Jesús decía a sus discípulos:
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos
buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos
ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su
corazón. El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón
habla su boca.
¿Por qué ustedes me llaman: "Señor, Señor", y no hacen lo que
les digo? Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis
palabras y las practica. Se parece a un hombre que, queriendo construir una
casa, cavó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Cuando vino la
inundación, las aguas se precipitaron con fuerza contra esa casa, pero no
pudieron derribarla, porque estaba bien construida.
En cambio, el que escucha la Palabra y no la pone en práctica se parece
a un hombre que construyó su casa sobre tierra, sin cimientos. Cuando las aguas
se precipitaron contra ella, en seguida se derrumbó, y el desastre que
sobrevino a esa casa fue grande.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres
decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer
realidad este evangelio en mi vida?
Cada día nos acercamos al Evangelio, escuchamos la
voz del Señor, rezamos... Pero con esto no basta. El que escucha la palabra de
Jesús y nos las pone en práctica se parece a uno que edifico su caso sobre
tierra.
Tenemos que reconocer que en muchas ocasiones nos
contentamos con escuchar y no movemos un dedo para llevar a la práctica.
Pedimos perdón y fuerza para convertirnos.
Sin embargo, también es cierto que a veces nos
esforzamos por cumplir la palabra de Jesús.
¿Cuál es tu experiencia? Da gracias a Dios. Él
muestra el camino y ofrece fuerza para poder avanzar por él.
¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?
¿Qué será de la palabra sin los gestos que la
encarnan, y la enhuesan, y la ensangran, y al mostrarla viva en un espacio
tiempo, la confirman, verifican y consagran?
¿Qué será de mi cantar si no atestigua lo que
lucha por gestarse en mi sustancia?
Algo injusto, que promete y no realiza.
Algo absurdo, o infantil, o hasta canalla, ¡Dios de
gestos de Belén hasta la Pascua, Dios-Palabra que pronuncias lo que actúas, Esplendor
de la verdad, Palabra actuante, que resuenas y convences y aseguras.
Cohesióname en un cruce de coherencias, reconcilia mi
vida descoyuntada, balbucea en mí un idioma hecho de gestos...
Repronuncia en mis gestos tu Palabra!
La palabra, si es semilla de los gestos, germinando corrobora
su nobleza.
Si es palabra que es fiel nombre de los hechos esos hechos
la reafirman y resiembran.
Sólo el gesto hace creíble nuestro anuncio.
La verdad solo es verdad en cuerpo y alma.
Y si el sólo hablar nunca es buena noticia, nuestro actuar,
en cambio, puede ser proclama.
Oh Dios, Cristo es tu Verbo y es tu Gesto, y su
gesta dice y hace «Vida» y «Gracia».
Nuestra historia es el lugar de tu coherencia: Verdad
que a la vez es hecha y pronunciada.
Lo que haces es igual a lo que dices.
Lo que dices, al decirlo, queda hecho.
En tu Espíritu es posible la coherencia, de gestospalabras y palabrasgestos.
¡Pobrecita la palabra sin el gesto!
¡Qué desnuda, estéril y debilitada!
Algo es hueco, irresponsable y deshonesto, si mi
gesto no acompaña a mi palabra.
Es preciso hablar sólo lo necesario.
Decir sólo lo que sangra en mi latido.
Necesito más y más ser de una pieza.
Siempre ser -intentar ser- uno y el mismo.
Me conmueve el dolor de los caídos pero sé que
con mi canto no me alcanza; necesito inclinarme con mi vida... -silente
poesía de hombros y de espalda.
Pero ya que nos regalas el milagro de cantar,
comunicándonos las almas, que el servir le dé coherencia a estas canciones
que el amar le dé coherencia a estas palabras.
Amén
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