En aquel tiempo: La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús,
junto con sus hijos, y se postró ante Él para pedirle algo.
«¿Qué quieres?», le preguntó Jesús.
Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda».
«No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que Yo
beberé?»
«Podemos», le respondieron.
«Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a
sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que
esos puestos son para quienes los ha destinado mi Padre».
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero
Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones
dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre
ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se
haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su
esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para
servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Palabra
del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Santiago
y su hermano se acercan a Jesús acompañados por su madre, buscando honores y
privilegios. Sin embargo, el Señor les va cambiando el corazón, poco a poco
descubren que ser grande y ser servidor es lo mismo y que el mayor título de un
seguidor es dar la vida como el Maestro.
“Señor, a
veces te seguimos buscando sólo ventajas cambia nuestro modo de pensar y haznos buenos seguidores tuyos.”
No
sabemos porque se enfadan los otros discípulos. Quizá ellos estén buscando lo
mismo que los Zebedeos, aunque no se atrevan a expresarlo. En todo caso, esa no
es la actitud adecuada, el que está equivocado necesita comprensión y
paciencia. Sólo así podrá cambiar.
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
Santiago,
como todos los apóstoles, es mensajero del Evangelio. Según dice la tradición,
evangelizó España, en medio de toda clase de dificultades. Hoy es un buen día
para dar gracias a Dios por el tesoro del Evangelio, anunciado por Santiago y
por los cristianos que tomaron y transmitieron la antorcha de la fe hasta
llegar a nosotros, una antorcha que tenemos que seguir transmitiendo. Buenos
días. En la fiesta del APÓSTOL SANTIAGO, compartimos esta oración:
Señor Jesús, Tú me llamas, como
llamaste a Santiago, cuando estaba en la barca con su padre y su hermano. Y yo
quiero responderte como él, sin excusas, sin dejarlo para mañana; quiero
responder a tus llamadas, a las llamadas de la conciencia y de los hermanos,
con prontitud, inmediatamente.
Señor, tu cercanía, tu amor, tus
palabras cambiaron radicalmente la vida del Apóstol. Aquel hombre violento,
hijo del trueno, buscador de grandezas, dispuesto a pedir fuego del cielo para
consumir una ciudad que no te recibió; no muchos años después, cuando llegó el
momento de morir martirizado, no se echó atrás y lo dio todo. Ayúdanos a estar
cerca de ti, a acoger tu Palabra y tu amor, para que nuestra vida cambie, como
se transforma el barro en manos del alfarero.
Señor, Tú hiciste de Santiago un
gran evangelizador. Con la ayuda de la Virgen, tuvo claro que no se podía
guardar para sí el tesoro de su fe y la anunció con mucho valor a pesar de
dificultades y persecuciones, convencido de que cuantos más reciban la gracia,
mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios Padre. Qué nuestras palabras
y nuestros compromisos, nuestra alegría y nuestra esperanza anuncien a todos
que Tú, Jesús, eres el Amor que siempre nos acompaña y nos salva y el Camino
que nos conduce a la Felicidad más grande.
Amén
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