lunes, 7 de septiembre de 2015

ESTÁ PERMITIDO EN SÁBADO HACER EL BIEN O EL MAL



Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si sanaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Peto Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie delante de todos». Él se levantó y permaneció de pie.

Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Él la extendió y su mano quedó sana.

Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.


Palabra del Señor



¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

Jesús cura a las personas necesitadas de salud, sea lunes o sábado. Los fariseos podrían alegrarse, pero les corroe la envidia, se ponen furiosos y le acusan de no respetar la ley que prohíbe trabajar en sábado. Para Jesús, en cambio, el bien de las personas está por encima de la ley.

También a nosotros nos cuesta valorar lo positivo que hacen nuestros “adversarios”, la competencia... Nos duelen los éxitos de los compañeros si nosotros quedamos por debajo. Pedimos perdón y fuerza para superar la envidia:

Señor, sabemos que la envidia perjudica a todos, al que es envidiado y al que envidia; pero, a veces nos cuesta mucho evitarla.

Envidiamos un puesto de trabajo, un coche, una casa, un buen marido o una buena mujer, el carisma, el físico, la inteligencia, la fama...

Nos parece que si no poseemos lo que envidiamos no podemos triunfar ni ser felices del todo.

Haznos comprender los peligros de la envidia.

"De la envidia nacen el odio y la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad”

La envidia nos arma unos contra otros y debilita desde dentro a las familias, a las comunidades y a toda la sociedad.

Danos luz y fuerza para superar la envidia, para valorar nuestras posibilidades y capacidades; para agradecer las personas que nos quieren, los pequeños logros que alcanzamos en la vida, las montañas y los ríos, los animales y las plantas, las cosas que nos hacen más agradable la vida.

Danos luz y fuerza para superar la envidia, para ver en cada persona a un hermano, para no considerarlas competidoras ni enemigas; para admirar, alegrarme y dar gracias de corazón con los talentos y los éxitos de los demás, para saber pedir con humildad lo que necesito y compartir con generosidad lo que tengo.

Jesús predica y cura. Y así manifiesta a todo el amor misericordioso del Padre, aunque sea criticado, lo amenacen, o su vida corra peligro. ¿Estamos dispuestos sus discípulos a correr estos riesgos, o sólo ayudamos a los demás cuando no vamos a tener ningún problema?

Amén

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