martes, 1 de diciembre de 2015

FELICES LOS OJOS QUE VEN LO QUE USTEDES VEN



Al regresar los setenta y dos discípulos de su misión, Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:

«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos:

«¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


"No he encontrado en nadie tanta fe". La fe en Jesucristo es la nota que define nuestro ser cristiano. Y en este tiempo de Adviento la Palabra nos invita a crecer en la fe. ¿Cómo podemos acoger a Jesús que viene, si no tenemos fe? ¿Cómo podremos descubrirle presente en el mundo y en nuestro corazón si nuestra confianza en él falla? ¿Cómo rezar "Ven Señor Jesús" si no creemos?

"Creo Señor, pero aumenta mi fe"

Tener fe no es solamente creer que Dios existe, o que Jesús es el Hijo de Dios. Para los cristianos tener fe es creer que Jesús puede curarme, puede salvarme, puede hacerme plenamente feliz. ¿Has sentido alguna vez la alegría de sentirte curado por Jesús? ¿Deseas con todo el corazón revivir esta experiencia o experimentarla por primera vez? Adelante. Ten fe. Reza. Busca a Jesús en la oración, en tus hermanos. Está deseando curarte de eso que tanto te pesa.

Al tocar la luz del día mis ojos, Señor, mi corazón se levanta hacia Ti en busca de tu mirada.

Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo, y estate atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta.

Da respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud, Tú que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío.

A Ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar: de mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones; de mañana, ante tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda; de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.

Oye mi voz, Señor, Tú que eres bueno y compasivo y alienta mi vida que busca en Ti luz y calor.

A Ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme.

En ti pongo mi confianza, como un niño en su madre: ayúdame.

A Ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame.

A Ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo.

A Ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame.

Mi corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en Ti.

Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo; como un gran escudo,  defiéndeme, sé mi fortaleza.

Que tus alas, Señor, me cobijen y me guarden mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

La fe no nos encierra, nos hace abiertos, solidarios. Aquel centurión no pidió para él, pidió para un criado, intercedió por él. Interceder es rezar por el otro, trabajar por el otro, dar la cara por el otro, dar voz a los que no tienen voz. Hay mucha gente que ha intercedido, que intercede por ti. Hay muchas personas que necesitan tu intercesión.

"Gracias Señor por las personas que interceden por mi"

"Gracias Padre por las personas que interceden por los más pobres"

"No dejes nunca Señor que me ahogue en mis problemas"

"Te pido Señor por... y dame fuerza para trabajar por él"

Adviento. Tiempo de espera cierta.

Esperar bien despiertos, pero no desvelados.

Esperar caminando, pero no adelantándonos.

Esperar embarazados, pero no adueñándonos.

Esperar expuestos, pero no a cualquier viento.

Esperar sedientos, pero no yermos.

Esperar entre niebla, pero no perdidos en esta tierra.

Esperar con velas encendidas, pero no consumidos.

Esperar ofreciéndonos, pero no vendiéndonos.

Esperar preparando tu camino, pero no encorvándonos.

Esperar en silencio, pero cantando al Verbo encarnado.

Esperar gestando, no abortando.

Esperar acogiendo, no reteniendo.

Esperar dándonos, no reclamando.

Esperar en silencio, no alborotando.

Esperar compartiendo y disfrutando.

Esperar aunque sea de noche y no veamos signos en el horizonte.

Esperar a cualquier hora del día aunque nos quedemos solos y se rían.

Esperar en soledad... ¡y en compañía!

Esperar con mucha paz, pero pellizcados por los hermanos.

Esperar anhelando, pero mecidos en su regazo.

Esperar mirando a lo alto, pero con los pies asentados.

Esperar refrescándonos en tus manantiales vivos y claros.

Esperar encarnados y ya naciendo a tu Reino.

Esperar en este tiempo de crisis y recortes.

Esperar con el Evangelio en la mano.

Esperar con los que vienen y con los que se van.

Esperar disfrutando lo que se nos ha dado.

Esperar viviendo y amándonos.

Esperar como Isaías, viviendo y profetizando.

O como Jeremías, sufriendo, pero enamorados.

O como Juan Bautista, pregonando lo que nos has dado.

Esperar, para que no pases de largo.

Esperar, aunque no entendamos a tu Espíritu Santo.

Amén

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