Jesús dijo a sus apóstoles:
El discípulo no es más que el maestro ni el
servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al
servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belcebú, ¡cuánto más a
los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y
nada secreto que no deba ser conocido. Lo que Yo les digo en la oscuridad,
repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de
las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al
infierno.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas
monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento
del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No
teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres,
Yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero Yo renegaré ante mi
Padre que está en el cielo de aquél que reniegue de mí ante los hombres.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
Conocemos bien la historia de Jesús. Hemos leído
muchas veces el Evangelio. Ya no nos sorprende que a Jesús lo llamaran Belcebú
por expulsar demonios, y que a cambio de una vida entregada a los demás le
dieran una cruz, tres clavos y una muerte cruel.
Sin embargo, nos sorprende mucho que cuando nos
decidimos a hacer algo por la parroquia, por los pobres, por la comunidad de
vecinos... comenzamos a recibir críticas injustas, malas caras,
desprecios. Jesús nos advierte de esta realidad, para que no nos coja
desprevenidos.
Pero, sobre todo, nos llama a la confianza. Dios
cuida de nosotros, nos ama con todo el corazón. Ni siquiera se cae un cabello
de nuestra cabeza sin que Dios lo permita. Es nuestro mejor seguro. Nunca nos
fallará
¿Cómo te sientes cuando pagan tu compromiso con
desprecios?
Pedimos a Dios que nos conceda ser fieles a la
misión en esos momentos.
Damos gracias a Dios porque está siempre pendiente
de nosotros.
Pedimos perdón por nuestra falta de confianza.
Puede que un día, el
fichero de mis amistades esté vacío, lleno de tachaduras o sin nombres dignos
de confianza. Puede que un día, todos los teléfonos de mi agenda se encuentren
comunicando y nadie responda a mis llamadas.
Puede que se hayan borrado las memorias en los bancos de datos, donde se
escribieron las promesas en las que un día confié.
Puede que mi propia
calculadora personal deje de funcionar y no encuentre un técnico del amor y la
alegría capaz de arreglar sus entresijos...
Puede que todo esté negro
y oscuro, y que yo ande a la deriva, con la inseguridad a flor de piel, nadando
en la incertidumbre y sin recuerdos de Tí.
Pero si entonces, o
ahora, o cualquier día, olvido tu número de teléfono y te necesito, estoy
seguro que, aún sin marcar las cifras, sonará tu respuesta, Señor, porque TÚ
ERES FIEL.
Gracias por poner luz en
ese ángulo siempre oscuro de mi mirada y de mi amor.
Por la invitación, ¡siempre extraña!, a que en mi vida entren todos, los buenos
y los que todavía no saben que lo son.
Con el paso del tiempo
voy aprendiendo que el verdadero amor, a menudo, es un sendero donde el camino
se corta.
Pero hoy, es por ahí, por
donde quiero buscarte, y hacerlo sin miedo a que después de intentarlo tenga
que darme la vuelta y ver que, de nuevo, pudo en mí más el miedo al otro que la
confianza en Ti.
¡Arráncame ese miedo,
Señor!
Esconde mi cabeza en tu
regazo hasta aprender a amar con tus entrañas.
Clávame en esa cruz de
perdón y de vida en la que, hasta el ladrón, puede encontrar su paraíso.
Amén
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