jueves, 21 de julio de 2016

A QUIEN TIENE SE LE DARÁ MÁS Y TENDRÁ EN ABUNDANCIA



Los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: «¿Por qué le hablas a la multitud por medio de parábolas?».

Él les respondió: «A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice:

"Por más que oigan, no comprenderán, por mas que vean, no conocerán.

Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y Yo no los sane".

Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?


¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?


Damos gracias a Dios porque se nos ha concedido el don de escuchar y comprender poco a poco la Palabra de Dios. No tenemos más méritos que otros.

La fe es un don.

Este don no supone para nosotros un privilegio, sino una responsabilidad. El don que hemos recibido no ha de servir sólo para nuestro enriquecimiento personal. Hemos sido agraciados para que la Gracia llegue a otros; hemos sido amados, para que el Amor llegue a otros; hemos sido ungidos, fortalecidos, para que el Espíritu fortalezca a otros.

Pedimos al Señor que nos abra el entendimiento para comprenderle, para acoger su palabra y su amor, como a los discípulos camino de Emaús:

Quédate, Señor, que se hace ya tarde, que el camino es largo y el cansancio grande.

Quédate a decirnos tus vivas palabras que aquietan la mente y encienden el alma.

Mantén en ascuas nuestro corazón torpe, disipa nuestras dudas y temores.

Míranos con tus ojos de luz y vida, devuélvenos la ilusión perdida.

Lava las heridas de estos pies cansados; despiértanos vida con gestos humanos.

Quédate y límpianos rostro y entrañas; quema esta tristeza, danos esperanza.

Quédate, Señor, comparte nuestras viandas y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.

Pártenos el pan de tu compañía; ábrenos los ojos de la fe dormida.

De tus palabras cuelga lo que buscamos, lo hemos visto caminando a tu lado.

Quédate y renueva valores y sueños; danos tu alegría y tu paz de nuevo.

Condúcenos siempre al mundo, a la vida, para ver tu rostro en rostros cada día.

Quédate, Señor, que se hace ya tarde, que el camino es largo y el cansancio grande.

Amén

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