Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron:
«¿Por qué le hablas a la multitud por medio de parábolas?».
Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios
del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más
todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que
tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y
no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que
dice:
"Por más que oigan, no comprenderán, por mas que vean, no
conocerán. Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados
sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no
oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y Yo no los sane".
Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos,
porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que
ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir,
Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Jesús se dirige con
palabras sencillas al pueblo sencillo que le escucha. Él amolda el anuncio del
Evangelio a la cultura de quienes le siguen. Con ejemplos tomados del mismo
trabajo de sus oyentes trata de hacerles entender el Reino de Dios, el amor
misericordioso del Padre, el amor que nos tiene hasta el extremo. Nadie puede
decir que no entendió y que por eso no pudo darle una respuesta adecuada al
Señor. Siendo tan inculturado el anuncio de la Buena Noticia, quien lo
desprecie, quien tape sus oídos para no oír, y cierre sus ojos para no ver,
será responsable de su falta de fe y de su propia condenación. Jesús es el
Evangelio viviente del Padre ¿lo hemos aceptado en nuestra vida? si es así,
seremos dichosos, pues nuestra vida y nuestros sentidos estarán abiertos para
hacer nuestra su vida, nuestro su camino, nuestra su misión.
En esta Eucaristía
el Señor quiere que renovemos nuestra Alianza de pertenencia a Él como hijos en
el Hijo, puesto que Él continúa siendo fiel a ese Pacto en que se ha
comprometido a ser nuestro Padre. Él es el Dios-con-nosotros. Más aún, por
voluntad suya: nosotros estamos en Él y Él en nosotros. Con lenguaje, que
nosotros entendemos, el Señor nos ha manifestado todo su amor incluso con su
propia vida, liberándonos de la esclavitud de nuestros pecados y haciéndonos
hijos de Dios. Celebremos este Memorial de su Pascua no con la vieja levadura
de maldad y perversidad, sino con los panes pascuales de la sinceridad y de la
verdad.
Amén
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