Cuando los fariseos se
enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron con Él,
y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?»
Jesús le respondió: «Amarás al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu.
Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al
primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen
toda la Ley y los Profetas».
Palabra del
Señor
¿Qué me quieres decir, Señor?
¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en
mi vida?
Para responder a la pregunta de aquél fariseo,
Jesús une dos textos perdidos en el mar de leyes del Antiguo Testamento. Toma
primero unas palabras del capítulo 6 del Deuteronomio: “Amarás a Dios tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser”. Y a continuación une
un fragmento de Levítico 19,17: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Para Jesús amar a Dios, amar al prójimo y amarse a
uno mismo no es incompatible. Todo lo contrario. El amor es indivisible: cuando
amamos a Dios sobre todas las cosas, amamos mejor a los hermanos y a nosotros
mismos. Y, por supuesto, cuando amamos a los hermanos, crece nuestra capacidad
de amar a Dios.
¿Qué te
dice Dios? ¿Qué le dices?
Señor,
dame un corazón abierto que sepa acoger tu amor, el amor gratuito e incondicional que sostiene mi vida.
Señor, dame un corazón humilde que sepa dejarse amar por las personas que me ayudan a crecen en humanidad.
Señor, dame un corazón generoso que sepa amarte, amarte en todo lo que haga y por encima de todo y de todos.
Señor, dame un corazón comprometido que sepa servir, servir a todos, comenzando por los últimos, por los pobres.
Señor, dame un corazón agradecido que sepa valorarme, amarme y alegrarme con los dones que he recibido de Ti.
Señor, dame un corazón sabio, para comprender que sólo tu amor puede llenar del todo mi corazón, que sólo el que ama con grandeza puede recibir amor, que sólo el que se deja amar con humildad puede amar, que sólo el que ama y se deja amar puede ser feliz.
Amén
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