

Quien siembra, siembra con esperanza, aunque solo esparza en la tierra y en los corazones semillas pequeñas, semillas sin prestancia, semillas de mostaza, pues sabe que el Señor del campo y de la semilla confía en él y en su tarea.

Quien siembra, siembra con esperanza, aunque no sea suya la semilla, ni el terreno, ni sea dueño del tiempo, ni sepa de climas; aunque la experiencia le diga que hay cosechas que fracasan a pesar del cuidado y de cántaros de gracia.

Quien siembra vive la esperanza, sueña en parábolas, lanza buenas nuevas, goza la temporada y anhela la cosecha; pero, a veces, las preocupaciones le hacen pasar las noches en claro, y nada se soluciona hasta que se duerme en tu regazo.

¡Saldré a sembrar para continuar tu tarea y cuentes historias que florezcan en gracia!

Amén

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