Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que
expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los
nuestros».
Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque
nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no
esta contra nosotros, esta con nosotros.
Les aseguro que no quedará sin recompensa el que
les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a
Cristo.
Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos
pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una
piedra de moler y lo arrojaran al mar.
Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala,
porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al
infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado,
córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus
dos pies al infierno.
Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado,
arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que
ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego
no se apaga».
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi
vida?
NO CERREMOS LOS OJOS
Si el domingo pasado el Señor nos invitaba a ser
los primeros en servir, hoy a una con el Evangelio, intuimos dos indicaciones
en nuestro caminar como cristianos:
Reconocer el bien venga de donde venga y lo
haga quien lo haga.
Huir de aquello que pueda herir sensibilidades.
1 .Dios, nos lo recuerda el Vaticano II, no es un
coto cerrado o un privilegio de unos pocos. Nosotros, y le damos gracias por
ello, hemos tenido la suerte de conocerlo a través de la Iglesia; lo escuchamos
y lo meditamos en la Palabra; lo saboreamos en la Eucaristía. ¡Cuántas veces no
lo hemos sentido vivo y operante en diversos momentos, aquí, en esta gran
familia que es nuestra iglesia universal!
Por cierto, al decir Iglesia Universal, estamos en
consonancia, y damos un acorde perfecto, con el evangelio que acabamos de
escuchar. El término universalidad define, perfectamente, lo que Jesús quiere y
desea de nosotros: buscar más lo que nos une, que aquello que nos separa.
No creo que nos encontremos en esa cerrazón o
suspicacia que el evangelio denuncia. La mayoría hemos sido educados en la
tolerancia o en el respeto a los demás y, precisamente por ello, tal vez
sufrimos más por el hecho de que hermanos nuestros no descubran que, la fuente
de la bondad está en Dios, y no por el hecho en sí, de que hagan o dejen de
hacer obras buenas.
No hay peligro de clasificación en bandos.
Debiéramos de interrogarnos sobre el por qué no hay muchísima más gente
dispuesta a hacer el bien; a pregonar y defender la justicia; a calmar los
ánimos de un mundo que se debate y se desangra en guerras ideológicas o
económicas.
Esa es la gran interpelación que, tal vez el
evangelio de hoy, nos suscita: ¿Por qué no hacemos más, y a más gente, el bien?
¿Por qué no se orienta y se educa desde la universidad o desde el colegio– al
creyente y no creyente, al agnóstico o al ateo, a encauzar esfuerzos, medios y
creatividad hacia el bienestar de los demás y no solamente hacia el propio?
2. No seamos ilusos. A menor vivencia religiosa
existe un serio peligro de tibieza a la hora de ejercitar la solidaridad y la
caridad. Lo cual, por supuesto, no significa que siempre –los de casa- lo
forjemos todo santo y bueno y, los de fuera, todo mal.
Hoy no podemos
permanecer con los brazos cruzados ante la que nos está cayendo. Los cristianos
masacrados especialmente en Irak y Siria, el drama de los refugiados que clama
al cielo y con los que no sabemos qué hacer y dónde colocarlos, la trata de personas
mujeres y niños que el Papa Francisco ha pedido en Naciones Unidas que sea
considerada “crimen contra la humanidad” y un largo etc… reclaman, como Cáritas
nos recuerda en su mensaje de inicio de curso, un dejar huella a favor de la
justicia allá por donde pasemos. .
Hoy damos
gracias al Señor por muchas cosas. Sobre todo en el inicio de este nuevo curso
pastoral por el hecho de estar construyendo su Reino en la medida de nuestras
posibilidades; unos lo harán desde la música, otros desde la catequesis o como
sacerdotes, otros integrados en distintos movimientos eclesiales, algunos más
apoyando el abundante campo social que la iglesia tiene y cuida, otros como
animadores de la liturgia o en las diferentes tareas pastorales. ¡No caigamos
en la tentación de pensar que “lo nuestro” es lo único válido ante los ojos de
Dios, o la panacea ante los retos que nos plantea la nueva evangelización!
En definitiva, lo del evangelio de hoy, “quien no
está en contra nosotros, está a favor nuestro”. Otro pelo nos luciría si, en
vez de mirar lo que los demás hacen, hiciésemos un esfuerzo renovado y
redoblado por vivir y enseñar aquellos caminos que conducen a la auténtica
felicidad, al amor y a la alegría que produce el encuentro personal con
Jesucristo.
Amén
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