jueves, 2 de junio de 2016

AMARÁS A DIOS CON TODO TU CORAZÓN, CON TODA TU ALMA Y CON TODAS TUS FUERZAS



Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al ver que les había respondido bien. Se acercó y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?»

Jesús respondió: «El primero es: "Escucha. Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas". El segundo es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". No hay otro mandamiento más grande que éstos»

El escriba le dijo: «Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios».

Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: «Tú no estás lejos del Reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Para responder a la pregunta de aquel escriba, Jesús une dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma primero unas palabras del Deuteronomio 6,4-5: “Amarás a Dios tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une un fragmento de Levítico 19,18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a uno mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad de amar a Dios.

Si me olvido del amor y de la justicia, me separo de Ti, Dios mío, y todo lo que haga, aunque te lo ofrezca, no puede agradarte.
Mi culto es paja e idolatría

Si me olvido de tu mandato, de amarte con todo mi ser y fuerzas y de amar al prójimo de igual manera, ¿de qué me sirven mis saberes, títulos y creencias?

Si me olvido de tus tiernas preferencias, ¿de qué me sirve lo demás?, ¿dónde pongo mi centro, eje y meta? Me pierdo sin remedio.

Soy persona hueca y vacía.

Aunque me haga a holocaustos y sacrificios, penitencias, rezos y obediencias,
no estaré más cerca de tu casa solariega.

Sólo tu mandato de amarte y amarnos es senda clara y segura.

Para creer en Ti necesito creer en el amor y la justicia, en tus tiernas preferencias.

Y vale mucho más creer en estas cosas que pronunciar o adorar tu nombre con osadía.

Fuera del amor y de la justicia, de tus tiernas preferencias, es imposible que yo, con mi historia, aunque te llame Padre y me considere hijo, pueda llegar a tu casa solariega.

¡Llévame por tus sendas y caminos aunque me haga el torpe, me despiste
o resista!


Amén

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