A la Hora
de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Como el
Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes.
Permanezcan
en mi amor.
Si
cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como Yo cumplí los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Les he
dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
Palabra
del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Podemos
imaginar con dificultades cómo ama un padre o una madre a su hijo. Pero no
podemos si quiera sospechar cómo ama Dios Padre a Jesús, su Hijo. Con este amor
infinito nos ama Jesús. Y la aventura más preciosa que podemos emprender es
dejarnos amar, acercarnos al fuego del Amor, sentir cada día con más intensidad
la fuerza y la ternura de ese Amor.
“Gracias
Señor por amarnos así, sin medida ninguna”
“Haznos
sentir tu amor, Señor”
“Perdona
y cura la dureza del corazón que no se deja amar”
Para
permanecer en el Amor de Dios, Jesús nos enseña un camino seguro: cumplir los
mandamientos. Y el mandamiento más importante es: amar a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo como a uno mismo.
“Señor,
envía sobre nosotros tu Espíritu de amor”
“Ayúdanos
a trabajar cada día por amor y con amor”
“Que
nuestra oración sea una expresión de amor que nos une”
En la
senda de los mandamientos, llamada también del amor, nos tropezaremos con una
buena compañera de camino: la alegría, la Alegría plena, la Alegría de Dios.
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor,
Tú nos has creado para que seamos felices; has querido contagiarnos tu misma
alegría, a todas las personas, sin excluir a nadie. Para que nuestra alegría
crezca cada día. Gracias, Jesús.
No
dejes que seamos seres resentidos, quejosos, sin vida. Ésa no es la opción de
una vida digna y plena, ése no es tu deseo para nosotros, ésa no es la vida en
el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado.
No
permitas que mi vida se ahogue en el egoísmo. Ayúdame a dejar espacio en mi
corazón a los demás. Ábreme los oídos para escuchar tu voz, esa voz que me
recuerda que me amas con locura, para que así crezca la dulce alegría de
sentirme amado, y en mi vida palpite el entusiasmo por hacer el bien.
Concédenos
la gracia de experimentar la alegría de los que no ponen condiciones para estar
alegres; de los pobres que comparten lo poco que tienen; de las personas, que
aún en medio de grandes compromisos, han sabido conservar un corazón confiado,
desprendido y sencillo; de los creyentes que cada día se dejan alcanzar y
alegrar por tu amor.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario