Jesús envió a sus doce apóstoles, diciéndoles:
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos
está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los
leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den
también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni
provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el
que trabaja merece su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen
a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir.
Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo
merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva
a ustedes.
Y si no los reciben ni quieren escuchar sus
palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus
pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas
menos rigurosamente que esa ciudad.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
En este
Evangelio Jesús nos da “el manual del misionero”. Nos fijamos en tres aspectos:
No lleven encima oro ni plata, ni monedas. ¿Cómo vamos a anunciar que nuestro tesoro es Dios y la fe, si estamos todo el día preocupados por el dinero, por nuestras cosas?
No lleven encima oro ni plata, ni monedas. ¿Cómo vamos a anunciar que nuestro tesoro es Dios y la fe, si estamos todo el día preocupados por el dinero, por nuestras cosas?
“Señor,
haznos pobres y austeros”
“En Ti
confiamos. Tú eres nuestra riqueza”
“Perdona y cura nuestro afán de poseer”
Busquen a alguna persona respetable y permanezcan en
su casa hasta el momento de partir. El Evangelio no se anuncia en un día, ni en
dos, ni en un año. Hay que tener paciencia. Todos necesitamos tiempo para
comprender y acoger la Buena Noticia.
“Haznos, Señor, pacientes y confiados”
“Perdona y cura nuestra impaciencia”
“Gracias Señor por las personas que saben esperar”
Si alguno no los recibe, al irse de esa casa o de esa ciudad,
sacudan hasta el polvo de sus pies. Es necesaria la paciencia ¡imprescindible!
con todos aquellos que quieren avanzar.
Pero no podemos perder el tiempo con
los que se cierran al mensaje del Evangelio una y otra vez.
“Señor, haznos lúcidos para saber en cada momento lo
que tenemos que hacer”
“Enséñanos a saber retirarnos sin rencor”
Señor,
escucho tu llamada de nuevo.
Una y
otra vez me llamas, aunque me haga el sordo en
demasiadas ocasiones.
Eres
tozudo, Señor.
Me
llamas y me envías.
Nos
envías, de dos en dos.
No
quieres que vaya solo.
Mi fe
se apoya en Ti
y en mi compañero de misión.
Mi compañero
se apoya en Ti
y en mí.
No
quieres que lleve muchas cosas.
Un
bastón y nada más.
Ni pan,
ni alforja, ni dinero...
Para
cumplir tu misión
no necesito casi nada.
Para
transmitir tu amor sólo es preciso que me deje amar
por Ti y que ame, sirva y me entregue como Tú.
Para
transmitir tu perdón sólo es necesario que me deje
perdonar por Ti
y que perdone como Tú me perdonas.
Para
transmitir tu Palabra sólo es menester que abra mis
oídos para escucharte para que mis palabras y mi vida hablen de Ti.
Para
transmitir tu alegría sólo es preciso que mi corazón se
acerque al tuyo,
para que ni la peor noticia arrugue mi sonrisa.
Para
transmitir tu consuelo sólo es necesario que ponga en
tus manos mis agobios y contagie mi esperanza a los que
sufren.
Me has llamado, Jesús.
Tú
sabes lo que haces. Aquí estoy. Envíame.
Amén
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