A la Hora de
pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Todavía tengo muchas cosas que
decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.
Cuando venga el Espíritu de la
Verdad, Él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.
Todo lo que es del Padre es
mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes».
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Pueden ayudar estas
ideas:
Jesús
es un buen maestro. No lo dice todo de golpe. Nos invita a seguirle y conforme
vamos asimilando las primeras lecciones, nos va descubriendo las siguientes;
primero nos alimenta con papillas y cuando llega el tiempo oportuno nos da
pescados y carne. Esta actitud de Jesús contrasta con nuestra prisa, con
nuestra falta de paciencia. Nos gustaría saberlo todo ya, hacerlo todo
enseguida, ser santos de un día para otro...
“Señor,
gracias por tu paciencia para con nosotros”
“Ayúdame
a ser paciente conmigo mismo”
“Perdona
y cura mi impaciencia”
La
pedagogía de Jesús, su modo de enseñar es un ejemplo para los padres, los
educadores, los sacerdotes... Por un lado respeta los ritmos de las personas,
por otro anima constantemente a trabajar los valores, los talentos
recibidos.
“Señor,
que nuestra palabra comprenda y anime, consuele y
llame a la conversión, respete y ayude a
crecer”
Nos estamos
acercando a Pentecostés. Preparemos nuestro corazón para recibir el don del
Espíritu, pidiéndolo con insistencia, con confianza.
“Espíritu Santo, ven, enséñanos, consuélanos, anímanos”
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