A la Hora de
pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá.
Hasta ahora, no han pedido
nada en mi Nombre.
Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por
medio de parábolas.
Llega la hora en que ya no les hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que Yo ruegue al Padre por ustedes, ya que Él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que Yo vengo de Dios.
Salí del Padre y vine al
mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre.
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Pueden ayudar estas ideas:
Jesús
nos anima a pedir al Padre, a pedir en su nombre, a pedir como Él y con Él, a
pedir con sus sentimientos, con su confianza en el Padre...
Sin
embargo, a veces nos cuesta pedir. Decimos: “Dios ya sabe lo que necesito. Me
lo dará sin que se lo pida”. Es verdad que Dios no precisa nuestra petición
para ser generoso, pero nosotros si necesitamos pedir: para hacernos conscientes con humildad de nuestras limitaciones, para reconocer agradecidos que todo bien viene de Dios, para comprometernos en favor de lo que pedimos, para poder acoger los dones que Dios constantemente nos regala y que no
disfrutamos por tener el corazón cerrado.
Nos
cuesta pedir bien. A veces no sabemos lo que pedimos, no pedimos lo que nos
interesa verdaderamente, pedimos pequeñeces cuando Dios quiere darnos lo mejor
de sí; pedimos con un corazón tan egoísta que nos olvidamos de las necesidades
de los hermanos.
“Señor
Jesús, enséñanos a orar, para que podamos
saborear el amor del Padre; enséñanos a pedir
por todos y para todos, no sólo por nuestras
pequeñas preocupaciones; enséñanos a pedir
sobre todo el don del Espíritu, el don de conocer y cumplir siempre tu voluntad”
Amén
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