Jesús atravesaba unos sembrados y era un día
sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer
las espigas.
Al ver esto, los fariseos le dijeron: «Mira que tus discípulos hacen lo
que no esta permitido en sábado».
Pero Él les respondió: «¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus
compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes
de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros,
sino solamente a los sacerdotes?
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo,
violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta?
Ahora bien, Yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo.
Si hubieran comprendido lo que significa "prefiero la misericordia al
sacrificio", no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es
dueño del sábado».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Los cristianos tenemos sólo un Dios. No podemos
adorar a una ley, por buena que sea. La ley nos sirve en la medida en que nos
ayuda a seguir a Jesucristo.
“A veces utilizamos la ley para atacar y no para
salvar. Perdona”
“Enséñanos a cumplir la ley sin absolutizarla”
Jesús pone por encima de todo la misericordia, el
amor. Si no tengo amor, no sirve de nada la oración, el compromiso, las misas,
las reuniones. El amor da sentido a todo, el amor ha de ser como el licor que
da sabor a toda nuestra vida.
“Enséñanos a vivir en el amor, con el amor, por el
amor”
“Cambia nuestra vida, llena de muchas cosas, casi
vacía de amor”
“Perdona nuestra falta de misericordia”
Tú no
eres Señor, un Dios impasible, no eres distante y duro con los hombres. Tú
conoces nuestra debilidad, nuestras tendencias orgullosas, violentas y
egoístas. Conoces bien todas nuestras miserias. Tú eres misericordioso y
compasivo Tú padeces y compadeces, Tú eres compasión. Compadécete de nosotros.
Ven,
Señor, a socorrernos, y danos un corazón nuevo, un corazón limpio y sincero, un
corazón lleno de compasión, Qué sintamos la impotencia del caído y le ayudemos
a levantarse. Qué compartamos el dolor del enfermo y le acompañemos. Qué
miremos con misericordia al que se equivoca y le enseñemos el Camino. Qué
suframos el miedo del cobarde y le animemos. Qué padezcamos la decepción del
engañado y le mostremos la verdad. Qué comprendamos el vacío del violento y le
ayudemos a buscar la paz. Qué soportemos el pesimismo del desilusionado y
sembremos esperanza. Qué probemos la necesidad del hambriento y le ofrezcamos
pan y cariño. Qué hagamos nuestra la rabia del golpeado y lo tratemos con
dignidad.
Que nos
compadezcamos del egoísta y le amemos. Acompáñanos con la presencia de tu
Espíritu, y quédate con nosotros, dulce huésped, o métenos dentro de tu inmenso
Corazón.
Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario