miércoles, 27 de julio de 2016

EL REINO DE LOS CIELOS SE PARECE A UN TESORO ESCONDIDO



Jesús dijo a la multitud:

El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.

El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Cada persona tiene su forma de valorar lo que tiene y lo que no tiene: Hay cosas que no nos gustan. Otras nos parecen buenas sin más. Nos gustaría tener algunas. Hay cosas por las que estamos dispuestos a hacer un esfuerzo Finalmente, hay tesoros, por los que estaríamos a dar todo lo que tenemos.

¿Qué lugar ocupa en tu corazón y en tu vida la fe, la oración, el compromiso por los necesitados, la comunidad cristiana, la familia...? ¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

“Señor, hazme descubrir el valor de la amistad que me ofreces, inclina mi corazón a las cosas que de verdad son importantes no dejes que entregue mi vida a causas que no merezcan la pena. Gracias por el tesoro de la fe, de la oración, de la amistad...

Hazme capaz de darlo todo por la perla preciosa del Evangelio

Señor, la vida está llena de encrucijadas, llena de caminos que se abren a mi paso, aunque a veces no soy consciente y elijo sin pensar, sin darme cuenta, dejándome llevar por la rutina, por la pereza, por la prisa, por lo que otros esperan de mí…

Ayúdame a valorar la libertad que me diste y a utilizarla con responsabilidad; a rechazar lo malo y elegir lo bueno, a desenmascarar la mentira y buscar la verdad, a desechar el rencor y optar por el perdón, a descartar una vida cerrada a los demás y construir una vida compartida y entregada. a vencer al egoísmo y escoger el amor.

Dame luz para encontrar el tesoro escondido, y valor para renunciar a cuanto me aleje de él.

Ayúdame a escoger, entre lo bueno, lo mejor, el camino que más me ayude a crecer y ser feliz, el camino en el que sirva más y mejor, el camino que me acerque más a ti y a tu amor.

Te tengo y no te tengo porque, creyendo en tu palabra, renuncié a poseer cosas y personas en mi casa, en mi corazón y en mis entrañas.

Y ahora que vivo así, huérfano de propiedades, yermo de posesiones, sin redes, sin cadenas, sin ventosas, sin paredes, cárceles y murallas, sin presiones, sin estafas, sin trampas, es cuando más rico me encuentro y más libre me siento para agarrarte y agarrarme, para retenerte y retenerme en este espacio vacío que es mi casa, mi corazón y mis entrañas, y que Tú habitas libremente con ternura infinita, humana y divina, desde que existe.

Y así, a la contra como quien dice, la fe empieza a invadirme por todos los poros, vías y heridas; y yo me dejo llevar por tu brisa, huellas y melodía a un encuentro sorprendente.

Gracias porque es posible tenerte y retenerte, y por tenerme y retenerme a tu manera, Señor.

¡Esto es un tesoro que merece la pena!

Amén

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