domingo, 14 de agosto de 2016

DEJEN QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ



Trajeron a unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos».

Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Jesús es feliz en medio de los que no cuentan. En aquel momento y en aquella tierra los niños eran poco más que una propiedad del padre.

“Señor, enséñanos a amar a todos, especialmente a los últimos”

Quizá los discípulos piensan que los niños van a ser un estorbo para poder estar tranquilamente con Jesús. Sin embargo, la realidad que el Maestro pone de manifiesto es otra bien distinta: los discípulos son un estorbo para que los niños se encontrarán con Él.

“A veces soy un estorbo para que otros se encuentren contigo, perdóname y enséñame a atraer a todos hacia ti.

De los que son como los niños es el Reino de los cielos. Los niños se saben necesitados, saben pedir con humildad, disfrutan de las pequeñas alegrías, inspiran ternura...

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, concédeme el don de ser niño y poder descansar en tu regazo sin vergüenza y sin miedo, pues a medida que crecemos otros intereses nos hacen olvidar que la confianza y la ternura son imprescindibles para madurar y recorrer tus caminos.

Concédeme el don de ser niño para saber mirar a los demás con cariño y transparencia, pues el paso de los años va cargando nuestra vida de suspicacias, temores y envidias que doblan nuestra la espalda y tensionan nuestras entrañas.

Concédeme el don de ser niño para confiar en los demás y compartir gratuitamente, con generosidad y limpieza, lo que de ti recibo, cada día, para ser feliz; pues el egoísmo, la avaricia y las comparaciones apagan todas las estrellas y encienden nuestras más oscuras vanidades.

Concédeme el don de ser niño; quítame todo lo que me impide llegar a ti y me aleja de quienes son niños y van llenos de carencias y necesidad; quítame la desconfianza, la doblez y el orgullo que no acepta perderse entre los más pobres.

¡Que recupere, en el cuerpo y en el espíritu, la maleabilidad de la niñez para servir!

¡Vuélveme niño otra vez!

Y si así no logro alcanzarte o no logras retenerme, o no me dejo querer, o no aprendo o servir, o creo que soy más y mejor, o no me doy a los que tú quieres, vuélvete, Señor, a mí y háblame como una madre habla a su bebé.

Amén

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