Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del
mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una
barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces
Él les habló extensamente por medio de parábolas.
Les decía: «El sembrador salió a sembrar. Al
esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las
comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y
brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el
sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas,
y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto:
unas cien, otras sesenta, otras treinta.
¡EI que tenga oídos, que oiga!»
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Salió Jesús de su casa, salió de la casa del Padre
para encontrarse con la humanidad, con nosotros. En la oración, Dios toma
siempre la iniciativa. Podríamos decir que Dios nos reza, nos llama, antes que
nosotros le respondamos. La oración es don de Dios.
“Señor, gracias por acercarte a mí. Gracias por
poder orar”
Y la gente acudió. Dios se acerca, pero también
nosotros tenemos que acercarnos, tenemos que salir de nuestra casa, de nuestras
tareas cotidianas, incluso de los lugares habituales para encontrarnos con
Jesús. La oración es tarea nuestra.
“Señor, perdona y cura nuestra pereza para rezar”
“Danos fuerza para salir a tu encuentro cada día”
Les hablaba en parábolas, con sencillez, con
ejemplos que pudieran entender, acomodándose a su forma de ser... También
nosotros estamos llamados a anunciar el evangelio con un lenguaje apropiado,
que pueda ser comprendido.
“Señor danos sabiduría para proclamar el Evangelio”
Siembra, lo importante es
sembrar -poco, mucho, todo - el grano de la esperanza.
Siembra tu alegría, para
que resplandezca a tu alrededor.
Siembra tu energía, para
enfrentar con fortaleza las batallas de la vida.
Siembra tu coraje, para alentar
el coraje de los otros.
Siembra tu entusiasmo, tu
fe o tu amor.
Siembra las cosas mínimas,
aquello que parece no contar.
Siembra y ten confianza:
cada grano enriquecerá un rinconcito de la tierra.
Amén
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