Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que pagan el diezmo de
la menta, del hinojo y del comino, y descuidan lo esencial de la Ley: la
justicia, la misericordia y la fidelidad! Hay que practicar esto, sin descuidar
aquello. ¡Guías ciegos, que filtran el mosquito y se tragan el camello!
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la
copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y desenfreno!
¡Fariseo ciego! Limpia primero la copa por dentro, y así también quedará limpia
por fuera.
Palabra del Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Los
fariseos cumplen los preceptos más pequeños y descuidan los más grandes,
filtran el mosquito y se tragan el camello. Otras personas dicen cumplir las
importantes y descuidan las pequeñas, buscan la justicia y la paz en el mundo y
sin embargo no cuidan los detalles sencillos que hacen la vida agradable a los
demás.
¿En qué
grupo te encuentras?
¿Cómo
cuidamos nosotros el derecho, la compasión y la sinceridad?
Estemos
en cualquiera de estos dos grupos, Jesús nos dirige las mismas palabras, llenas
de sabiduría: “Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar
aquello”
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
El
Evangelio de hoy es una llamada a vivir el DERECHO (la JUSTICIA), la COMPASIÓN,
la SINCERIDAD y la INTERIORIDAD.
Señor,
quiero cambiar mi vida. Quiero fuerza interior
para cambiar el mundo.
Ayúdame,
Señor, a buscar mi rostro, a descubrirme por dentro
con sinceridad, a aceptarme como en realidad soy.
Ayúdame
a aguantar mis miedos, mis inseguridades, a
superar mis fracasos y salir de mis desilusiones.
Ayúdame
a valorar mis capacidades y mis valores, a tener
fe en la fuerza que has puesto en mi corazón.
Ayúdame
a saber comenzar cada día, apoyado en Ti y en mis
hermanos.
A pesar
de mi debilidad y mis contradicciones, quiero
empeñarme, comprometerme en el mundo de los que sufren; dejar de decir sólo palabras y mojarme en hechos
Quiero
vivir en mi carne el dolor de las personas rotas; sobrevivir
con los que sobreviven apenas; saber lo que es vivir con
poco o con nada.
Aquí
estoy, Señor Jesús, con las manos abiertas a la ayuda; con el corazón cercano al que sufre; queriendo
ser no violento.
Aquí
estoy, Señor, para aprender que sólo el amor cambia la vida; para denunciar sin odios las injusticias; para
llevar esperanza a las personas pisoteadas.
Señor
Jesús, sé que tu vida se complicó demasiado, por
seguir este camino de verdad, compasión y justicia; que te
acorralaron y te condenaron; que te clavaron en un
madero como un maldito; que te mataron para que
las cosas siguiesen igual.
Pero yo
sé que tú diste la vida con amor; que tu vida, tu estilo de
vida, no podía quedar en el sepulcro; que tu
Padre, Señor de la Historia, te levantó, te puso en pie.
Yo sé
que resucitaste. Y contigo resucitó tu obra. Lo sé.
Y creo en ti, Señor Resucitado y, con
tu ayuda, seguiré tus pasos.
Amén
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