miércoles, 29 de abril de 2015

EL QUE ME VE, VE AL QUE ME ENVIÓ



Jesús exclamó:

El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en Aquél que me envió. y el que me ve, ve al que me envió.

Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas.

Al que escucha mis palabras y no las cumple, Yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.

El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que Yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día.

Porque Yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y Yo sé que su mandato es Vida eterna.

Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó.

Palabra del Señor

¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Pueden ayudar estas ideas:

Sólo el Hijo unigénito del Padre lo conoce a Él. Y el Padre Dios le ha confiado una misión al Hijo: salvarnos por medio del amor hasta el extremo, que se convierte en la entrega de la propia vida. Así, a través de Cristo conocemos a Dios y el amor que nos tiene. Eso es lo que el Padre Dios le confió a su Hijo para que nos lo revelara. Quien rechace a Cristo estará rechazando al Padre Dios, que lo envió, y se estará cerrando a la salvación. Cuando seamos juzgados en el amor nosotros mismos seremos salvados conforme a la aceptación de ese amor que Dios nos ha tenido y que nos ha manifestado en su Hijo hecho uno de nosotros. Ojalá y no nos cerremos al amor de Dios, pues entonces el amor se convertiría en juicio de condenación por no haber creído en ese amor.

En esta celebración del Memorial de la Pascua de Cristo el Señor se convierte para nosotros en Luz que ilumina nuestro camino con su Palabra. Hemos venido a escuchar al Señor para comprometernos con Él en trabajar a favor de su Reino. Pero el Señor se convierte también para nosotros en alimento de vida que nos hace ser un signo de la Vida de Dios para el mundo. Nosotros entramos en comunión de vida con Él y con la Misión que el Padre Dios le confió. Desde Él conocemos el amor que el Padre Dios nos tiene, y desde Él escuchamos al Padre que no sólo nos concede el perdón y nos da palabras de aliento, sino que también nos envía, en su Nombre, para que proclamemos la Buena Nueva del amor que nos ha manifestado en su propio Hijo. Puesto que Jesús se ha comprometido en concedernos todo lo que le pidamos, no nos quedemos en peticiones de cosas meramente temporales; roguémosle que nos conceda en abundancia su Vida y su Espíritu, para que seamos fieles testigos de su amor en el mundo.

Amén

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