lunes, 17 de agosto de 2015

VENDE TODO LO QUE TIENES, DALO A LOS POBRES Y SÍGUEME



Se acercó un hombre a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?»


Jesús le dijo: «¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos».


«¿Cuáles?», preguntó el hombre. Jesús le respondió: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo».


El joven dijo: «Todo esto lo he cumplido: ¿qué me queda por hacer?» «Si quieres ser perfecto, le dijo Jesús, ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».


Al oír estas palabras, el joven se retiró entristecido, porque poseía muchos bienes.


Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?

No sabemos el nombre de aquel que se acercó a Jesús. Pero se acercó a Jesús con la mejor intención. Le pregunta que tiene qué hacer para obtener la vida eterna, para vivir de verdad, para vivir plenamente. Estaba buscando y reconoce que Jesús es un maestro que puede ayudarle a encontrar lo que buscaba.

En este día, también nosotros decimos: ¿qué tenemos que hacer, Jesús?

Él nos dará la mejor respuesta.

Cumplía los mandamientos. No es poco. Sin embargo, no acaba de encontrarse satisfecho; busca algo más.. Jesús le propone: “vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego, ven y sígueme”. Pero no fue capaz de dar este paso decisivo.

Se va triste. Ha descubierto cuál es el camino de la Vida y no tiene fuerzas para seguirlo. Le atan demasiadas riquezas. También a nosotros nos pasa: en ocasiones vemos claro el camino, pero nos flaquea la voluntad.

“Señor, gracias por mostrarnos el Camino de la Vida”

“Perdona y cura nuestras dudas y vacilaciones”

“Danos luz para descubrir el camino y fuerza para seguirlo”


Señor, hay días en que olvidas los motivos.

El entorno se vuelve desierto árido, monótono.

Hay días en que lo cambiarías todo por una caricia.

Días en que calla la voz interior, cuando ni hacer el bien parece tener sentido, cuando el mundo resulta una causa perdida y el evangelio es un idioma incomprensible.

Días en que no te sientes hermano, ni amigo, ni hijo.

Días de escepticismo, en que el samaritano decide pasar de largo, Zaqueo no sube al árbol, y sólo sobrevive el joven rico.

Días en que vencen los fantasmas interiores.

Pero no des demasiada cancha al drama.

Mira tu vida con desnudez benévola, respeta el desaliento, sin darle el cetro y la corona, y rescata la memoria de las causas, de la presencia, de la ilusión.

El samaritano sigue en marcha.

Él también tiene días grises.

Zaqueo espera un encuentro.

El joven rico aún piensa en el camino que no eligió.

Y en lo profundo, más allá de fantasmas y demonios, late Dios.

Amén

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