martes, 11 de agosto de 2015

EL QUE RECIBE A UNO DE ESTOS PEQUEÑOS EN MI NOMBRE ME RECIBE A MÍ



Los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»


Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: «Les aseguro que si ustedes no cambian y no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre me recibe a mí mismo.


Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial.


¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las noventa y nueve restantes en la montaña, para ir a buscar la que se extravió? y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se extraviaron. De la misma manera, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno solo de estos pequeños».

Palabra del Señor


¿Qué me quieres decir, Señor?

¿Cómo puedo hacer realidad este evangelio en mi vida?



Si No volvéis a ser como niños, no entraréis en el Reino de los cielos. Los niños se saben necesitados, saben pedir con humildad, disfrutan de las pequeñas alegrías, inspiran ternura...

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Dios cuida de todos, pero ya desde el antiguo Testamento, Dios manifiesta su especial predilección por los más pequeños y necesitados. Los cristianos tendríamos que tener esta misma sensibilidad de Dios: Hemos de defender la vida de todos y en especial de los más pobres y amenazados.

¿Quiénes son hoy y en tu ambiente los pequeños y necesitados?

¿Qué te dice Dios? ¿Qué le dices?

Señor, delante de ti yo quiero ser sólo un pobre, quiero despojarme, Señor, de mis pretensiones y vanidades; también, Señor, quiero traspasar mi propia culpa y entrar a tu casa desnudo, meterme en tu corazón como un niño.

Quiero mirarte a los ojos suplicándote confiadamente.

Quiero, Señor, y deseo apoyarme sólo en tu amor, descansar en tu amor como un niño en el regazo de su madre, y llenarme de la alegría de haber hallado tu amor.

Tu amor es la casa que me tienes preparada; he sentido tu invitación y entro en ella sin que me avergüence mi pecado; sólo deseo habitar en tu casa todos los días de mi vida.

Tú nunca me vas a echar, sólo me pides que crea en tu amor, que me atreva a vivir en tu amor,

Que nunca me falten la humildad y la confianza de los niños; para que el orgullo y los desengaños nunca me separen de ti y pueda amarte con todo el corazón y compartir tu amor con los más pequeños.

Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario