viernes, 27 de noviembre de 2015

EL CIELO Y LA TIERRA PASARÁN, PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN



Jesús, hablando a sus discípulos acerca de su venida, les hizo esta comparación:

Miren lo que sucede con la higuera o con cualquier otro árbol, Cuando comienza a echar brotes, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano, Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el Reino de Dios está cerca.

Les aseguro que no pasará esta generación hasta que se cumpla todo esto., El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida? 


Fijate en la higuera... fíjate en la vida, en tu vida, en la vida de las personas cercanas... fíjate en tu grupo de fe, en tu parroquia, en la iglesia... fíjate en tu familia, en tu pueblo o ciudad, en el mundo. Jesús era un gran observador.  Ver, mirar, fijarse, contemplar... ¡qué fácil es y qué poco lo hacemos! ¿nos enteramos de las cosas que suceden en nuestro mundo y en nosotros mismos? Podemos pedir a Dios que nos conceda ser personas con vista, con una mirada profunda.

La mirada de Jesús no se detenía únicamente en el cielo, mas bien sabía ver el cielo en la tierra. Descubría al Padre en la historia de su pueblo, en el corazón de las personas...

Señor Jesús, Tú nos invitas a observar  la Naturaleza, a aprender de su belleza y sus ritmos, del devenir de las estaciones, el germinar de las semillas y el crecimiento de las plantas.

Señor Jesús, ayúdame a descubrir todo lo que está despuntando en mi corazón: nuevos sueños, nuevas ilusiones para proyectos comenzados hace tiempo, nuevos deseos de amar, de servir a los pequeños, de entregarme a Ti. Agradezco todos los brotes de vida que van germinando y creciendo en mí, para ser yo misma, para ser más feliz, para dar más fruto.

Señor Jesús, limpia mi mirada, para que, a pesar de todas las corrupciones y todos los escándalos, sepa ver los brotes de vida que crecen en la higuera seca de nuestra sociedad, en la higuera seca de nuestra iglesia: personas mayores que comparten todo su tiempo y su sabiduría con los demás; jóvenes que van contracorriente, se acercan a Dios y dedican tiempo a los demás; niños que no pasan de largo ante las lágrimas de un compañero, enfermos que animan a sus familias, personas que en su trabajo no se conforman con cumplir… ¡Cuántos signos de vida, Señor!

Señor Jesús, ayúdame a confiar en tus palabras, que no pasan nunca, que me emocionan cada vez que las escucho, que impulsan mi vida, que construyen tu Reino de justicia y paz, de gracia y amor; que fortalecen mi esperanza en Ti, en mí, en la gente que me rodea, en la Iglesia y en el mundo. Tú estás a nuestro lado y tus palabras nos aseguran el final más feliz. Gracias, Jesús.

Tenemos que aprender a mirar al estilo de Dios. Dios, que es bueno, que es Amor, mira todo con bondad y amor. En la Creación, el libro del Génesis repite: "y vio Dios que era bueno" Y el Evangelio nos cuenta que Jesús  "fijando en él joven rico su mirada, le amó" Si no miramos con amor, no descubriremos al Dios-Amor en la vida, en la historia.

"Cura Señor mi mirada, tantas veces fría y egoísta"

"Gracias, Señor, por las personas que miran con amor"

"Ayúdame a descubrirte y a disfrutar de tu presencia"

Amén


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