viernes, 29 de julio de 2016

YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA



En aquel tiempo:

Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».

Marta le respondió: «Sé que resucitará en la resurrección del último día».

Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?»

Ella le respondió: «Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Marta está rota por el dolor. La muerte de su hermano Lázaro le pesaba como una losa. 

Pero cuando se entera de que Jesús está llegando, sale para acogerlo.

En sus primeras palabras se mezclan la fe y el reproche: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”.

Señor: demasiados interrogantes, dudas y oscuridades; a veces, demasiados golpes, heridas y fracasos, como para no protestar y plantearte pleito.

Me enfado y quejo, te reprocho, te increpo y levanto la voz, te acuso de ambiguo y tramposo y me enfrento a ti sin autocensura, mantengo el pleito.

Y Tú, no te incomodas ni te impacientas, ni rompes los lazos de seducción y amor que un día forjaste; toleras nuestras impertinencias aunque se repitan.

Pero no sé si te ríes o eres todo misericordia rompiendo nuestros esquemas.

Quizá te agrade nuestra libertad, frescura y rebeldía, y temas más el silencio y la incomunicación de tus hijos que nuestros cuestionamientos y salidas de tono.

Sabes que este pulso sucede, aunque no lo parezca, en nuestro huerto y bodega; y que es reflejo de nuestra trayectoria vital que se asemeja a un arco de tiro que, al tensarse, une los dos extremos con los que juega y se manifiesta.

Cuanto más nos tensamos, más juntos están en nosotros la rebeldía y la confianza, la protesta y la obediencia, el grito y el abrazo, el no y el amén; y más veloz sale la flecha con los anhelos más cálidos y vivos, dejando las cañadas oscuras, hacia la tierra prometida y el regazo de quien le da acogida.

Y después de tantas quejas y protestas, o en medio de ellas, la única respuesta que descubrimos está ya tatuada en la historia y en la Buena Noticia: Si tenéis fe, ¡cómo no voy a hacer justicia!

En la conversación con Jesús, la fe va ganado la partida al reproche hasta que desaparece el reproche y brilla con toda su fuerza la fe: “Sé que resucitará en la resurrección del último día... Señor, yo creo que Tú eres el Mesías que tenía que venir.”

A veces, cuando sufrimos no queremos saber nada de Dios. Sin embargo, María nos enseña a acercarnos a Dios, aunque sea para quejarnos. Tenemos que dar la oportunidad a Dios para que poco a poco transforme nuestro dolor en una fe más recia.

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Amén

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