A la Hora
de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Yo soy la
verdadera vid y mi Padre es el viñador.
Él corta
todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más
todavía.
Ustedes
ya están limpios por la palabra que Yo les anuncié.
Permanezcan
en mí, como Yo permanezco en ustedes.
Así como
el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si
no permanecen en mí.
Yo soy la
vid, ustedes los sarmientos.
El que
permanece en mí, y Yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada
pueden hacer.
Pero el
que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se
recoge, se arroja al fuego y arde.
Si
ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que
quieran y lo obtendrán.
La gloria
de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis
discípulos.
Palabra
del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
Jesús
es la Vid, es la Vida. Nosotros somos los sarmientos y por nuestras venas corre
la misma Vida de Jesús... si permanecemos unidos a Él.
Permanecer
no es estar a ratos, cuando me apetece, cuando lo necesito, cuando no tengo más
remedio... El verbo permanecer es amigo del sustantivo fidelidad y del adverbio
siempre.
A
veces, “permanecer en Jesús” nos suena a castigo, a imposición, a condena. Si
lo vivimos así, no conocemos todavía el corazón de Dios. Permanecer es un
regalo, un tesoro, el mejor tesoro, que Él nos ofrece incondicionalmente para
que demos fruto, para que nuestra vida tenga sentido.
Con
toda la buena voluntad del mundo comenzamos compromisos, queremos mejorar
nuestro mundo, participamos en grupos de fe, en parroquias y movimientos,
tratamos de ser cada día mejores...
Queremos
cosas buenas y trabajamos por ellas, pero olvidamos lo fundamental, lo
imprescindible: estar unidos a Jesús. Sin Él no podemos hacer nada.
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
Quiero
ser verdadero sarmiento, sarmiento que permanece pegado a la parra que lo
sostiene, y que, por ella, recibe el alimento para mantenerse vivo y fecundo.
Quiero
ser sarmiento que se limpia de todo aquello que le amenaza arrancarlo de la
vid, de la vid que le da la savia verdadera para fertilizarse y dar hermosos
frutos.
Quiero
ser sarmiento que recibe la poda necesaria para quedar siempre bien injertado en
la vid, sin peligro de ser arrancado por los temporales, la sequía o las malas
hierbas que lo destruyen y alejan de su tronco verdadero.
Quiero
ser injerto tuyo, Dios mío, para que nunca tu Amor quede cortado en el camino a
mi corazón, y siempre esté regado por tu bendición y tu compasión. Quiero ser
sarmiento que vive de su Viña y que da los frutos que la Viña espera. Buenos
frutos que sacian el hambre y la sed de los que se acercan a ella.
Amén
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