viernes, 11 de diciembre de 2015

¿CON QUIÉN PUEDO COMPARAR A ESTA GENERACIÓN?



Jesús dijo a la multitud:

¿Con quién puedo comparar a esta generación? Se parece a esos muchachos que, sentados en la plaza, gritan a los otros: «¡Les tocamos la flauta, y ustedes no bailaron! ¡Entonamos cantos fúnebres, y no lloraron!»

Porque llegó Juan el Bautista, que no come ni bebe, y ustedes dicen: «¡Está endemoniado!» Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores». Pero la Sabiduría ha quedado justificada por sus obras.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


Juan y Jesús anuncian la Palabra de Dios, con dos estilos distintos. Juan desde el desierto, Jesús desde las calles, plazas y casas. Juan no participaba en fiestas, Jesús si. Las palabras de Juan eras más ásperas que las de Jesús. Juan es el mayor de los profetas, Jesús es el mismísimo Hijo de Dios. Sin embargo, ni a uno ni a otro escucharon. Decían que Juan tenía un demonio y que Jesús era un comilón y un borracho. A veces somos especialistas es buscar excusas para no escuchar a las personas.

Dios sigue hablando a través de personas, a través de personas amables y bruscas, aburridas y divertidas, desagradables y simpáticas, más buenas y peores, de izquierdas y de derechas, creyentes y no creyentes...

No es fácil descubrir lo que Dios nos dice por medio de las palabras de las personas (a veces contradictorias), pero tenemos que abrir los oídos de par en par a todos y pedir a Dios que nos ayude a escuchar su Palabra en las palabras.

Salir con los ojos bien abiertos, ligero de peso y erguido, libre y dispuesto.

Andar por las calles sin miedo, otear el horizonte serenamente, saludar y tocar a la gente.

Escuchar el rumor de la vida, dejarse empapar por ella y regalar cántaros de esperanza todos los días.

No dormirse en los laureles, vigilar todo lo que acontece y esperar día y noche al que viene.

Volver con los pies polvorientos, el corazón enternecido y preñadas las entrañas.

Entrar alegre en su casa, dejarse lavar y curar las llagas y sentarse a comer en compañía.

Contar lo que me ha sucedido, escuchar a todos como amigo y cantar con voz humana sus alabanzas.

Permanecer largo tiempo en silencio contemplando el misterio y cuidando la vida que está floreciendo. Esto es Adviento.

Amén

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